El destello de Basagoiti

Sea porque la Navidad todo lo ilumina o porque hasta la piedra evoluciona, de improviso, Basagoiti ha estado a punto de reconocerse abertzale. Y si no a tanto, en un repentino destello de lucidez, ha descubierto, finalmente, que el País Vasco es otro país.

Lo aseguró en estos días cuando, insatisfecho con los votos obtenidos en Euskadi, se quejaba amargamente de que los vascos residentes en Andalucía, Castilla y otras regiones españolas, no pudiesen votar en las elecciones vascas, a diferencia de los vascos residentes en Argentina, México y otros países del mundo que sí pueden hacerlo. “El mismo derecho que tiene el vasco que vive en Buenos Aires a votar en las elecciones vascas debe tenerlo el vasco que vive en Sevilla” venía a lamentar Basagoiti la discriminación que impide a los que cifra en 200 mil vascos el seguro respaldo a su persona.

Razón tiene Basagoiti al pretender, aunque las leyes de su estado aún no lo reconozcan, que todo vasco que viva en el extranjero, sea Buenos Aires o Sevilla, tiene derecho a votar en el País Vasco. De hecho, algún día, la Junta Central Electoral Vasca dispondrá del censo de toda esa diáspora que empujada por la guerra, el desempleo, la represión… vive en el extranjero y de la que ya Basagoiti dispone de cifras.

Y cerca estuvo, aunque el destello,  por fugaz, no diera para tanto, de seguir barruntando felices consecuencias y así descubrir que, con el mismo derecho, los bonaerenses, sevillanos y demás extranjeros que viven en el País Vasco también podrán votar en las elecciones de sus respectivos países.

 

La semana bursátil en los medios

La semana bursátil en el mundo del periodismo termina con un espectacular repunte de opiniones al alza en relación a la Cumbre del Clima celebrada en Durban, no obstante las 16 cumbres ya realizadas, el hecho de que el documento que se debe negociar el próximo año sólo estará listo dentro de cuatro años para entrar en vigencia en el 2020 y, sobre todo, la inserción de una cláusula en el acuerdo que evite sea legalmente vinculante. Casi al mismo tiempo en que la Organización Mundial de la Salud cifrara en 13 millones los seres humanos muertos como consecuencia del calentamiento global y exigiera medidas a los gobiernos para que incluyan la sanidad en sus políticas contra el cambio climático, numerosos periodistas de la Bolsa de la opinión coincidían en exonerar de culpas al presente modelo de desarrollo como principal causa del cambio climático, denunciando las exageraciones que, aseguran, se han venido publicando, incluyendo la noticia de que poderosas multinacionales y algunos estados habrían podido invertir sumas millonarias en ganarse la opinión de algunos miembros de la comunidad científica y de ciertos comunicadores. Curiosamente, corredores de opinión que hasta ayer aparecían como especialistas en temas económicos y hasta deportivos, han pasado en unos días a pujar abiertamente opiniones climáticas con generosa y coincidente profusión de datos, lo que revela la fortaleza y el crecimiento de la inversión de opiniones en relación al clima.

Continúan pagando excelentes dividendos en la Bolsa de la opinión, especialmente en mercados como Prisa, las diatribas contra Cuba y Venezuela, aunque han sido superadas, con un espectacular repunte en las últimas horas, por fuertes emisiones de censura a Irán, las más acentuadas en el último trimestre y que no están expuestas a sufrir repentinas desaceleraciones.

Siguen perdiendo beneficios en la Bolsa de la opinión, hasta casi desplomarse, las inversiones en la CELAC (Comunidad de estados latinoamericanos y caribeños) iniciativa latinoamericana sin precedentes por aunar esfuerzos, que ha pasado desapercibida para las grandes agencias de la Bolsa de la opinión, muy atenta, sin embargo, en todas sus transacciones, a la necesidad de revisar la calificación de riesgo de las últimas medidas adoptadas en Europa.

El índice Bor-Bón, no obstante los activos dañados del sector Urdangarín, mantiene sus órdenes de compra y divide beneficios entre los inversionistas de opinión decididos a hacer carrera o conservar el empleo, y en similar situación se encuentra el mercado Vaticano que vuelve a ganar enteros entre los inversionistas de opinión superando los resultados del pasado mes y confirmándose como una opción segura para quienes busquen ampliar su cifra de negocio.

El llanto de la langosta

Conmovedora la imagen de Elsa Fornero, ministra italiana de Trabajo, llorando ante cámaras y micrófonos mientras leía a la ciudadanía italiana los nuevos ajustes de cuentas a que será sometida.

Todavía no se había visto obligada por el llanto a interrumpir la lista de medidas que su gobierno, con ella como ministra, iba a adoptar, cuando del subconsciente me vino otro llanto semejante, el de Homer Simpson en uno de los inolvidables episodios de su familia, cuando se decidió a tener como mascota una langosta.

Tanto la llegó a amar Homer que hasta se la llevó con la familia a la playa. Quedó sí, la pobre langosta, a la que Homer conducía como si fuera un perro, con una correa, absolutamente cubierta de arena y, al volver a casa, nada mejor un baño, pensó Homer, para devolverle su mejor aspecto, así que, la llevó a la cocina y la metió en una olla con agua.

No recuerdo quien fue, supongo que Bart, el que atizó el fuego pero, mucho tiempo después de que la olla se cansara de seguir hirviendo y ya próxima la hora de cenar, Homer se dio cuenta de su grave error.

Una escena más tarde, mientras cenaba la familia, Homer todavía seguía sollozando la muerte de su amada langosta. Los llantos, acompañados de sus mejores lamentos, no evitaban que se las ingeniera para mover las dos quijadas y dar cuenta de la difunta. ¡Tanto la quería! Desolado, Homer rechazó la propuesta de Bart de que compartiera con el resto de comensales su sacrificio dado que “ella lo habría querido así”, y cada vez que succionaba hasta quedarse sin aire una de aquellas entrañables patas, Homer, entre lágrimas y espasmos, se maldecía por la triste suerte que corriera su langosta y recordaba, con ella en la boca, los felices momentos que habían compartido.

Cierto es que no eran Los Simpsom lo que yo estaba viendo sino el informativo, y que no era una langosta lo que la ministra y su gobierno se disponían a cenar sino seres humanos, pero justo es reconocerle a la ministra Fornero el consuelo de sus compasivas lágrimas en estos chuscos tiempos de tanta prepotencia y arrogancia, el reconfortante alivio de su llanto.

Hasta debiera cundir el ejemplo y que, en todos los gobiernos, no hubiera recorte de cualquier fundamental derecho que no se declarase llorando; cualquier subida de impuestos que no se impusiera gimoteando; cualquier despido que no se autorizase entre convulsiones y quejidos; cualquier desahucio que no fuera acompañado de sus correspondientes suspiros y lamentos.

Y que acabáramos llorando todos, como escribiera el poeta argentino Oliverio Girando: “ llorar a lágrima viva, llorar a chorros, llorar la digestión, llorar el sueño, llorar ante las puertas y los puertos, llorar de amabilidad y de amarillo… llorarlo todo, pero llorarlo bien, llorarlo con la nariz, con las rodillas. Llorarlo por el ombligo, por la boca. Llorar de amor, de hastío, de alegría. Llorar de frac, de flato, de flacura. Llorar improvisando, de memoria. ¡llorar todo el insomnio y todo el día!”

Y así, quedar todos convertidos en unas arrugadas pasas que, por cierto, van muy bien, también, con la langosta.

Escucha «El llanto de la langosta» en la voz de Pavlos Pantazoglou.

 

Vidas y muertes

El próximo 19 se cumplirán 28 años del asesinato del joven aizkoitiarra Ramón Oñederra. Pistoleros a sueldo del Estado español entraron en el bar en el que se encontraba “Kattu”, refugiado en Baiona, y lo asesinaron.  Ningún tribunal ha enjuiciado el caso, dictado sentencia y condenado el crimen.  Ninguna cárcel guarda a sus asesinos, a quienes dieron la orden, la encubrieron y la ejecutaron. Hace 8 años, la Audiencia Nacional decidió archivar el caso.

 

A Ramón Oñederra

Hay vidas que, de muertas, sólo son biografías, ambiguos prontuarios de cuentos y de cuentas,

acaso un mal habido patrimonio y algunos herederos peor hallados, un perro que les ladre, dolientes titulares, un alcalde de encargo, un cardenal de oficio y un par de funerales.

Pero apenas la tierra se sume al homenaje y los gusanos rindan honores al difunto, de aquel ilustre muerto va a quedar, si me apuran, la misa aniversario con que la Iglesia reconforta el luto mientras la viuda quiera pagar los honorarios y una lápida triste que recuerde un olvidado nombre y un extraviado año.

Son vidas que se pierden en el tiempo sin un beso en la espalda ni una mano en el pecho, infelizmente muertas.

Hay muertes que, de vivas, nos dan las buenas horas, nos lustran la sonrisa, nos atan los zapatos con los que andar el día, nos rondan y nos cantan los sueños que aún amamos.

Son muertes tan poco moribundas que siempre están naciendo y así no tengan visa para el cielo o el aval de la ley para la historia van a seguir estando con nosotros, memoria que respira y pan que se comparte,

dichosamente vivas.