Del prior de la Abadía de la Oliva a Marcinkus

En tres breves párrafos define www.turismo.navarra.es la Abadía cisterciense de la Oliva en la ribera navarra. Si en algo se insiste en tan conciso sumario es en el “oasis de paz y tranquilidad” (primer párrafo) en el que “resulta fácil pasar las horas en tranquila y permanente meditación” (segundo párrafo) para que “tu visita te permita descubrir el valor del silencio” (tercer y último párrafo antes de pasar a “más información” para que quien se anime a visitar la abadía, asista a sus liturgias cantadas, compre vinos tintos y rosados (Denominación Origen Navarra), pernocte en la abadía y visite los alrededores, siempre que “se vista con decoro y se guarde silencio”.

En los alrededores de tan apacible oasis se encuentra el polígono de tiro de las Bardenas, el mayor de Europa, donde cazas a reacción del ejército español y de la OTAN ensayan la guerra. El prior de la orden religiosa afirma ya estar acostumbrado al ruido y a los accidentes que genera un polígono cuyo desmantelamiento se viene exigiendo desde hace 66 años pero que a la orden religiosa y a algunos caciques de los pueblos próximos les supone una vergonzosa dádiva a la que no quieren renunciar. “Somos hijos de nuestro tiempo y de nuestras circunstancias” se justifica el prior.

Antes que él, Paul Marcinkus, aquel príncipe del Vaticano encargado de las finanzas de la Iglesia que estuviera detrás del caso del Banco Ambrosiano, el mayor escándalo financiero en Italia, y la media docena de crímenes que supuso su quiebra; que también fue vinculado al secuestro y desaparición de la niña italiana Emanuela Orlandi, al asesinato de Juan Pablo I, a tráfico de oro, a pederastia… y que jamás respondió ante la justicia terminando sus días en una lujosa mansión de Arizona jugando al golf, lo resumió entonces con la misma precisión que ahora el prior de la Oliva: “No se puede administrar la Iglesia solo con avemarías”.

(Euskal presoak-euskal herrira),

 

Los telemaratones

Los telemaratones siempre me han provocado sentimientos contradictorios y avivado tristes recuerdos. Cada vez que, a través de algún medio, asisto a una colecta pública para que la solidaridad de la gente compense la desidia del Estado en asuntos tan básicos como la salud o la educación, me admira constatar que haya gente generosa y dispuesta a aportar lo que pueda en respaldo de una hermosa causa, pero también vienen a mi memoria aquellos programas de radio de mi infancia como “¡Ustedes son formidables!” con Dvorak y su Sinfonía del Nuevo Mundo como contrapunto dramático al llamado a ejercer la caridad cristiana. Han pasado los años, otros son los argumentos, pero se sigue dependiendo de la generosidad pública para investigaciones, servicios, causas de primer orden a las que el Estado se niega a dar respuesta.

Temo que los próximos telemaratones sean para adquirir camillas o pupitres o pagar la factura de la luz, pero quiero soñar que llegará un día en que, si aún hay telemaratones porque el Estado no responda a sus obligaciones, sea la solidaridad de la gente, no sus impuestos, la que se encargue de renovar la fuerza aérea, de comprar más tanques y armas, de rescatar a los bancos, de mantener al monarca y su familia,..

(euskal presoak-euskal herrira)

¿Qué va a hacer Europa?

 

Contraviniendo toda clase de principios y acuerdos, y al margen de cualquier atisbo de sensatez y razón, Jerusalén se convierte en la capital del Estado de Israel con la venía de Estados Unidos y a pesar de lo que diga el mundo. En el funeral de la vergüenza acompaña al cadáver la Unión Europea que, como es habitual, no va a poder contener su indignada histriónica aflicción.

¿Qué puede hacer Europa para evitar esta nueva infamia? Nada. Lo que acostumbra. Rogar mesura para que la respuesta del régimen sionista, que será el agredido desde que los grandes medios hagan su trabajo, guarde la proporción debida y, aunque en Palestina la vida se cotiza a la baja, no provoque más muertos de lo deseable.

La Unión Europea ya hace años que hizo sus deberes convirtiendo, de hecho, a ese Estado genocida en otro miembro más de su selecto club con quien mantiene estrechos acuerdos militares, industriales, agrícolas, universitarios, culturales, policiales, de todo tipo. Hasta en lo deportivo Israel es ya miembro de la “Champions” y de la “Europa Ligue” de fútbol, y de todos los torneos europeos de baloncesto. El próximo Giro de Italia arrancará, precisamente, en Jerusalén.

A la Unión Europea solo le cabe hacer lo que mejor hace: teatro. Podrá alegarse que la obra es una mierda, que el texto es indecente y el elenco impresentable, pero es la obra que más años lleva en cartelera (70 años), resolución tras resolución desde 1947, y el gran público sigue tragándose la función y creyendo que Europa la compuso Beethoven.

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Euskal memoria

Encomiable la labor que desde hace ocho años años viene haciendo la Euskal Memoria Fundazioa (www.euskalmemoria.com) avivando la memoria del pueblo vasco para que no quede en el olvido su historia. Publicaciones que este año, en su octava entrega, nos ofrece esos imprescindibles “Nombres para recordar” (Joseba Zabalza) con quienes tenemos, entre otras deudas, la de la memoria. Son 457 páginas de hechos, imágenes y nombres, como los de Antón Fernández Elorriaga y Josu Murueta Moratilla, asesinados por la policía española en Erandio por reivindicar su derecho a respirar aire en un contaminado pueblo. Cuando la nube tóxica ya resultaba insoportable y la protesta se generalizó, la policía española disparó contra los vecinos en los llamados “sucesos del gas” de 1969.

El cantautor Imanol Larzabal recogió la lucha del pueblo y el crimen de sus vecinos en una entrañable canción: Caminito de Erandio.

Caminito de Erandio rema que rema, va una gabarra madre, negra muy negra. Caminito de Erandio, carbón y pena, dispararon al aire, rema que rema. Dispararon al aire, era tiempo de caza, la veda abierta madre, y en la gabarra tres cuerpos blancos, tres almas negras. Caminito de Erandio carbón y pena, cuándo romperemos cotos, madre, en esta tierra”.

(Euskal presoak-euskal herrira)