No se confundan

Suele pasar que, a veces, no terminan de quedar claras las diferencias entre lo que son las residencias de mayores y lo que siempre han sido comunes almacenes. Por si ayuda a encontrar esas diferencias, que «haberlas hailas», aquí va una breve muestra:

Un almacén es un local o edificio diseñado para guardar materiales o mercancías mientras que una residencia es un local o edificio habilitado para guardar usuarios mayores.

Los almacenes están estructurados para la conservación y control de mercancías y productos, en tanto las residencias están estructuradas para la conservación y control de los usuarios mayores.

En los almacenes, la recepción de mercancías es un proceso que consiste en dar entrada a las mercancías que envían los proveedores. En las residencias, la recepción de usuarios mayores es un proceso que consiste en dar entrada a los usuarios que envían las familias.

En los almacenes se colocan las mercancías en las zonas idóneas para que estén fácilmente localizables, y en las residencias se coloca a los usuarios mayores en las zonas idóneas para que estén fácilmente localizables.

En los almacenes las mercancías no son perecederas. En las residencias sí lo son… los usuarios.

Los almacenes casi no precisan personal. Las residencias tampoco.

(Preso politikoak aske)

«¡Más madera! ¡Traed más madera!»

Al igual que Groucho Marx, improvisado maquinista de aquel tren desbocado camino de estrellarse en cuanto terminara la ficción, Zelensky, el maquinista de la NATO, se pasea por varios parlamentos europeos en parecida demanda a la del genial actor: ¡Más tanques! ¡Más aviones! ¡Más misiles! Y es que es poca la madera que arde y todavía escasos los riesgos que se corren como para hablar de paz, que ya tendrá tiempo aquel que sobreviva.

De Londres a Bruselas, Zelensky casi llega a tiempo de apadrinar también a Vargas Llosa en París. ¡Más dinero! ¡Más recursos! ¡Más sanciones a Rusia!

Son los signos del mundo en el que andamos a tono con las declaraciones de los que están en las tribunas. El presidente Biden reclama unidad contra el terrorismo; Don Corleone demanda unidad contra la mafia; Barbanegra exige tolerancia cero contra la piratería; Al Capone pretende la unidad contra el gansterismo; Aníbal Letner requiere unidad contra la antropofagia; Norman Bates insta a la unidad contra los psicópatas; Nerón exige unidad contra los pirómanos; Caín reclama unidad contra los fratricidas; Benjamín Netanyahu reclama unidad contra el apartheid…

Zelensky hace sonar el silbato del tren e insiste: ¡Más hipocresía! ¡Más guerra! ¡Más negocio!

(Preso politikoak aske)

¿Cuándo tendré edad para saberlo?

La religión es la vacuna más antigua y efectiva que conoce la humanidad. Las iglesias, desde que el lucro ascendió a los cielos, se ocupan de administrar las dosis necesarias que protejan al género humano del mayor enemigo que tiene Dios: las preguntas.

Cuando hablamos de Dios hablamos de fe, no de ciencia, y la fe se suministra a través de la ignorancia convirtiendo a los creyentes en hombres de provecho y a las devotas en mujeres de bien, siempre bajo el divino amparo de la fe como antídoto ante la duda.

El escritor Ambrose Bierce decía que la fe es la “creencia sin pruebas en lo que alguien nos dice sin fundamento sobre cosas sin paralelo”.

La religión, la mentira que más vidas ha costado en la historia de la humanidad, te protege del miedo que ella misma genera, te consuela del engaño que te cobra, te ampara de la dudas que provoca su relato, y te propone la fe como alternativa al pensamiento.

Ayer me encontré en las redes con la pintada de un niño en una tapia y a punto de cerrar su pregunta con el signo de la interrogación: “Los reyes magos no existen, el hombre del saco no existe, Papá Noel no existe, la cigüeña de París no existe, el ratoncito Pérez no existe… ¿Cuándo tendré edad para saber lo de Dios?

(Preso politikoak aske)