Nosotras y el enemigo

Nosotras, y cuando digo nosotras hablo de las personas que insistimos en soñar un mejor mundo posible que se caracterice por la defensa de la dignidad humana, cometemos errores. Y erramos porque lo que nos explica, lo que da sentido a nuestras vidas e inquietudes, es la búsqueda de la razón, de la verdad. El camino hacia esa sociedad de iguales en la que ninguna persona sea discriminada por su sexo, su color, su condición social… no es una tarea fácil, tampoco simple. No lo es, entre otros motivos, porque quienes en ello andamos lo hacemos, en muchos casos, con viejos zapatos que aunque no nos representen siguen siendo los nuestros, y porque cuesta despojarse de todos los cuentos con que hemos ido creciendo, tanto como es duro amueblar el solar de un pensamiento propio que seguimos limpiando de escombros.

El enemigo, sin embargo, que no suele tener más diferencias que las que, a veces, provoca el reparto del botín, no se equivoca nunca. Y no yerra porque le importa un carajo la dignidad humana, así se persigne antes y después de cada delito; porque se la suda la razón y el derecho, por más que invoque su gracia entre canallada y canallada; y porque le trae al pairo la verdad, esa gran extraña que prostituye cuanto más la miente.

Moraleja: Cuando el enemigo te elogie, hay que revisarse.

(Euskal presoak-euskal herrira)

La ONU toca fondo

Hace unos cuantos años, a raíz de que Evo Morales propusiera en la ONU trasladar la sede de ese organismo a otro país, el embajador estadounidense en Bolivia, Phiplip Goldberg, quiso hacer una gracia y salió al paso de las declaraciones del presidente boliviano afirmando que solo le faltaba pedir también el traslado de Disneylandia.

Ante la indignada protesta de la cancillería latinoamericana por el exabrupto del representante del Imperio, el embajador se disculpó en el más genuino estilo “americano”, culpando a los demás de sus disculpas, reprochando que nadie advirtiera lo que sólo pretendía ser una broma ante la “insólita” pretensión del líder aymara.

Tampoco era la primera vez que en el propio seno de las Naciones Unidas se pedía el traslado de la sede de esa organización a otro país, entre otras razones, por la permanente vulneración por parte de los Estados Unidos de los acuerdos que rigen el funcionamiento de esa organización internacional, llegando, incluso, a negar la visa a representantes de países miembros de Naciones Unidas o a crear toda clase de dificultades a funcionarios y delegados de las naciones representadas en esa institución, para no hablar de invasiones a países miembros por parte del ejército estadounidense en contra del parecer de Naciones Unidas o de la negativa de los Estados Unidos a aportar los recursos económicos comprometidos a organismos como la UNESCO.

El problema con las “bromas”, especialmente, cuando son tan burdas, tan zafias, es que ponen en evidencia a los bromistas, por más embajadores que sean. Y en evidencia quedó el embajador estadounidense al no reparar en la diferencia que existe entre una empresa privada estadounidense, como Disneylandia, de una organización internacional, “propiedad” de algunos cientos de países.

Estados Unidos puede hacer lo que le venga en gana con Disneylandia o con los Spurs de San Antonio o los Medias Rojas de Boston porque son empresas estadounidenses, sujetas a sus reglas y procedimientos. La Organización de Naciones Unidas no es de su propiedad, y si su sede se estableció en Nueva York fue porque así lo decidieron los países miembros en su día, decisión que, perfectamente, puede y debió modificarse la primera vez que Estados Unidos vulneró sus compromisos al respecto.

La gracia de Philip Goldberg dos cosas ponía de manifiesto. La primera, su creencia, temo que compartida por el gobierno que entonces representaba, de que Naciones Unidas es un organismo estadounidense, “made in USA”, obligado a responder exclusivamente a sus intereses.

La segunda, todavía más elocuente y dolorosa, es que ninguna diferencia existe entre Naciones Unidas y Disneylandia. Y en eso, a mi pesar, debo darle la razón al embajador.

Y lo subrayo hoy en que la ONU acaba de designar como “embajadora honorífica” de esa institución a Wonder Woman, también conocida como “la Mujer Maravilla”, suerte de Barby disfrazada de Capitán América, “por el empoderamiento de las mujeres y niñas en el mundo”.

La referencia que las niñas y mujeres bolivianas, hindúes, mauritanas, de cualquier rincón del mundo, deben tener presente para su empoderamiento es una mujer blanca, de exuberantes proporciones encorsetadas en un breve uniforme en el que, además, de sus formas sobresale la bandera estadounidense.

La ONU no solo es Disneylandia. También se ha convertido en Hollywood, y dadas las circunstancias, hasta oportuno me parece que las reuniones de su asamblea general se trasladen al famoso parque de atracciones o a los estudios de cine de Los Angeles, para que sesionen sin necesidad de quitarse las caretas, Wonder Woman, Batman, Micky Mouse, Pluto, Popeye, el pato Donald y demás personajes de la fauna de Disneylandia y Hollywood; para que puedan Tom y Jerry extorsionar graciosamente a sus oponentes y llenar el hemiciclo de otras alimañas; para que el Consejo de Seguridad quede conformado, finalmente, por sus más eméritos representantes: el Capitán Garfio, Cruella De Vil y la madrastra de Cenicienta.

Es decir, tal como ahora, pero sin disfraces.

(euskal presoak-euskal herrira)

The Wonder Woman

 

Naciones Unidas necesita volver a nacer. A lo largo de sus 71 años de existencia ha dado tantas muestras de incompetencia garantizando la paz en el mundo que propone en sus principios, tantas como las que ha fallado para prevenir agresiones o defender los derechos humanos, que resulta imprescindible que se refunda. Basta asomarse al mundo en estos días para confirmarlo. Su propia organización y funcionamiento es el primer escollo para que todos los buenos propósitos contemplados en su carta de fundación sean algo más que palabras.

Hay guerras, como las que han destruido Iraq, Libia, Siria o Yemen; olvidos, como el que sufren saharauis y palestinos; embargos, como el que padece Cuba, entre otros ejemplos, que denuncian la ineficacia de la ONU. Se multiplica la violencia machista, el racismo, la explotación infantil, mientras un extenuado planeta acelera su fractura y Naciones Unidas sigue mirando para otro lado. Tal vez no sea un ejemplo de la incompetencia de la ONU tan terrible, tan sangrante, pero la decisión que esa institución acaba de adoptar nombrando embajadora honorífica de la ONU a Wonder Woman (la Mujer Maravilla) para el empoderamiento de las mujeres y niñas en el mundo es, probablemente, el que mejor refleja su fracaso.

(euskal presoak-euskal herrira)

Altsasu, Mesa y los medios

 

Sobre lo sucedido en Altsasu, según la versión oficial que dieron por buena los grandes medios, el gobierno de Navarra y no pocos contertulios profesionales y políticos, llama la atención la magnitud de la agresión y la nimiedad de sus consecuencias. Se nos ha contado que medio centenar de violentos individuos agreden salvajemente, como es natural en gentes de su condición proetarra, a dos guardias civiles de paisano acompañados de sus esposas o novias, propinándoles toda clase de golpes: puñetazos, patadas… Si a esto le sumamos que el linchamiento general (dice La Sexta) tuvo lugar a las 5 de la mañana y con los violentos, además, borrachos, cabe pensar en unas fatales consecuencias que, sin embargo, se quedaron en un tobillo roto y algunas magulladuras. De hecho, un día más tarde era dado de alta el único hospitalizado.

Bastaría hacer uso de eso que se llama cerebro para concluir que o se está exagerando el carácter de la agresión o se están minimizando las lesiones. O lo que es lo mismo, que o bien se trató de una bronca entre unos cuantos a las puertas de un bar en un pueblo en fiestas, o interesadamente se están tratando de ocultar los muertos.

Pero al margen de lo que se pueda deducir a tenor de la versión oficial, lo que en verdad me asombra es la credibilidad con que medios y políticos, sin interesarse por conocer otras versiones han aceptado la oficial, y ya no por lo verosímil que pudiera parecer sino porque su principal valedor, Arsenio Fernández de Mesa y Díaz del Río, director de la Guardia Civil, es un fabulador compulsivo.

Con independencia de que es parte interesada, que eso sería lo de menos, se trata de un contumaz mentiroso del que los medios tienen puntual conocimiento.

Según he leído en elplural.com, Mesa, natural de El Ferrol donde se desempeñó de joven como mamporrero de rojos y demócratas cuando formaba parte de centurias paramilitares falangistas y era conocido como “El Estirao”, comenzó su carrera política arrimándose al Partido Popular. Tras desempeñarse como jardinero del ayuntamiento de su pueblo fue trepando posiciones siempre a favor del viento y asumiendo otras funciones y labores. Dadas sus aspiraciones y disconforme con su curriculum al que reprochaba escaso brillo, optó por blanquearlo convirtiéndose en funcionario de Estado cuando apenas había sido un oficial administrativo de segunda, o pasando por inspector técnico de una multinacional inglesa cuando cualquier otra persona se hubiera limitado a reseñar ser delegado de una empresa de pintura para barcos. También, cuenta elplural.com se hizo con varios master y diplomaturas con que falsear su expediente por unas cuantas horas de simples cursos. Suficientes argumentos para que de la mano de Rajoy se convirtiera en Delegado del Gobierno de Galicia. De su proverbial talento baste recordar cuando la catástrofe del Prestige y su vertido, una frase que quedó para la historia: “Hay una cifra clara y es que la cantidad que se ha vertido no se sabe”.

Mejor le fue organizando bodas donde destacó como gerente del enlace de Alvarez Cascos con Gema Ruiz que pagó, por cierto, el hoy en los tribunales Francisco Correa, cuya esposa entonces, Carmen Rodríguez, era muy amiga de la esposa de Cascos. La Gurtel por el medio.

Se consagró como fabulador cuando 15 emigrantes aparecían muertos en una playa de Ceuta y primero afirmó que no había sido en territorio nacional, lo cual no era verdad; después dijo que nada había tenido que ver la Guardia Civil, lo que fue negado por los sobrevivientes; a continuación aseguró que no se les había disparado botes de humo y pelotas de goma, lo que desmintieron las imágenes; y aún tuvo la desvergüenza de insistir en que se había disparado al agua para disuadir a quienes se ahogaban de que alcanzaran la playa, cuando siguieron apareciendo más vídeos y audios que negaban su artera versión y lo retrataban como un pertinaz mentiroso.

Y por ello mi asombro cuando este impenitente fabulador da su versión sobre lo ocurrido en un bar de Alsasua en los términos a los que aludía al inicio, y los grandes medios y unos cuantos políticos, como si no conocieran a quien les miente y su exhaustivo historial de mentiroso, se precipitan a juzgar unos hechos de los que tampoco se han interesado por conocer otras posibles versiones.

(euskal presoak-euskal herrira)

Pero más pero más pero…

En mis tiempos de estudiante el “pero” era una conjunción adversativa, la más habitual de todas. Con el paso del tiempo no parece que su uso haya decaído en absoluto. De hecho, cada vez es más frecuente encontrarla en la crónica política nacional aunque no tanto como conjunción adversativa sino como conjunción excusativa, categoría que muy pronto, dado su uso, no dudo de que sea incorporada a la gramática del castellano. El PSOE es uno de los partidos que más se esmera en el uso de la misma. Felipe González, el mejor intérprete de esta socorrida conjunción, lo dejó claro en aquel famoso lema: “OTAN de entrada no…” donde sutilmente dejaba el pero sin invocarlo, colgando, suspendido en diferido. Poco más tarde del no a la OTAN de entrada, a la salida, la acabaron, incluso, dirigiendo.

Años después, Rubalcaba, secretario general, volvía a recurrir a la dichosa conjunción resolviendo el problema suscitado en el partido sobre el modelo de Estado: “el PSOE es un partido de hondas raíces republicanas pero…”. Y el pero de Rubalcaba coronó a Felipe. En estos días se ha desatado una auténtica epidemia de peros en lo que queda de partido. La sultana andaluza lo tiene claro: “no queremos un gobierno de Rajoy pero… “. Y es que primero es España y aquí sí que no hay pero que valga. También Fernández, presidente de la gestora socialista, volvía a apelar a la conjunción de marras al concluir: “el no a un gobierno del PP está en la médula de los militantes del partido socialista por tanta corrupción y por los recortes pero…”.

Queda claro. Un pero más un pero más un pero… es un pepero.

(euskal presoak-euskal herrira)