Independencia

Basta que un mudo la murmure de espaldas para que se agiten sus señorías en las audiencias, los honorables en el Congreso y los nostálgicos en sus trincheras. Y la verdad es que sorprende que un concepto tan hermoso provoque tantos respingos, tanto espanto.

Al margen de su virtud, que quien no la festeja sólo aspira a poder celebrarla alguna vez, “independencia” es uno de los conceptos mejor relacionados y hasta el diccionario la vincula con otros valores como “soberanía” y “libertad”. De hecho, de la “independencia” hasta la guerra celebramos.

Tampoco hay mayor fundamento en cualquier proceso educativo que hacer posible la independencia de sus educandos. Educamos a nuestras hijas e hijos para que tengan sus propios criterios, tomen sus decisiones y sean independientes. Esa es la razón de ser de la educación.

Requisito imprescindible para el logro de cualquier convivencia, no se concibe una relación equitativa, democrática y plural, en la que sus partes no sean independientes.

¿Por qué entonces ese temor hacia un concepto, hacia una “independencia”, que todos los países que pueden disfrutarla la celebran? ¿Por qué ese miedo a que el otro disponga, también, de tus mismos derechos y gozos? ¿Cuál es el problema de querer la independencia?

(Euskal presoak/Euskal etxera)