Las amenazas de España

Por si no bastara con la exclusión del Barcelona de la liga y de la copa española de fútbol, el empresario Lara ha hecho pública su amenaza de llevarse a Cuenca, Zaragoza o Madrid su editorial Planeta.

En previsión, sin embargo, de que tampoco estas duras represalias desalienten los ánimos independentistas catalanes, ya desde Madrid se estudia implementar un eficaz paquete de nuevas medidas que pongan fin a la quimera de la que advertía el monarca español.

En este sentido, el Consejo de Ministros que, en estos días, concedíala Gran Cruzdela Ordendel Mérito dela GuardiaCivilala Virgendel Pilar, podría no otorgar los mismos honores ala Virgende Monstserrat.

Peor todavía,  numerosas personalidades españolas que van a secundar la propuesta del ministro de Industria, José Manuel Soria, de no salir de vacaciones al extranjero donde “hace mucho calor y hay muchos mosquitos”, optando por hacer turismo en España, no volverían a pisar Cataluña que perdería el gozo de acoger la presencia del Ortega Cano,la Terelu Campos,la Barcina,la Belén Esteban, el Fabra,la Rosa Díez, el Jesulín,la Esperanza,la Campanario, el Boadella, el Pocero, el Sánchez Dragó,la Pantoja… y otros insignes representantes españoles.

Otra medida a ponderar sería descalificar a Pau Gasol como abanderado de la delegación española en la próxima olimpiada, así como retirar de Cataluña todos los toros Osborne y la estatua de Colón que se levanta en el puerto de Barcelona.

Por si no fuera suficiente con estas medidas para disuadir a los independentistas catalanes de sus propósitos, ningún cantante catalán podrá en el futuro representar a España en el festival de Eurovisión, y el ex presidente Aznar está considerando seriamente renunciar, incluso, a hablar catalán en la intimidad.

El propio rey de España, por si no bastara con sus discursos, también ha sugerido la posibilidad de no volver a a cazar elefantes a Barcelona.

Obviamente, es cuestión de días que Cataluña desista de sus propósitos separatistas.

 

 

 

 

 

 

Los peros de Urkullu

Decía recientemente Iñigo Urkullu que la independencia del País Vasco es muy bonita y le parece muy buena “pero que hay que ser conscientes del momento político, económico y jurídico actual”; que la independencia del País Vasco es un objetivo irrenunciable del Partido Nacionalista Vasco “pero que el concepto de independencia hay que trabajarlo, plantearlo y modularlo”; que la independencia del País Vasco es una meta de la que él también participa “pero que, de momento, sólo aspiro a un ejercicio mayor de soberanía”; que la independencia del País Vasco es el fin que plantea su partido, “pero que hay que esperar a que haya una voluntad mayoritaria”; que la independencia del País Vasco es el firme propósito por el que se trabaja “pero que es muy consciente del siglo en que vive…”

O lo que es lo mismo, que la independencia del País Vasco debe seguir esperando a otros momentos políticos, económicos y jurídicos; debe seguir esperando a que su concepto se trabaje, se plantee y se module algunos años más; debe seguir esperando a que se consigan mayores ejercicios de soberanía; debe seguir esperando a que se alcancen nuevas mayorías; debe seguir esperando, en definitiva, a un próximo siglo.

Total, sólo faltan 88 años para que entremos en el XXII, caso de que entonces, que podría ocurrir, no haya que seguir esperando a nuevas y favorables coyunturas, mayorías y cuotas de soberanía, y eso si para el nuevo siglo ya se ha trabajado, planteado y modulado lo suficiente el concepto independencia.

Alguien dijo una vez, y no se equivocaba, que la independencia del País Vasco sin el Partido Nacionalista Vasco sería muy difícil, pero con el Partido Nacionalista Vasco resultaría imposible.

 

El recambio de Rajoy

No ha sido fácil dar con el sucesor del actual presidente porque ineptos son todos, farsantes también, y por más despachos que se registren y cargos que se computen, cuando la competencia es tan cerrada por el número de aspirantes al diploma y los tantos honores que acumulan los pretendientes, no es fácil adwertir quién atesora la mayor deswertgüenza. Pero, no obstante lo surtido que se encuentra el wertedero popular de eméritas causas, puesto a hacer conjeturas, me arriesgo a promowert la candidatura de ese ordinario wertebrado de culto ministerio cuyo apellido prefiero reservarme para que ningún otro homínimo aspirante vaya  a sentirse ofendido.

En cualquier caso, seguro estoy de que cualquiera podría adwertir de quien estoy hablando sin necesidad de remowert demasiado la letrina nacional, que no hay día en que no aparezca conwertido en noticia sea por perwertir los más elementales principios educativos o por werter sobre los mismos toda la infame ignorancia que almacena, con una frecuencia que hasta me atrevería a calificar de wertiginosa si no fuera porque wértigo me da. No hay fundamento que no sepa inwertir ni derecho humano que no pueda disolwert.

La wertbenera insania nacional, consciente del descrédito que arrastra un introwertido presidente del que las urnas, subwertsivas a veces, no dejarían ni su cadáwert, ya está pensando, incluso, en mudar de asiento en la lista de espera hasta a su más contrawertida Esperanza. Y no se equivocan. Probablemente, en el wértice del cambio, no encuentren un wertdugo mejor que el aludido sinwertgüenza.

 

 

 

 

 

Diario íntimo de Jack el Destripador/51

Cuando los años pasan tanto como pesan y el simple hecho de incorporarte al día, tras ocho horas de ensueño, es más una fatiga que un café, soy consciente de que mi vida profesional está llegando a su fin.

Hasta hace unos días les confieso que temía fueran a ser parte de la historia mis épicas andanzas, limitado a recordarlas e incapaz de acometer alguna nueva.

Incontables son las causas que me han apartado de mi oficio y, entre tantas, la competencia desleal de Estados asesinos, masacrando gente al por mayor, a veces de bala, de hambre, de rutina, desde el anonimato y la impunidad, ha sido una de las que más ha influido en esta jubilación anticipada que, lo reconozco, me negaba a aceptar.

También los grandes medios de comunicación y su infame campaña de descrédito a mi persona, incapaces de reconocer el genio de un virtuoso artesano del destripamiento como yo he sido, mientras agotan todos los elogios habidos, por más amplio que sea el inventario, ante destripadores ungidos como monarcas, presidentes, jerarcas religiosos, jueces, banqueros, empresarios y dueños de medios.

Los mismos medios de comunicación que, en connivencia con Scotland Yard, tejieron en mi juventud mi fama de misógino achacándome los numerosos asesinatos de mujeres a manos de esposos, amantes, ex maridos, vecinos… y forzándome a emigrar ala RepúblicaDominicana.

Para la puritana moral inglesa y su patriarcal sociedad, era preferible centrar todo ese horror en una sola persona que aceptar que detrás de cada cuchillo feminicida siempre hay más de una mano y que ningún crimen tiene más complices que el que le cuesta la vida a una mujer.

Pueden o no creerme pero jamás he levantado la mano o el cuchillo contra mujer o infante, así fuera ella prostituta o insoportable el maldito niño. Siempre me limité a destripar pederastas, proxenetas y diputados. También a algún que otro banquero, cura y abogado… bueno… sí, también a ciertos periodistas, funcionarios y cronistas de arte… y si la memoria no me falla, a dos o tres taxistas.

En cualquier caso, ya no soy el mismo. Me falta ese vigor que ahora no tengo y que parecía anticiparía mi retiro.

Pero hace unos días, que lo que sí conservo es la cabeza, cuando ya me daba por perdido, descubrí una manera eficaz y limpia de seguir desempeñando mi profesión. Un método infalible, discreto, seguro. Un método que me permite eliminar uno diario, dos, veinte…y sin esfuerzo, sentado frente a mi ordenador.

Hace dos años que amanecí como miembro de Facebook el día en que, aburrida mi hija, me hizo numerario. Y bien, de improviso, gentes que no conozco, gentes que no debiera haber conocido nunca y algún que otro sincero afecto, comenzaron a mandarme mensajes interesados en ser amigos míos. Yo a todos complacía, uno detrás de otro…aceptado… aceptado…aceptado.

Sé que a estas alturas algunos avezados lectores de mi diario ya deben haber descubierto la fórmula que he hallado para seguir ejerciendo mi oficio. Y sí, esa misma es. Luego de alcanzar la cifra de 1.300 amigos, entre íntimos y desconocidos, ahora me dedico a eliminarlos.

Sólo tienes que empezar a revisar la página de Facebook, en eso que también llaman Estado y en el que van sucediéndose toda clase de informaciones y elegir la que mejor te cuadre.

Alguien que, antes de comer, considera imprescindible ponerte al tanto de la ingesta que se propone y cuelga la fotografía del plato; otro que te aporta una noticia, otra más que cambia su foto de perfil… tolerables todos mientras no abusen. Hasta que aparece el pastor y, lo que es peor, en medio de un sermón. Porque acepto amigos religiosos, pero no les permito que me exijan darle gracias a Dios, y reiterarlo, además, en media docena de mensajes consecutivos y facilitarme una lista de vídeos cristianos donde apacentar mi alma y arrepentirme no sé de qué.

Ahí es que pulsó sobre la pestaña “Amigos” y en cuanto aparece la opción de “eliminarlo” la aprieto y la confirmo. Ya cayó uno. Y sigo mi fúnebre ronda por el amplio inventario de amistades facebook arriba y abajo… hasta que aparece el siguiente: un orondo padre de la patria dominicana, posando el impecable traje y la tricolor al pecho, junto al cuadro enmarcado de su mentor. Que conste que respeto todas las ideas políticas y, precisamente, porque las respeto es que mi decisión es tan inmediata como inapelable: ¡Eliminado! Si las ideas surgen del cerebro ahí no había cabeza, tampoco ideas. Por si fuera poco, no se conformaba con su fotografía como presentación y aprovechaba el espacio de mis amigos, a quienes también debo respeto, para glosar la figura de algún impresentable del pasado o del presente y animarme a secundar su nuevo proyecto sostenido y sustentable para la sociedad dominicana, esa misma que aseguraban llevar en el corazón y que terminan llevando en la cartera.

Hay una que sigue buscando a su gato… que ojalá lo encuentre; otra que se ha ido de vacaciones a Asturias… que le vaya bonito; denuncias con las que me identifico, mensajes que comparto… hasta que aparece un presunto amigo empeñado en mostarme el interior de su moderno vehículo, sus prestaciones, sus artilugios…y recuerdo que era el mismo que unos días antes me mostrara su sofisticada cámara fotográfica… ¡Eliminado!

No faltan tampoco, aunque sean escasos, quienes falten al respeto a Cuba, Venezuela o el País Vasco, a Palestina, al Frente Polisario, a cualquier justa causa que el mundo persiga. Reconozco que son los que con más ahínco elimino, hasta con saña. He llegado, incluso, a aceptarlos nuevamente como amigos sólo para poder eliminarlos otra vez.

Ya he conseguido llevar la inflación de amigos que padecía a poco más de mil, y sólo estoy empezando mi labor. Irán cayendo, uno detrás de otro, desde que se confíen y me salgan con vainas de esas inaceptables, con ofertas, con propuestas al olvido…

Dentro de algunos meses ya sólo me quedarán algunos pocos cientos, y en un año quizás apenas unas docenas,  hasta que sólo queden mis amigas, mis amigos y Sara Pérez.

¿Hasta cuándo las matarán dos veces?

 

 Resulta deprimente constatar lo baldíos que pueden llegar a ser los esfuerzos desplegados durante años y por tanta gente, en el interés de que los medios de comunicación tomen conciencia de la violencia machista, de la discriminación de la mujer; de que  periodistas y comunicadores  vuelvan a reeducarse, a pensarse como tales.

Recientemente, el periodista de un matutino dominicano que refería el caso de dos militares muertos luego de que se balearan entre ellos, además de recurrir al falso y tópico titular de la muerte que emplaza a dos hombres “por el amor de una mujer”, se extendía, ya en la crónica, sobre la mujer en disputa, “manzana de la discordia” la llamaba, y otros comentarios en verdad indignantes.

Hace dos días volvía a repetirse el titular en referencia a otro suceso y en otro periódico: “Joven se suicida luego de fuerte depresión porque su novia lo dejó”. Y al igual que en la crónica anterior, el periodista que llama la atención del lector sobre la novia que abandonara al joven, hasta el punto de identificar a la novia por su nombre y apellidos (los dos), referir su romance, citar su edad… Sólo le faltó publicar su teléfono y domicilio.

Como si el amor fuera un virus letal, se responsabiliza al más hermoso de los sentimientos de ser la más miserable de las pasiones. Y el enfermo no es el amor, es la manera en que muchos hombres, demasiados, viven y matan el amor. Cada vez que un medio de comunicación al amparo de la crónica de un feminicidio da cobertura al amor, está realmente haciéndose cómplice de un asesinato, así sea como simple encubridor, porque convierte el amor, que no estuvo en la escena del crimen, en el más comprensible de los pretextos para una sociedad que sigue escondiendo en la bragueta, la de abajo y la de arriba, a su peor enemigo.

Por hablar o por callarse, por denunciarlo o por exculparlo, por soñar o por resignarse, nunca ha de faltar, hasta que lo impidamos, el insulto, la amenaza, el golpe de un macho despechado y violento. Por salir o por quedarse, por obediente o por insumisa, por fuerte o por vulnerable, nunca ha de faltar, mientras lo consintamos, la discriminación, la violación, la violencia machista. Porque es por ser mujer que se la margina, que se la excluye, que se la mata.

Y ello ocurre con la connivencia de una justicia que descarga de culpa al acusado so pretexto de provocaciones o arrebatos; con la indolencia de una Iglesia que no tiene más propuestas que el arrepentimiento y la oración; con el beneplácito de un Estado que siempre se las ingenia para encontrar alguna nueva prioridad en las que disponer políticas y recursos; con la indiferencia de una sociedad que sigue sin exigir respuestas porque en su triste ignorancia ni siquiera es consciente de la más terrible tragedia que afecta a su desarrollo y a su convivencia; y con la complidad de unos medios de comunicación que siguen amparando en crónicas y titulares los llamados “delitos pasionales”.

 La culpa de esta reiterada insistencia con que los medios de comunicación contribuyen a la cultura que encumbra la violencia machista, no es sólo de los periodistas. Los directores y dueños de los medios son quienes más podrían hacer por estimular en sus redacciones y estudios otra visión y, en consecuencia, otras maneras, porque es desalentador, aunque esta columna desmienta mi estado de ánimo,  seguir asistiendo, un día sí y otro también, a crónicas infames que sirven de coartada a esa violencia y que, incluso, atentan contra la propia ética periodística… digo, si es que el delito del lucro que, por cierto, también es pasional, la ha dejado con vida.