Colombia respira

Con la victoria de Gustavo Petro y África Márquez han estado los medios resaltando el hecho, “insólito en la historia de Colombia”, de que por primera vez llegara la izquierda al gobierno de esa nación. Nunca antes había ocurrido tan increíble hecho. Algo inaudito.

No discuto lo efectivo que pueda ser el anuncio en el escaparate, pero es bueno mirar en la trastienda y, en la colombiana hay una fecha, 9 de abril de 1949, en la que esa misma Colombia que hoy gana las elecciones, las iba a ganar entonces de la mano de Jorge Eliécer Gaitán, un político de extraordinario prestigio, que no es poco, y arraigo popular. Con su asesinato estalló “el Bogotazo”, se rompió la partida y , aún más, se rompió Colombia, Aquella historia nos ha traído hasta aquí. Aunque los medios no se lo acrediten, esa “ninguneada” Colombia ya debió haber sido gobierno antes. Lo evitaron los mismos que hoy la ocupan e intervienen.

No va a ser fácil responder a tanta ilusión convocada en un país con ocho bases militares de los EEUU y cuyo consejero de seguridad, probablemente, siga pensando que “no tenemos que permitir que un país se haga comunista solo porque su pueblo sea irresponsable”.

Si vas en serio te expones a un “accidente” y si vas pidiendo permiso terminas siendo más de lo mismo pero, de momento, hay aire y Colombia respira.

(Preso politikoak aske)

Más de 40º y subiendo

Nadie en sus cabales aceptaría que un niño con evidentes señales de maltrato, abusos sexuales, desnutrido y enfermo, siguiera bajo la custodia de sus padres. Por más progenitores que se digan o arrepentidos que se muestren, nadie que no fuera un canalla permitiría que ese niño o niña volviera con ellos.

Esa general repulsa no se expresa, sin embargo, con la misma lógica y contundencia, respecto a otras violaciones y maltratos.

En relación al cambio climático, por ejemplo, no hay cabales que valgan, ni justicia que intervenga, ni sensatez que imponga su sentido.

Los mismos responsables de haber conducido al planeta al calamitoso estado en que se encuentra, de haber generado el cambio climático que hasta ayer negaban y hoy achacan a la veleidad del clima para, en cualquier caso, seguir apretando el acelerador del “progreso”, se arrogan el deber y el derecho de reconducir los pasos de ese maltratado, hambriento y enfermo niño. Los mismos intereses que han convertido la vida en un mercado, que han secuestrado todos los conceptos, torturadores con licencia, que han precintado sueños y prostituido conciencias, que han desatado hambrunas y matanzas que son, al mismo tiempo, oráculos de Dios y del Infierno, se otorgan el deber y el derecho de seguir conduciendo los pasos de ese maltratado, abusado y hambriento niño.

(Preso politikoak aske)

Infancia que nos delata

Tema recurrente el de la infancia, tanto como la preocupación que todo el mundo manifiesta al respecto de una infancia que, cada día que pasa, es menos ingenua y soñadora y más parecida a nosotros mismos. Algo hay, sin embargo, de hipócrita virtud en nuestra inquietud porque esa infancia sólo es el reflejo de lo que nosotros somos, de la sociedad que hemos construido o a la que nos hemos adaptado. Una sociedad que nos enseña a simular, no a ser; que nos instruye para que acumulemos, no para que compartamos; que nos entrena para que compitamos, no para que participemos; que nos adiestra para el triunfo, no para la vida.

Quienes comenzaron poniéndose nuestros zapatos para jugar y terminaron calzándose nuestras ideas para vivir, son la mejor referencia de una familia, de una escuela y de una sociedad que en lugar de educar, adoctrina; en vez de sugerir, ordena; e incapaz de corregir, castiga.

Por ello nuestro asombro cuando advertimos que los resultados de tanta incapacidad se vuelven contra nosotros y nos cuestionan su fracaso que es, sobre todo, el nuestro.

Los educamos en el miedo y nos sobresalta su timidez; los educamos en el desorden y nos alarma su dispersión; los educamos en el engaño y nos asombran sus mentiras; los educamos en la intolerancia y nos desconcierta su violencia.

(Preso politikoak aske)

Yo no bailo ese juego

El no a la guerra no puede ser selectivo, de temporada. El no a la guerra también implica el no a la industria militar, a la OTAN, al ejército, al servicio militar, a la cultura militar, al asesinato al por mayor, a la violencia como negocio, al crimen «profesional».

Y en Eroski no se recoge dinero para la Palestina invadida y ocupada, o para la República Saharaui en las mismas circunstancias u otros conflictos. Ni siquiera para la guerra del régimen ucraniano contra las provincias del Este, los más de 14 mil muertos reconocidos por la ONU durante ocho años en los que la guerra no existió para los medios.

Estados Unidos y su criminal ambición mueve las fichas en la partida más insensata jugada en el tablero de las hegemonías. Y lo hace con la complicidad de una Europa reducida a su más hipócrita y servil versión, mientras se cierran medios en nombre de la libertad de expresión, se secuestran periodistas, se uniforma la opinión hasta la náusea, hasta la náusea, hasta la náusea, y en lugar de sentarse a hablar y ver cómo se puede detener ahora lo que no se quiso parar entonces mientras crecía la provocación a Rusia reconocida hasta por el Papa, se alimenta la guerra con más armas y se blanquea el fascismo. “¡Más madera!” grita el pobre idiota del maquinista que no es Groucho sino Zelenski. Yo no bailo ese juego.

(Preso politikoak aske)