Reeducar la justicia

 

Declara Vuelta-Simón, fiscal de Baiona, que el triple asesinato ocurrido días atrás en Anglet, Estado francés, de Christelle de 43 años; Carla de 12 y Enma de 16, a manos de quien fuera esposo de Christelle y padre de las dos niñas y que acabaría suicidándose, no tiene nada que ver con la violencia machista, que fueron “un drama sucedido en la esfera familiar”. Lo deduce de una carta dejada por el asesino que el fiscal define “confusa” y en la que durante 4 páginas el asesino habla de sus dificultades económicas y problemas familiares. Además de arrastrar una cuantiosa deuda, su esposa estaba en trámites de divorcio.

Pero ocurre que sí, que los tres asesinatos sí guardan relación con el machismo y la violencia que genera y bastaría para confirmarlo hasta la breve nota que apunta el propio fiscal negando tal responsabilidad. Que pudiera haber otras causas, siempre las hay, para nada excluye el machismo. Nada más característico en el pensamiento de un machista que considerar de su propiedad las vidas de las personas con las que comparte un proyecto de vida, su esposa y sus dos hijas en este caso. Una deuda económica, simplemente, hubiera podido explicar su suicidio. El triple asesinato de una esposa en trámites de divorcio y de dos hijas, solo se entiende desde la más perversa, por común y letal, de todas las ideologías: el machismo.

Urge reeducar a jueces, fiscales, a todas las personas involucradas en la administración de la justicia y que, constantemente, están poniendo en evidencia su incomprensión en relación a la violencia machista.

(Euskal presoak-Euskal herrira)

 

 

 

 

La excepción

La excepción

(De Gara)

Sí, es difícil apurar un sabroso café recostado en el sofá de casa y renunciar al cigarrillo que acompañe la lectura del periódico… y por ello hice una excepción.

Y resulta embarazoso asomarse al balcón a ver pasar la vida por la calle sin encender un cigarrillo… y por ello hice una excepción.

Y es duro de aceptar salir de casa y no buscar en el bolsillo ese imprescindible cigarrillo con que empezar el día… y por ello hice una excepción.

Y alrededor de una bien surtida mesa de comida y bebida y si, además, estás mejor acompañado, nada hay más frustrante que abstenerse… y no hacer, también, una excepción.

¿Y qué más oportuno en el banco de un parque mientras ves a tus hijos corriendo en bicicleta… que hacer una excepción?

¿Y qué más necesario como broche final a una noche de fiesta compartida… que hacer una excepción?

¿Y qué más deseable cuando el sexo te rinde exhausto sobre la cama… que hacer una excepción?

Hoy, en el nicho 322 del cementerio hay una lápida que lleva mi nombre y un par de fechas limitando una vida. El cáncer de pulmón… tampoco quiso hacer una excepción.

(Del libro “180 días” que estoy escribiendo. Se trata de 180 historias sobre el tabaquismo, de 180 páginas sobre la dependencia, de 180 días sin fumar)

(Euskal presoak-euskal herrira)

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«Perturbados que actúan solos y al servicio de nadie»

 

Omar Mateen el neoyorquino que trabajaba para una empresa de seguridad israelí y que asesinara a 50 personas en una discoteca gay de Orlando, era un “perturbado que actuaba solo al servicio de nadie”. Es el último de la serie en incorporarse a una lista interminable de asesinos que, curiosamente, responden a esas tres características.

Abrahan Lincoln, presidente de los Estados Unidos, fue asesinado en 1865 por John Wilkes, un «hombre perturbado, que actuaba solo, al servicio de nadie».

James Garfield, presidente de los Estados Unidos, fue asesinado en 1881 por Charles Guiteau, un «hombre perturbado, que actuaba solo, al servicio de nadie».

William McKinley, presidente de los Estados Unidos, fue asesinado en 1901 por León Czolgosz, un «hombre perturbado, que actuaba solo, al servicio de nadie».

John F.Kennedy, presidente de los Estados Unidos, fue asesinado en 1963 por Harvey Oswald, un «hombre perturbado que acutaba solo, al servicio de nadie».

Otros presidentes, como Andrew Jackson en 1835; Franklin Delano Roosevelt, en 1933; Harry Truman, en 1950; Gerald Ford, en 1975; y Ronald Reagan en 1981, sobrevivieron a atentados contra sus vidas, siempre a manos de «hombres perturbados, que actuaban solos, al servicio de nadie».

Políticos como Robert Kennedy, líderes como Martin L. King, artistas como John Lennon, fueron asesinados por «hombres perturbados, que actuaban solos, al servicio de nadie».

El militar estadounidense, Thimoty McVeigh, condecorado tras la primera guerra de Iraq, que vólo por los aires el edificio federal de Oklahoma era, también, un «hombre perturbado, que actuaba solo, al servicio de nadie».

Estados Unidos, obviamente, dispone del mayor arsenal en la historia de la humanidad, de «asesinos perturbados, que actúan solos y al servicio de nadie».

(Euskal presoak-Euskal herrira)

 

El país más pobre del mundo

Estados Unidos, país al que algunos siguen teniendo como referencia, como modelo a imitar y seguir, es, obviamente, el país más necesitado del mundo. Bil Gates ya señaló hace algunos años una de sus principales carencias: “Estados Unidos necesita crear leyes de inmigración que permitan la entrada en el país de gente inteligente”. Pero no es la única carencia.

Si es cierto, que lo es, aquel viejo pensamiento que cifra la riqueza individual o colectiva en la falta de necesidades, Estados Unidos es, obviamente, el país más pobre del mundo. Y es que precisa de todo.

Necesita más consumidores, más vehículos, más drogas, más armas, más televisores, más patatas fritas, más abogados, más medallas, más píldoras, más petróleo, más agua, más muros, más estadísticas, más estrellas. Necesita más guionistas, más producciones y anuncios publicitarios, más cárceles clandestinas, más sodas, más teléfonos, más sectas, más rascacielos, más estrellas, más analgésicos, más récords, más ordenadores, más moscas, más portaaviones. Necesita más pavos, más torturadores, más aplausos, más embajadas, más eufemismos, más hormonas, más dólares, más gimnasios, más bases militares, más secretarías de disculpas, más Oscars, más ventrílocuos, más pandemias, más mitos, más penas de muerte, más médicos, más hijos de puta, pero, sobre todo, más… psiquiatras.

(Euskal presoak-Euskal herrira)

La bicicleta de humo

Se acercaba a los cien y, mi madre, tal vez por celebrar el centenario a su manera, en los duermevelas de las tardes hilvanaba lamentos que, con frecuencia, se las ingeniaba para transformar en exigencias y, dependiendo del tedio, de las luces y sombras que hubieran acompañado al día y, sobre todo, de las ganas de joder, hasta podía derivar en llanto.

Ausente, como si no fuera con ella el fragor de su memoria trajinando episodios nacionales, hurgaba recostada en el sofá alguna guerra patria a la medida de un pañuelo blanco perfumado en el que rendir las evidencias antes de seguir improvisando quejas, una detrás de otra, de tristeza en tristeza.

Solo regresaba a la tierra si le pasabas la mano por los hombros hablándole al oído. Cuando respondía le bastaban tres palabras para la explicación más exhaustiva. Y era su voz un acertijo, un imposible enigma, la cinco horizontal de un pendiente crucigrama, una sopa de letras.

Aquel día, mi madre, al regresar de la siesta no se limitó a interrumpir el silencio. Una vez expresó su queja, la enfatizó, la gritó y la siguió enarbolando, rueda tras rueda: “¡Quiero andar en bicicleta!”.

Hasta el día siguiente nadie pudo quitárselo de la cabeza y, en cualquier caso, tampoco iba a ser la única vez que nos volviera a aporrear el timbre con su demanda: “¡Quiero andar en bicicleta!”

Nunca ninguno de sus 5 hijos fuimos testigos de sus rondas ciclistas. Ni siquiera tenemos constancia de que alguna vez haya habido en casa de mi madre una bicicleta. Si acaso un triciclo, un patín colectivo… pero no una bicicleta. Lo más parecido que le he conocido a mi madre fue una Singer en la que, dedal en ristre, pedaleaba los veranos como los inviernos pero, porque a esa edad hasta las fantasías son certezas, sé que la hubo, antes, mucho antes de que incorporase a su expediente el cargo de madre, cuando solo era Esther, y que no era de humo.

(Euskal presoak-euskal herrira)