¡Mabppé, oh Mabppé!

Años interminables en los que los medios se la han pasado dando la tabarra con el que habría de ser el fichaje más caro de la historia y próxima estrella de la Casa Blanca, Mbappé, oh Mbappé. El interminable culebrón, apenas unas horas antes de que se confirmara, se asegurase y se diera por hecho, concluía con Mbappé, oh Mbabbé en su casa. Vaya, que renueva con el París Saint-Germain, que no se mueve de París.

Chascarrillos al margen, la reacción emocional del madridismo a tono con la más castiza idiosincrasia española ha pasado de la incredulidad y el asombro a la irritación y el desprecio en apenas unos días. ¡Mbappé, oh Mbappé! ¿Qué fue de la matraca por el inminente fichaje del jugador más fichado del mundo? ¿Qué fue de aquella euforia? ¿Qué fue de aquel amor?

Lo peor, constatan los medios, es que el irrespeto del jugador al Real Madrid y, en consecuencia, a España no ha sido por dinero. Asombra lo que duele eso. Florentino pagaba más, su proyecto deportivo era mejor y, además, era el Real Madrid… ¿por qué entonces no ha podido ser? ¿Va encontrar Mbappé, oh Mbappé en París el relaxing cup of café con leche in Plaza Mayor? ¿Tiene París más terrazas y atascos que Madrid?

Y el ingrato jugador que alega razones inverosímiles como, por ejemplo, su entorno, su ciudad, su país, la opinión de su familia y hasta termina pidiendo disculpas.

(Preso politikoak aske)

Amnesia

Lamentaba hace algunos años, y lo sigo haciendo ahora, que haya quienes insistan en creer que la amnesia es una enfermedad mental, una grave dolencia que, como consecuencia de lesiones patológicas o seniles, afecta la corteza cerebral de las personas provocando la pérdida de su memoria. Así de errático es el juicio de la gente y de equívoco el diccionario.

La amnesia, y cualquiera que la disfrute me dará la razón, es una de las más gratas facultades que adornan nuestra existencia, una inseparable compañía de las almas puras que aspiran a una vida sin sobresaltos ni vergüenzas. Al ser muy contagiosa, una sociedad agraciada con el preciado don de la amnesia puede, al conjuro de los grandes medios de comunicación, poner su beatífica existencia a buen resguardo de togas y puñetas, también de las esquinas.

Gracias a la amnesia quedan los delitos relegados al olvido recuperando los imputados sus blanqueados expedientes y cristianas maneras. No hay robo, por más evidencias que lo delaten, que no deba la amnesia convertir en honesto y laborioso patrimonio, como tampoco hay crimen, por más execrable que parezca, que no pueda la amnesia convertir en piadosa virtud.

La amnesia siempre obra milagros transformando al ladrón en diputado, al canalla en benemérito, al mentiroso en periodista y al putero en graciosa majestad.

(Preso politikoak aske)

Otra cumbre yanqui

A primeros de Junio se va a celebrar en Los Ángeles la IX Cumbre de las Américas a la que no asistirán Cuba, Venezuela y Nicaragua porque así lo ha decidido el presidente estadounidense y su gobierno contraviniendo toda razón y derecho.

Si el pasado año Estados Unidos organizó una cumbre por la democracia americana de la que excluyó, además de los citados países, a Bolivia, Haití, El Salvador, Guatemala y Honduras, en esta oportunidad el veto se ha centrado en el “eje del mal” americano que, como se sabe, aprovecha estas cumbres para armar alborotos de muy mal gusto llamando al comercio pillaje, a la cooperación chantaje, y al libre mercado expolio y saqueo.

Sin la presencia de estos países, los maleantes con licencia que sí acudan a la cita podrán exhibir su fecunda oratoria sin que nadie incomode a ese “norte revuelto y brutal”, mencione el olor a azufre o acabe mandando a Mr. President al carajo.

Se trata de una cumbre diseñada por el imperio a la que solo podrán asistir aquellas colonias americanas que hayan perdido la memoria y la vergüenza, o enclaves con rango de país suficientemente serviles y ambiciosos como para seguir doblando la cerviz y mostrarse, además, agradecidos. Tampoco faltará a la cita con las colonias americanas la monarquía española, aunque ya no haya nadie presente a quien mandar callar.

(Preso politikoak aske)

Demasiado tarde

No hay rasgo que mejor defina la infancia que la ingenuidad, esa cándida inocencia que, precisamente, cuando se pierde nos condena a treinta años y un día de adultez.

Una triste mañana, en medio de un fragor de sueños rotos, acabamos descubriendo que los reyes, incluso los magos, son unos sinvergüenzas; que los siete enanitos eran antropófagos y la hermosa Blancanieves una madame de lujo; que la muerte nos ronda y nos sorprende tanto como la vida y que el temible hombre del saco era mi padre.

La cometa queda anclada en los cables, inalcanzable, y acabamos poniéndonos los pantalones largos ya convertidos en “personas de bien y de provecho”. Los grandes medios de comunicación pasan entonces a ser los encargados de servirnos los cuentos a los que, poco a poco, llamaremos pensamiento.

Y pasarán también los años, entre tanta razón avergonzada y fe desvanecida, y seguiremos, “personas de bien envejecidas” confiando el criterio que aún nos queda a los cuentos de los grandes medios, los de todos los días, triste desagüe para sueños que pudieron tener mejor destino.

La credulidad que dejó de merecernos el flautista de Hamelín, la convicción que perdió la Cenicienta, la confianza que no nos da el gato con botas, ahora nos las brindan los medios.

Demasiado tarde confirmamos que debimos haber seguido siendo Peter Pan.

(Preso politikoak aske)