«¡Que no nos enteramos!»

Hay noticias que no necesitan comentarse, que no requieren opiniones al margen que las acompañen y analicen, que no precisan aclaraciones que las hagan comprensibles, porque hay noticias que basta con narrarlas para que se expliquen.

Ocurrió el pasado domingo durante la rueda de prensa en Almería tras el partido de fútbol entre el equipo local y la S.D.Eibar.

Una periodista vasca de un medio de comunicación vasco le formula al entrenador vasco del equipo vasco una pregunta en vasco. El entrenador vasco del equipo vasco responde en vasco a la pregunta en vasco de la periodista vasca del medio de comunicación vasco pero, casi de inmediato, desde el fondo de la sala, voces destempladas, algunos improperios de periodistas locales, no en vasco sino en castellano, interrumpen la respuesta de Garitano: que qué dice, que hable cristiano, aquí se habla español, que se vaya a su pueblo… “que no nos enteramos”.

Y tienen razón. No se enteran. No se enteran de nada. Es más, hace años, siglos, que no se enteran y, en su febril y patético delirio, siguen reivindicando Flandes, Nápoles, Cuba, Filipinas, el vasto imperio donde el sol no se ponía, la roca de Perejil… “¡Que no nos enteramos!”

Gaizka Garitano se levantó y se marchó de la sala.

(Euskal presoak/Euskal etxera)

La marca del PP o el porqué la mierda hiede

 

Hay noticias que, por sí solas, ya tendrían delito, pero cuando el azar las hace coincidir en la misma mañana y en el mismo periódico y página… hay noticias que, además, rechinan.

Ocurrió en estos días. La primera noticia estaba relacionada con la presentación de las candidaturas del Partido Popular en Castilla-La Mancha. Doña Cospedal y don Mariano se encargaron de la maestría de la ceremonia. Ambos reivindicaron en sus discursos el orgullo que representa ser del Partido Popular y la importancia de  ensalzar “la marca del PP”, e invitaron a los candidatos a recorrer los pueblos de la región dando mítines, sin temor alguno, juntarse con la gente y, sobre todo, que cuando se refieran a lo que se está haciendo desde el gobierno, de los brotes verdes al final del túnel, que se hable “con mucho orgullo, como militantes del PP y a mucha honra, porque eso es lo que somos todos los que estamos aquí”.

La segunda noticia, casi a la misma altura que la anterior y en el mismo medio,  daba cuenta de un fallo de la Audiencia Provincial de Murcia por el que se condena a una mujer envuelta en una discusión de tráfico con otro conductor en el barrio El Campillo de El Esparragal, a una multa de 30 euros por haber insultado a éste llamándole: “pepero”.

(Euskal presoak/Euskal etxera)

 

Independencia

Basta que un mudo la murmure de espaldas para que se agiten sus señorías en las audiencias, los honorables en el Congreso y los nostálgicos en sus trincheras. Y la verdad es que sorprende que un concepto tan hermoso provoque tantos respingos, tanto espanto.

Al margen de su virtud, que quien no la festeja sólo aspira a poder celebrarla alguna vez, “independencia” es uno de los conceptos mejor relacionados y hasta el diccionario la vincula con otros valores como “soberanía” y “libertad”. De hecho, de la “independencia” hasta la guerra celebramos.

Tampoco hay mayor fundamento en cualquier proceso educativo que hacer posible la independencia de sus educandos. Educamos a nuestras hijas e hijos para que tengan sus propios criterios, tomen sus decisiones y sean independientes. Esa es la razón de ser de la educación.

Requisito imprescindible para el logro de cualquier convivencia, no se concibe una relación equitativa, democrática y plural, en la que sus partes no sean independientes.

¿Por qué entonces ese temor hacia un concepto, hacia una “independencia”, que todos los países que pueden disfrutarla la celebran? ¿Por qué ese miedo a que el otro disponga, también, de tus mismos derechos y gozos? ¿Cuál es el problema de querer la independencia?

(Euskal presoak/Euskal etxera)