Paradojas deportivas

En el fútbol, las patadas al contrario se pitan y te expulsan.

En el baloncesto, las faltas se castigan y te expulsan.

En el ciclismo, las trampas se sancionan y te expulsan.

En el deporte, el juego sucio se reprime y te expulsan.

En la política, los exabruptos, las mentiras, la incompetencia, la necedad…

A eso se debe que Rajoy se dedique a la política.

Un cretino es un cretino

 

Decía Perich, uno de los más grandes filósofos catalanes al que algunos tenían por humorista, que la prueba de que en Estados Unidos cualquiera puede llegar a ser presidente la teníamos en su presidente.

Se refería a Nixon, todo un cualquiera que había sucedido en la Casa Blanca a otros cualquiera, y que dio paso en la presidencia de Estados Unidos a una caterva de presidentes que, además de demostrar una absoluta carencia de cualquier virtud, y especialmente de escrúpulos, tuvieron en común ser unos cualquiera.

En el Estado español, sin embargo, no cualquiera puede llegar a ser presidente. A su condición de cualquiera debe agregar un prominente grado de cretinismo que, no obstante la cerrada competencia entre los candidatos, solo a los imbéciles más sobresalientes les es dado.

Mariano Rajoy, toda una eminencia en el arte de hacer el ridículo, volvía a ponerse en evidencia en estos días: “Un plato es un plato y un vaso es un vaso”.

Años antes, Ana Botella, entonces alcaldesa de Madrid, ya había aportado en la misma línea deductiva algunos trascendentales destellos de su lucidez cuando afirmó: “La manzanas no son peras, y una manzana y una pera no son dos manzanas”.

Como uno, al fin y al cabo, también es un cualquiera, permítanme acabar aportando una sesuda reflexión al respecto, tan propia como compartida: Rajoy es un cretino, y quienes votan y eligen a un cretino también son unos cretinos.

(Euskal presoak-Euskal herrira)

 

 

 

 

¡Adiós España!

  • Así fueran Euskalherria,  Catalunya o Galizia esa absurda quimera que amenaza el rey, el localismo estéril que pregonan Aznar o Mister X, o el dilema imposible al que Rajoy apela cada vez que oye el repique de la independencia salpicando las cuentas y los cuentos del patético reino que administra; así el repudio europeo nos aislara y fuéramos remitidos a un funesto e irremediable ostracismo, a un eclipse total de sol y luna, al cuarto oscuro en que purgar impulsos secesionistas y expiar extravagancias libertarias; así quedáramos anclados en la nada que el gobierno español nos augura y desea… ¡Agur España!

    Así nos excomulgara el Vaticano y fuéramos consignados al limbo; así una pléyade de ilustres matamoros nos negara el favor desde los medios por practicar nacionalismos periféricos; así la Armada Invencible nos conminara a rendir unos delirios que asegura no tienen más destino que el naufragio… ¡Adéu España!

    Así fuéramos un páramo, un desierto, una laguna seca, una charca a la deriva, un salivazo en medio de un desagüe, un acertijo en ruinas; así se aguara el vino, así no hubiera pan sobre la mesa, así no hubiera mesa, tampoco sol ni estío… ¡Adeus España!

    Porque estamos hartos de tricornios, monteras y coronas, de golpes de charol y charreteras; hartos de campeadores y cachulis, de nazarenos y de macarenas, de pelayos, pizarros, poceros y pantojas; hartos de escapularios, mantillas y peinetas, del toro de Tordesillas y de la vaca lechera, de las duquesas del alba, de los borbones de copas; hartos de su torpeza, de su necedad, de su arrogancia; hartos de su intolerancia, de su impune violencia, hartos… ¡Adiós… España!

     

El buitre

Una de las imágenes que mejor ha retratado nuestro estilo de vida, nuestro modelo de desarrollo, tuvo como protagonistas a una niña, a un buitre y a un fotógrafo.

Hace ya unos cuantos años Kevin Carter tomaba la fotografía que lo llevaría a ganar el premio Pulitzer de fotoperiodismo, cuando el objetivo de su cámara se tropezó en Sudán con una niña reclinada sobre sus largos huesos, sola y desnuda, a punto de desplomarse. A escasos metros, un buitre esperaba por el festín.

Cuando Carter recibió el premio maldijo la hora en que hizo aquella foto. Meses después se suicidaba. Nunca consiguió dejar de verla.

De los protagonistas de aquella historia sólo ha quedado uno con vida: el buitre.

En estos días, la imagen de Aylan, un niño kurdo muerto sobre la arena de una playa turca, al igual que aquella gráfica de Carter, también ha dado la vuelta al mundo denunciando la misma canalla hipocresía. Al igual que entonces, de esta otra historia solo quedará un superviviente: el buitre.

(Euskal presoak-Euskal etxera)

Nuestros invitados

Cada vez que el llamado primer mundo deposita en costas africanas sus tóxicos residuos o esquilma sus mares arrasando los caladeros de Somalia y de otros pueblos, además de las muertes y la destrucción que provoca y emplaza para el futuro, está invitando a quienes enferma y mata a emigrar a Europa y a Estados Unidos.

Cada vez que los intereses del mercado suman o restan beneficios, quitan o ponen gobiernos, trazan o mueven fronteras, están invitando a quienes dividen y matan a emigrar a sus enormes y pobladas urbes.

Cada vez que en nombre del progreso, con nuestra indiferencia o nuestros votos, arruinamos sus campos, saqueamos sus minerales,  hurtamos sus recursos, les llevamos la guerra a Siria, a Libia, a Palestina… estamos invitando a quienes hemos despojado de bienes y derechos a emigrar al piso de al lado.

Ignoro si podrán aportarnos la cordura que aquí ya no tenemos, la dignidad que hemos perdido, la razón que negamos, tal vez ese amor que nos compense el odio en que vivimos. Ignoro si podrán ayudarnos a desarmar nuestra hipocresía, nuestra avaricia, a restaurar la ética. Ignoro si podrán enseñarnos a compartir, a que aprendamos a ser naturaleza… pero lo que me consta, es que no son refugiados, ni emigrantes, ni indocumentados… Son nuestros invitados.

(Euskal presoak-Euskal etxera)