«¡No quieren trabajar!»

Leo que Osakidetza necesita personal sanitario y que los profesionales de la medicina que se han ido, nadie sabe cómo ni porqué, vuelvan a vincularse cuanto antes a la sanidad pública.

Me dicen que los hosteleros andan consternados porque, a estas alturas del bochorno que ya anticipa el verano, siguen sin encontrar profesionales que quieran trabajar en barras, terrazas y chiringuitos, ni tampoco se explican a qué se deba semejante fenómeno, qué maldición aleja a los camareros de bares y restaurantes.

La directora de la residencia de mayores de Azkoitia, señora Plazaola, también se queja amargamente de que, excepto las jóvenes que vienen de prácticas, muchos profesionales no quieran trabajar en este sector y que esta es una de las razones por las que falta personal. Sin embargo, al margen de los muchos testimonios de auxiliares, cocineros y demás profesionales que han pasado por la residencia de Azkoitia y que desmentirían a la directora, hay una prueba irrefutable que demuestra hasta qué punto no es verdad que no haya profesionales con deseos de trabajar en la residencia. Y la irrebatible prueba es ella, la directora, inmune a denuncias, huelgas, pandemias… ¡Dieciocho (18) años en la residencia trabajando… de directora!

(Preso politikoak aske)

Hay días para todo

La vida viene a ser un fogonazo de osadía mejor o peor pensada que te lleva y te trae por la calle. Doblando esquinas te encuentras con los otros, esos que también son tu memoria, la historia de una vida compartida. Y sales de tu refugio, te cruzas con ellos, dejas atrás miedos y suspicacias, los nombras, los abrazas, te quitas el sombrero, desmontas los prejuicios, te sientas a desandar el tiempo como si fuera suyo, como si fuera nuestro, descorchas un saludo, compartes una mesa, remiendas las distancias, te pierdes, te descubres pero, sobre todo, celebras los encuentros.

A racionales dosis de locura, andas en tránsito por nubes y tejados aprendiendo a exorcizar iglesias, a desmontar engaños y a disolver absurdos, así que apagas todo lo que no sea música y vuelves a la calle llevando de la mano a ese niño que sabe que no mientes.

La vida es un fulgor alegre y atrevido, un sensual aldabonazo que solemos oír muy tarde, cuando ya ningún día nos es indiferente, y hay días para cerrar los ojos y que la tarde desenrede nostalgias y desnudos hasta llorar la noche a sorbos y en silencio, como hay días para nacer, para abrazarse al mundo y dejar, al cabo de la noche, una sonata de amor en la ventana y una sonrisa colgada del espejo.

(Preso politikoak aske)

Hay que renovar el repertorio

Decía Shakespeare que “la felicidad de una agudeza está en la oreja del que la escucha, no en la lengua del que la dice” y me vino a la memoria la cita del inglés oyendo a Andoni Ortuzar pedir a sus votantes no dejarse engañar por “los del palestino, el forro polar y el flequillo cortado a motosierra que por dentro son los mismos. Son los de la mani… aunque se vistan de Armani”.

También se atribuye a Shakespeare el consejo de que “si vas a volver a decir las viejas chorradas de siempre en público, al menos búscate un auditorio amigo en el Aberri Eguna que esté a tu altura y te las celebre”. No sé si Ortuzar conoce la primera cita pero sí practica la segunda.

Este es el nivel, Ortuzar, presidente del PNV, el nivelador, el genuino, el verdadero, el poeta… ¡el auténtico!

Lástima que el mundo del espectáculo se esté perdiendo un extraordinario showman que a su carisma natural para la gracia añade el ser gracioso y, además, el caer en gracia, y no voy a decir dónde porque no hay más que verlo y oírlo.

El Club de la Comedia se le quedó chiquito y Ortuzar se decidió por la política. ¡Con lo bien que le haría al programa Akelarre contar con su talento!

Ortuzar tampoco debería dejarse engañar, pero sí renovar su repertorio.

(Preso politikoak aske)

De allá venimos

En aquellos tiempos, Franco celebraba sus 25 años de paz, De Gaulle era reelegido presidente en Francia, y dos aviones militares de los Estados Unidos colisionaban junto a la costa levantina cayendo cuatro bombas atómicas, tres en Palomares y una en Almería sin que explotaran.

Yo tenía 12 años y cuando la televisión, única pantalla que había entonces en las casas, ponía fin por las noches al trajín informativo de su único canal, terminada la cena, mi madre y sus hijos nos acomodábamos a su alrededor dispuestos a seguir con atención la película de la noche.

Solía transcurrir sin sobresaltos. Todos pendientes de los tiros, de los puñetazos, del final… hasta que ocurría, es un ejemplo, que Clark Gable besaba a Carole Lombard en la boca, sí, en la boca, porque ahí mismo todos empezábamos a sentirnos incómodos y a algunos les daba por levantarse sin esperar a los anuncios. Por breve y casto que fuera el beso, desde que irrumpía en la pantalla, a una hermana le urgía ir al baño, otro hermano retomaba el periódico que ya había leído dos veces, y otro más recordaba que tenía que bajar al perro a la calle. Mi madre, desde la cocina, preparaba una manzanilla y nos recordaba a mi hermana menor y a mi que ya iba siendo hora de irse a la cama.

(Preso politikoak aske)