Los peros de Urkullu

Decía recientemente Iñigo Urkullu que la independencia del País Vasco es muy bonita y le parece muy buena “pero que hay que ser conscientes del momento político, económico y jurídico actual”; que la independencia del País Vasco es un objetivo irrenunciable del Partido Nacionalista Vasco “pero que el concepto de independencia hay que trabajarlo, plantearlo y modularlo”; que la independencia del País Vasco es una meta de la que él también participa “pero que, de momento, sólo aspiro a un ejercicio mayor de soberanía”; que la independencia del País Vasco es el fin que plantea su partido, “pero que hay que esperar a que haya una voluntad mayoritaria”; que la independencia del País Vasco es el firme propósito por el que se trabaja “pero que es muy consciente del siglo en que vive…”

O lo que es lo mismo, que la independencia del País Vasco debe seguir esperando a otros momentos políticos, económicos y jurídicos; debe seguir esperando a que su concepto se trabaje, se plantee y se module algunos años más; debe seguir esperando a que se consigan mayores ejercicios de soberanía; debe seguir esperando a que se alcancen nuevas mayorías; debe seguir esperando, en definitiva, a un próximo siglo.

Total, sólo faltan 88 años para que entremos en el XXII, caso de que entonces, que podría ocurrir, no haya que seguir esperando a nuevas y favorables coyunturas, mayorías y cuotas de soberanía, y eso si para el nuevo siglo ya se ha trabajado, planteado y modulado lo suficiente el concepto independencia.

Alguien dijo una vez, y no se equivocaba, que la independencia del País Vasco sin el Partido Nacionalista Vasco sería muy difícil, pero con el Partido Nacionalista Vasco resultaría imposible.

 

El recambio de Rajoy

No ha sido fácil dar con el sucesor del actual presidente porque ineptos son todos, farsantes también, y por más despachos que se registren y cargos que se computen, cuando la competencia es tan cerrada por el número de aspirantes al diploma y los tantos honores que acumulan los pretendientes, no es fácil adwertir quién atesora la mayor deswertgüenza. Pero, no obstante lo surtido que se encuentra el wertedero popular de eméritas causas, puesto a hacer conjeturas, me arriesgo a promowert la candidatura de ese ordinario wertebrado de culto ministerio cuyo apellido prefiero reservarme para que ningún otro homínimo aspirante vaya  a sentirse ofendido.

En cualquier caso, seguro estoy de que cualquiera podría adwertir de quien estoy hablando sin necesidad de remowert demasiado la letrina nacional, que no hay día en que no aparezca conwertido en noticia sea por perwertir los más elementales principios educativos o por werter sobre los mismos toda la infame ignorancia que almacena, con una frecuencia que hasta me atrevería a calificar de wertiginosa si no fuera porque wértigo me da. No hay fundamento que no sepa inwertir ni derecho humano que no pueda disolwert.

La wertbenera insania nacional, consciente del descrédito que arrastra un introwertido presidente del que las urnas, subwertsivas a veces, no dejarían ni su cadáwert, ya está pensando, incluso, en mudar de asiento en la lista de espera hasta a su más contrawertida Esperanza. Y no se equivocan. Probablemente, en el wértice del cambio, no encuentren un wertdugo mejor que el aludido sinwertgüenza.