Lo virtual y lo real

Ni siquiera hace falta apagar la televisión para encontrar las diferencias. Lo virtual acaba con el último anuncio, ese, por ejemplo, del Ministerio de Defensa del Gobierno de España en el que un mando militar nos invita a imaginarnos en Afganistán: “calor, tensión…estamos allí para dar seguridad y formar a su ejército”. Claro que, no siempre el calor y la tensión son los únicos inconvenientes: “Aquel día protegíamos un lugar clave por donde pasa la ayuda humanitaria. Empezamos a recibir fuego, respondimos, y nos enviaron los helicópteros pero di la orden de no abrir fuego aéreo, porque podría haber muerto algún civil. Fueron horas duras pero supimos reaccionar y no sufrimos bajas. El mérito no es sólo mío, es de cada soldado, de cada mando intermedio, de todo el equipo que formamos la familia militar”.
Terminado el anuncio, lo virtual da paso a la realidad y el informativo nos cuenta: “Doce niños y dos mujeres mueren en Afganistán luego de ser bombardeados por aviones de la OTAN”.
Según ha declarado John Toolan, jefe de la misión de la OTAN en el suroeste de Afganistán, “la coalición se toma muy en serio cada herido o muerte de civiles y tratará de prevenir en el futuro este tipo de incidentes”. Junto a las disculpas de rigor por el error acostumbrado, la OTAN refiere que “al ser atacada una patrulla por cinco insurgentes que se habían atrincherado en una casa, solicitaron ayuda aérea para neutralizar el ataque. Por desgracia, tras el ataque se descubrió que era, en realidad, la casa de civiles inocentes”.
La OTAN también afirma que está llevando a cabo “una investigación exhaustiva para determinar los detalles exactos que provocaron el incidente” y ofrece sus “sinceras disculpas a los familiares y amigos de los muertos”.
Apenas dos días antes, en un ataque similar, la OTAN había provocado la muerte de 20 civiles.
Una vez concluida la dosis informativa de realidad, así esté salpicada de “incidentes”, “errores” y “disculpas”, retorna lo virtual a la pantalla: “Fuerzas Armadas. ¡El valor de servir! Gobierno de España”.

El último discurso de Fidel

Tambaleándose como consecuencia del cáncer fulminante y terminal que, asegura la CIA y allegados, afecta a Fidel desde hace alrededor de cuarenta años, y con visibles muestras de dolor por sus últimos cinco accidentes cardiovasculares escondidos a los medios de comunicación, el comandante llegó hasta la tribuna sin poder disimular la cojera que, tras su percance hace dos años lo ha obligado a pasar repetidas veces por el quirófano para ser operado de sus múltiples fracturas.
Entre gestos de acusado padecimiento por las secuelas de su conocida insuficiencia renal aguda, el dirigente cubano, antes de dirigirse a los presentes, levantó a duras penas su puño derecho en el que eran evidentes las huellas del mal de Parkinson y esbozó una sonrisa que puso en evidencia el terrible padecimiento del escorbuto que, al parecer, contrajo en su juventud.
En contra del parecer del equipo médico habitual que siempre lo acompaña por si sufre otra nueva recaída en su cirrosis hepática, Fidel Castro desechó la silla que se le ofrecía y optó por dirigirse a su auditorio de pie, luego de respirar profundamente buscando renovar el aire de sus enfermos pulmones tras sufrir cuatro edemas y seis enfisemas sólo el mes pasado.
Una vez pudo beber un vaso de agua, al parecer, mezclado con un fuerte analgésico que le permitiera sobrellevar los dolores que ha dejado en su decaído organismo la osteoporosis degenerativa que sufre desde su infancia, el comandante Fidel Castro esperó a que cesaran los gritos de júbilo de los congregados, aprovechando para masajearse él mismo el corazón y superar, sin que nadie lo advirtiera, excepto la CIA y allegados, otra arritmia coronaria semejante a las 22 que ha padecido en los últimos días.
Hecho el oportuno silencio, Fidel Castro, tras algunos carraspeos con los que disimular la gravísima afección de sus cuerdas vocales, superó otro nuevo ataque de difteria, se recuperó de la acusada disentería que padece y se sobrepuso a otra arremetida de la gripe aviar, antes de iniciar su intervención frente a decenas de miles de habaneros y cubanos que, presuntamente, también están enfermos.
«Compañeros y compañeras, comparezco ante ustedes para hacerles partícipes de una trascendental decisión unánimemente respaldada por nuestro Congreso, y que sólo depende de su parecer para ser aprobada.
Y es que hemos dispuesto una serie de profundos cambios que transformen completamente la revolución cubana en una democracia semejante a las que nos rodean.
En materia de educación, vamos a proceder inmediatamente a una masiva campaña de animalización que devuelva al pueblo cubano a la feliz ignorancia en que vivía antes de la llegada de la revolución.
Quedarán erradicadas de las escuelas costumbres tan obscenas y perniciosas como la del desayuno escolar, sustituyendo la leche y el pan por la inhalación de cemento y gasolina.
Igualmente, estimularemos en nuestros estudiantes conductas civilistas y democráticas como las que se dan entre nuestros vecinos del norte porque, y lo declaro consternado, todavía nuestros estudiantes de primaria y kinder no han logrado protagonizar ninguna matanza escolar digna de encomio, ni han sido capaces de violar a compañeritas o entrarle a balazos a los profesores y compañeros. Semejante atraso vamos a contrarrestarlo sometiendo a nuestros estudiantes a permanentes exposiciones de cine y televisión genuinamente «americanas», además de sustituir los caducos y trasnochados principios de nuestra educación por los competitivos valores de la estadounidense.
También procedemos al masivo cierre de escuelas e institutos para que pueda nuestra infancia deambular desnuda y descalza por las calles del país, recogiendo botellas, prostituyéndose y ejerciendo otras sanas actividades comerciales y mercantiles que les ayuden a comprender las características de la sociedad a la que nos abrimos.
Ocasionalmente, como ocurre en otras democracias latinoamericanas a las que debemos parecernos, tal y como nos pidiera su santidad Pablo VI, procederemos a un ordenado y meticuloso asesinato de los excedentes infantiles en las calles del país para lo que ya estamos entrenando a nuestros policías, asesorados por mandos de Colombia y Brasil.
En relación a la salud vamos a suprimir de nuestro ineficaz sistema hospitales y laboratorios, estableciendo, en su lugar, modernos consultorios de curanderos.
En los centros médicos que se mantengan se impondrá el cobro compulsivo, como previa garantía al internamiento del paciente, incluidas las urgencias. Quienes no estén en condiciones de afrontar los pagos serán reenviados democráticamente a la democrática calle.
En los centros de maternidad, como ocurre en otras democracias vecinas, cada cama será ocupada por dos y tres parturientas para que puedan compartir tan hermosa experiencia, ayudarse en el conteo de las dilataciones y pujar juntas.
La injusta distribución de vástagos será sustituida por la permuta de bebés y los secuestros de recién nacidos, tal y como ocurre en países vecinos.
De manera inmediata vamos a proceder al cierre del Hospital Pediátrico de Tarará, a 20 kilómetros de La Habana, donde el Estado cubano ha venido atendiendo, absolutamente gratis, a 25.000 niños y niñas de Chernobil y otros países del tercer mundo, para poder dedicar esos enormes gastos que veníamos despilfarrando, a la inversión en Bolsa.
Por la misma razón será cerrada la Universidad Internacional de Medicina, donde miles de estudiantes latinoamericanos sin recursos estudian esa carrera, para dedicar esos recursos y terrenos a la construcción de campos de golf.
En materia de orden público, Cuba se propone transformar en una democracia ejemplar, semejante a las que nos rodean. A pesar de la férrea represión que ejercemos en esta isla, todavía no hemos podido protagonizar, en casi 50 años de revolución, una sola matanza popular que nos distinga.
Todavía, y lo digo con pesar, no hemos podido emular matanzas como la de Tathelolco, en México, donde el ejército de ese país masacró a un millar de estudiantes, o la de Chiapas, más recientemente, donde fueron asesinados decenas de indígenas.
Todavía no hemos podido llevar a efecto matanzas como las protagonizadas por policías brasileños en la favela carioca de Vigario Geral donde se exterminó a 21 pobladores en 1993 y a 400 garimpeiros en la selva amazónica en 1987.
Ni siquiera hemos podido desarrollar una discreta matanza de estudiantes como la que ejecutaran soldados estadounidenses en el Canal de Panamá reprimiendo los insensatos reclamos de soberanía para la zona, apenas un ensayo del eficaz bombardeo sobre el barrio Los Chorritos en el que murieron 3 mil panameños cuando, años más tarde, invadieron ese país.
Todavía no hemos podido reeditar un «Cerro Maravillas puertorriqueño, o poner en funcionamiento campos de concentración como el que tienen los estadounidenses en Guantánamo.
Apesadumbrado declaro que todavía estamos muy lejos de alcanzar la eficacia interrogadora de los estadounidenses como ponen de manifiesto en Iraq, ni hemos aprendido a disparar contra periodistas con la precisión y el alcance de los marines en todas partes.
Todavía, y lo digo con hondo pesar, no hemos podido protagonizar matanzas populares como las de Abril del 84 en República Dominicana o los varios «caracazos» y «bogotazos» que recoge la historia americana.
Así que, para corregir este histórico retraso y siempre pensando en democratizar nuestra sociedad, vamos a proceder de inmediato a asesinar, como en Guatemala, cuatro monjas y un obispo cada cierto tiempo. Vamos a asesinar en plena eucaristía, emulando los ejemplos salvadoreños, a un cardenal y a cinco jesuitas de vez en cuando.
Vamos a asesinar a pérfidos estudiantes y cómplices profesores como en la democracia peruana y a dar muerte a peligrosos comunicadores como nos instruyera la democracia argentina en las personas de Bonino y Cabezas, el mismo gobierno peruano en los Andes de ese país, el estado colombiano a cada rato, o como ocurriera en República Dominicana con Orlando Martínez, Goyito y Narcisazo.
Vamos a volar por los aires a opositores al régimen, como hiciera la democrática policía de Pinochet y la propia CIA nos ilustrara con el asesinato de Letelier a un par de cuadras de la mismísima Casa Blanca.
Vamos a hacer desaparecer no sólo las quejas de los inconformes disidentes sino también los disidentes, considerando las sabias experiencias de las democracias militares de Argentina, Chile y Uruguay y sus operaciones Cóndor.
Vamos a asesinar a algún que otro Colosio opositor, al igual que en México, y a proceder a nutridas matanzas de negros, como en la democracia estadounidense en los años sesenta o, más recientemente, en Los Angeles, luego de los desórdenes ocurridos tras el democrático apaleamiento de un supuesto ciudadano negro.
Y para mejor iniciar estas reformas, vamos a proceder a la voladura de algún que otro avión de pasajeros, tal y como lo hicieran demócratas como Posada Carriles y Orlando Bosch.
En materia de deporte vamos a prohibir definitivamente costumbres tan insanas y repugnantes como correr, saltar y otras impudicias semejantes, así como a cerrar estadios y canchas deportivas para inaugurar en su lugar casinos, hipódromos, galleras, canódromos, bancas de apuestas y loterías, caraquitas, rifas diplomáticas, y otras lúdicas recreaciones.
En el campo de la cultura cerraremos todas las escuelas de cine, de teatro, de danza y de otras denigrantes actividades para la condición humana, fomentando en su lugar los combos y estimulando el reguetón y otras delicias musicales contemporáneas que ensalcen virtuosos bailes, tan del agrado de los turistas, como «el perrito», «el pollito», «el pingüino», «el maco penpén» y «pónmelo ahí que te lo voy a partir».
También se promoverán espectáculos como los «wte t shirt» y toda clase de desnudos, por supuesto, artísticos.
En el área de la vivienda ya se está trabajando en la construcción de modernos condominios al estilo de las democracias próximas y que, en su honor, se llamarán La Ciénaga, El Hoyo de Chulín, Vietnam, Camboya, La Puya, Los Cartones y La Cucaracha, todos dotados de sus correspondientes aguas negras.
En relación al trabajo ya se encuentra en estudio un proyecto de diversificación laboral globalizada para que muy pronto encaremos los retos del nuevo milenio con nuevos oficios y profesiones como: limpiavidrios, buceadores, chiriperos, billeteros, botelleros, vendeperros, quinieleros y otros oficios semejantes.
De igual forma, los anacrónicos monumentos al Ché, Máximo Gómez o Martí, serán sustituidos por monumentales faros en homenaje al pirata Drake, a empresarios como Capone o Luciano y a otros héroes continentales.
Todo lo cual dispongo para su conocimiento.

«Vamos a conquistar Guipúzcoa»

La pelota blanca rodaba por el parque de Azkoitia, empujada por el viento, sin que ningún niño reparase en ella. Ignoro si la inscripción que con la firma del Partido Popular figuraba en la misma tuvo algo que ver con el manifiesto desinterés mostrado por aquellos a quienes iba destinada: “Vamos a conquistar Guipúzcoa”.
No hablaba de ganar las elecciones en Gipuzkoa, de sumar adhesiones, de alcanzar la victoria. Hablaba de conquista. Y el problema es que sólo se conquista lo que no es tuyo, lo que es ajeno, lo que no te corresponde. El subconsciente había vuelto a poner en evidencia ese sesgo imperial que acompaña a esa patética España que Valle-Inclán definiera como “espuma de champaña y fuego de virutas, de trenzas en perico, caídas calcetas, blusa, tapabocas y alpargatas, de ladinos, guindillas y fantoches, de soldados romanos y porteras, cuya leyenda negra es su propia historia”.
Cuando el poeta peruano César Vallejo escribió en 1937 su poema “España, aparta de mí este cáliz” ya conocía la España de Cachuli, de Paco el Pocero, de Rouco Varela, de Jesulín y la Pantoja, de Aznar y la Botella, de Rajoy y su primo, del Borbón y su corte, de Garzón y su audiencia… de aquella y esta España que viene a ser la misma, la única inmortal.
Un día más tarde, sola y arrinconada, sin gozar siquiera el beneficio de una buena patada que la perdiera para siempre, aquella triste pelota se desinfló.

¿En manos de quién estamos?

De Paul Wolfowitz decían sus profesores que fue un estudiante modélico, de ejemplar comportamiento en las universidades en que cursó Matemáticas, Historia y Ciencias Políticas. Sus biógrafos lo tenían como un brillante intelectual, discípulo de Leo Strauss, capaz y trabajador. Sus compañeros del Pentágono afirmaban que era el más hábil estratega en materia de defensa que ha pasado por el polígono, artífice, entre otras ideas, de las “guerras preventivas” y de la necesidad de aniquilar a los “competidores emergentes”. Todo un teórico de la supremacía militar “en cualquier circunstancia”, experto en “crear” amenazas y paranoias. Los periodistas lo señalaban como el más diestro y sagaz funcionario que haya pasado por la Casa Blanca. Sus amigos hablaban de él como un hombre sencillo, patriota americano, ferviente demócrata y honesto.
Su presidente lo definió como un servidor pulcro y leal, al que por sus tantas virtudes y doctos saberes nombraron por unanimidad presidente del Banco Mundial.
Un aciago día, sin embargo, el mito se derrumbó y aquel modélico estudiante, brillante intelectual, hábil estratega, diestro funcionario, patriota americano, pulcro y virtuoso Paul Wolfowitz, terminó enredado en un vulgar folletín americano en el que no faltó una amante, una amiga celosa, una secretaria a la que recompensar con otro cargo, un amoroso aumento de salario y un beso en un motel. Hasta agujeros en los calcetines acabó confesando antes de dejar su puesto.
Poco más tarde, cuando todavía coleaba el escándalo protagonizado por el presidente del Banco Mundial, Randall Tobías presentaba su renuncia como administrador de la Agencia para el Desarrollo Internacional (AID) luego de que se le advirtiera la inmediata publicación de una lista de nombres vinculados a la prostitución en la que figuraba el suyo. Tobías era un leal y veterano cliente de “La Madame del DC”, un centro de prostitución que el administrador creía era de masajes. Eso fue al menos lo que alegó en su defensa al ser cuestionado por la policía sobre su relación con la “madame”. Cierto es que no debe ser fácil distinguir un masaje de una felación y, por las dudas, Tobías persistió en sus estudios y averiguaciones, masaje tras masaje, sin acabar de entender la diferencia. Ni siquiera el alto costo del servicio le hizo entrar en sospechas de que fuera otra cosa lo que estaba pagando. En su defensa cabía alegar que así sea con la mano o con la lengua, un masaje es un masaje y que, al fin y al cabo, como administrador de una institución que maneja alrededor de 20 mil millones de dólares al año, eso era, a gran escala, lo que había venido haciendo desde que fuera nombrado: masajear las economías de los países puestos en manos del organismo que dirigía.
Para completar la trilogía faltaba el presidente del Fondo Monetario Internacional que, junto a los dos citados, compone la funesta trilogía de impresentables que, además de ocuparse de los recursos y la moral del mundo, también administran sus arrumacos y masajes. Y no se ha hecho esperar.
Dominique Strauss-Kahn ha sido detenido y acusado de agresión sexual e intento de violación. El político socialista francés, considerado el mejor situado para hacerse con la presidencia de su país una vez terminara su labor al frente del Fondo Monetario Internacional, fue arrestado en Nueva York en el avión en que se disponía a huir, luego de intentar violar a una camarera en el hotel en que se hospedaba.
Tampoco es, al parecer, la primera vez que Strauss-Kahn, acostumbrado a acudir al rescate de crisis financieras, ha asumido personalmente la posibilidad de aplicar programas de reajustes a mujeres en crisis e incapaces de cumplir con sus obligaciones y sus deudas. Y nadie ignoraba, desde su desenfrenado estilo de vida, su contradictoria debilidad por incentivar el gasto y la inversión entre las economías sometidas al dictamen de su gerencia monetaria.
Al igual que Paul Wolfowitz y Randall Tobías, Strauss-Kahn sólo estaba aplicando a escala reducida las líneas maestras del desarrollo internacional que impulsan Estados Unidos y Europa con respecto al tercer mundo. En manos de semejantes canallas, dignos representantes de los organismos que han presidido, es que está la humanidad.

«¿Dónde estaba la policía?»

Hace algo más de dos años, luego de que se derrumbara el imperio de Bernard Madoff, aquel mago de las finanzas y reserva espiritual de Wall Street, acusado de estafar a sus inversores alrededor de 50.000 millones de dólares, Dominique Strauss-Kahn, director del Fondo Monetario Internacional preguntó sorprendido: “¿Dónde estaba la Policía?”
Cándido como nadie y cínico como todos, Strauss-Kahn no lo sabía. No era él político francés, a quien hasta hace unos días parecía destinada la presidencia de su país, el único en ignorarlo. Los grandes medios tampoco encontraban la respuesta.
¿Dónde estaba la policía? ¿Por qué no estaba en el exclusivo club de golf donde Madoff establecía sus contactos y hacía sus negocios? ¿Por qué no estaba investigando los tantos asesores que tuvo el delincuente y que ni siquiera resultaron salpicados? ¿Por qué no estaba la policía en los despachos de los directores de las grandes finanzas? ¿Por qué no estableció controles en los pasillos de la Bolsa o efectuó redadas entre los accionistas? ¿Por qué no decomisó balances o sometió las alzas a estrecha vigilancia? ¿Por qué no practicó un allanamiento en la residencia habitual del millonario?
Uno, simple espectador que casi no sale de su casa, sin acceso a fuentes fidedignas o infundados rumores, sin más medios que el balcón al que asomarse ni más asesoría que el vecino, en su pequeño pueblo, sin embargo, conocía las respuestas que los rectores del mundo ignoraban: la policía estaba persiguiendo carteristas, desmantelando rateros, atropellando emigrantes, disparando a estudiantes, torturando presos, golpeando huelguistas, disolviendo derechos…en fin, en sus comunes afanes.
Dominique-nique-nique… no lo sabía. De hecho, y como corresponde al cargo que ocupaba al frente de esa mafia monetaria, ya tenía unos cuantos años de impune ejercicio como consumado violador de economías y había ejercido toda suerte de desmanes contra la humanidad, acosando derechos y agrediendo principios, transformando la escasez en miseria y el sueño en pesadilla, hasta con tiempo para personales desenfrenos sexuales y espléndidos despilfarros sin que apareciera la policía.
Dominique-nique-nique… no lo sabía pero, a veces, la policía se equivoca.