Los jueces no tienen nombre

(De Gara)Todo acaba por saberse. Ni los jueces tienen nombre ni la justicia apellidos. Ocurre que los jueces, más que preocuparse por su buen nombre, se ocupan de no tenerlo. Tampoco apodos. A fin de cuentas, lo habitual es que los nombres de los jueces queden tras los nombres de los casos.

A los jueces, sin embargo, en su alta investidura, nada los define mejor que las togas con las que visten sus fallos. La más barata, la “Toga Básica”, “liviana, de uso intensivo y fácil cuidado”. Para jueces capaces de congeniar línea y precio, la “Toga Lienza Iure aporta presencia”, (casi preside sola el tribunal), y lleva “cierre de broche delantero”. LaToga Lienza Gratia, es confortable y aporta distinción”. Como la Iure, también aporta “presencia” aunque por 165 euros, y llevavistas y espalda en Raso de Seda Artificial Italiana”.

Queda en catálogo la “Toga Lienza Extra”, la más cara. “Exclusiva, aporta una presencia sin igual”, y resalto el sin igual del caso. Máxima ligereza y resistencia a la arruga.

Y bien, si tampoco nos sirven las togas para nombrar a los jueces, pues que sean las insignias, las medallas, los collares, de los que hay grandes surtidos, y si no, que se les nombre por los birretes, y si tampoco, pues por las puñetas.

(Preso politikoak aske)

Chascarrillos navideños

Hablábamos algunos en el comedor de la residencia San Jose Egoitza de “Azkoitia” de lo bueno que sería, como manda el protocolo, anticiparnos con nuestra propia carta al olentzero, a los regalos que en su nombre acostumbran la Diputación, Biharko o algún ayuntamiento próximo por estas fechas.

La verdad es que nos conmueve, y lo agradecemos, esa constancia con que el olentzero nos renueva la colonia Brummel anual y pone en nuestras manos esas tradicionales cremas “afther shave” para que nos mantengamos afeitados y fragantes, pero si algo quieren, de verdad, hacer por los residentes, aquí, lo que viene siendo urgente, insoportablemente urgente en esta residencia es: personal.

Personal de todo tipo. Lamentablemente, por si no lo sabían, no hay nada que pueda hacerse en beneficio de los residentes que no requiera personal; ninguna idea que contribuya a mejorar la calidad de vida de los residentes que no exija personal y, paradójicamente, personal es lo primero de lo que la empresa prescinde.

La falta de personal es palpable y provoca retrasos, abandonos, ruidos, olvidos, errores, accidentes… mal humor de fondo.

Por ello soñamos con que la residencia vuelva al seno del pueblo, física y emocionalmente, y quede clara la diferencia entre lo público y lo privado.

Una residencia de mayores gestionada por un municipio tiene como objetivo el bienestar de sus residentes. Parte del principio de que a más recursos humanos, mayor es también la calidad del servicio que se ofrece a los residentes. Su función, como institución pública, es velar por ellos.

Una residencia de mayores gestionada por una empresa tiene como objetivo el lucro de sus accionistas. Parte de la suma de que cuanto menos personal, mayores van a ser los márgenes para el negocio. Su función, como empresa privada, es velar por los beneficios.

Por eso las residencias no debieran ser un negocio. Por eso el Olentzero va a volver a pasar de largo.

(Preso politikoak aske)

Preguntas que te cambian la vida

Corrían los años sesenta y mi hermana Mey, que tenía entonces doce años, uno menos que yo, de improviso, como si no viniese a cuento, me hizo una de esas preguntas que te cambian la vida: “¿Por qué yo tengo que hacer tu cama?”

Aún siendo menor, Mey llegaba a todas las citas pendientes de la vida mucho antes que yo y, además, hasta mejor documentada. Ella me enseñó a abrir puertas que no sabía ni que existían, a hacer de la criticidad una herramienta básica para la vida, y a reivindicar espacios libres y equitativos en los que nadie sacrificara nada que le fuera vital.

¿Por qué tengo yo que hacer tu cama?”

La pregunta me la hizo serenamente, sin alterarse, mirándome a los ojos, como si no dependiera de mi respuesta para saberlo. De hecho, mi hermana solo me estaba dando la oportunidad de que dejara de seguir ignorando que, en casa de mi madre, mis dos hermanas tenían, entre otras obligaciones, la de hacernos las camas a los tres varones.

Desde entonces no he dejado nunca de hacer mi cama. Incluso, en la residencia de mayores en la que ahora vivo me sigo haciendo la cama como un guiño agradecido que mantengo con Mey y su memoria. Hay preguntas que te cambian la vida… si te atreves a responderlas.

(Preso politikoak aske)

¿Dónde está Aurora Wiwonska?

El 7 de diciembre del 2001 la dominicana Aurora Wiwonska Marmolejos, de 22 años y madre de una niña de año y medio, en un arranque inesperado y a las puertas de un club de la capital dominicana en el que la empresa para la que trabajaba ofrecía una fiesta navideña a sus empleados, se quitó los zapatos y echó a correr por las proximidades de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Momentos antes había sostenido una discusión con su marido, Pedro Polanco, que, aunque no trabajaba en esa empresa, había sido invitado por ella. A la salida del local, él se dispuso a llamar por su celular a un taxi para regresar a casa, eran más de las diez de la noche, cuando Aurora Wiwonska, según declaró el esposo, se quitó los zapatos y echó a correr. Desde entonces, y ya han pasado 22 años, nadie ha vuelto a ver a Aurora Wiwonska Marmolejos. Tal vez porque, discreta, corría descalza para no hacer ruido. Una carrera urdida de improviso, como si fuera a detenerse a los tres pasos y no tuviera intención de prolongarla todos estos años. Nada se llevó en su frenética carrera, ni un pasaporte, ni dinero, ni una maleta con ropa, ni una fotografía de su hija, nada. Tampoco se despidió de nadie, ni siquiera de su marido. Simplemente, se quitó los zapatos y echó a correr cuesta abajo, por una calle a oscuras y vistiendo una elegante falda tubo, una de esas faldas que apenas sí te permiten mover los pies. Y corriendo ha cruzado, desde entonces, su menuda figura frente a todas las comisarías de policía de la ciudad que no la vieron nunca, que nunca la han sabido; corriendo ha ido dejando atrás pesquisas inconclusas y reportes a doble espacio; siempre corriendo, Aurora Wiwonska atravesó un original y tres copias, dio la vuelta a un formulario verde, recorrió sin detenerse cuatro informes anexos, dos sellos gomígrafos y algunas presunciones, incansable al desaliento, sin que la detuvieran los indicios, ni las legítimas sospechas. Corriendo le ha pasado por el lado a tres pruebas periciales, ha dejado atrás el esperticio, ha cruzado indagatorias y testigos que sirvieron, al menos, para saber que aún corre, que Aurora Wiwonska tiene 22 años corriendo. No la ha visto la jueza que dictaminó su olímpica odisea por calles y avenidas de Santo Domingo, como si desaparecer en la República Dominicana fuera un ejercicio común e impune que no requiere más averiguaciones. No la ha visto la Policía, nadie la ha vuelto a ver, ni siquiera su hija, 22 años después. Súbitamente, sin tiempo ni para despedirse, Aurora Wiwonska decidió emprender esa carrera en la que todavía persiste y de la que nadie es responsable, como si fuera una fatal ocurrencia de medianoche, como si súbitamente le asaltaran las ganas de correr el resto de sus días y se lanzara a tumba abierta por las calles de la ciudad, hasta ella misma olvidarse de sus pasos.

(Preso politikoak aske)

Carta pública a los extraterrestres

Estimados alienígenas. Ignoro si esta enésima carta que les envío llegue finalmente a su platillo volador pero, si así fuera, les ruego ponderen mi solicitud y actúen en consecuencia. De más está decirles que nada me importa su repugnante viscosidad o sus asquerosas escamas verdes, porque conozco demasiados humanos que, aún con mejor apariencia que ustedes, son mucho más nauseabundos.

Tampoco tienen que convencerme, de animarse a invadirnos, de que sus funestos propósitos sean dignos de respeto, porque también sé de virtuosas intenciones humanas más repulsivas que las suyas. Solo quiero que sepan que si atacan nuestro planeta me pongo a su entera disposición y de manera desinteresada, sin necesidad de que tengan que justificarse en su sagrado derecho a defenderse, de que sus bombardeos sean humanitarios, de que van a matar guardando las debidas proporciones y de que su genocidio se ajuste al derecho internacional.

Les animo a proceder a la menor brevedad y que no abriguen temor alguno a los posibles daños colaterales cuando apliquen con divina precisión su profiláctica limpieza (corte de hierba le pueden llamar). Recuerden que el fin justifica los medios.

Si los abanderados de la democracia y la libertad pueden matar en nombre de la vida y hacer la guerra en nombre de la paz, también ustedes, estimados alienígenas, pueden enmascarar sus genocidios con los mismos pretextos, que no estarán haciendo nada que los dueños del mercado no estén haciendo con sobrada insistencia e impunidad.

Sí les suplico, para cuando se decidan a dejar caer sus naves sobre este planeta, que hagan bien el trabajo, que no dejen nada para el día siguiente y que, si es posible, comiencen su operación “Ratas de la Tierra” por Israel, que no dejen piedra sobre piedra, que no queden ni las lamentaciones de sus muros, que arrasen con todo, que pulvericen a ese criminal gobierno y, ya de paso, que se lleven también por delante la Casa Blanca, la Otan, la Bolsa, el BM, el FMI… Agradeciendo su atención prestada, besa sus escamas o lo que sea que tengan. Koldo Campos.

(Preso politikoak aske)