Los grandes medios no se equivocan

Hablo de esos grandes medios que alardean de objetividad e independencia. Y es verdad, no se equivocan, cumplen con su papel.

Cuando distinguen, según dispongan sus dueños, entre disidentes o terroristas, artefactos o bombas, golpes de estado o presidentes interinos, linchamientos o incidentes, gobiernos o regímenes, solo hacen su trabajo: manipular.

Cada vez que juegan a la prestidigitación con la crónica del día y extraen de su chistera una boda de lujo o el partido del siglo con que entretener al auditorio mientras se van por el desagüe atropellos, desahucios, atentados contra el medio ambiente, asesinatos de mujeres, de líderes comunitarios, de pobladores indígenas… no es que equivoquen el punto de mira, es que se dedican a eso, a distraer y confundir.

Cuando llaman operación al expolio, retención al secuestro, maltrato a la tortura, conflicto a la matanza, cumplen con su papel de restaurar orden y pensamiento. No se están equivocando. Esa es su función: mentir.

De ahí lo innecesaria que es su disculpa cuando yerran porque no se trata de un problema moral o ético, de la corrección de un criterio errado o de una línea de trabajo inexacta. Los grandes medios son parte del negocio y, como accionistas que son, también van a la guerra. Si les das crédito puedes acabar convertido en su soldado.

(Preso politikoak aske)

¿Alguno del que se acuerde?

Sabes que tienes que dar una respuesta y que, posiblemente, no cuente la verdad, así que sonríes mientras finges una repentina sordera que te permita ganar tiempo… -¿Cómo dice?

No has superado el desconcierto pero al menos estás controlando el pánico. Una sonrisa más tarde respondes… -¡Sí, yo leo!

Te gustaría seguir repitiendo que sí, que lees, que no tanto como quisieras pero que lees, que desde siempre, en cuanto te levantas, antes de acostarte, en el baño, en la cama, que lees de todo… a la espera de que la periodista que te eligió al azar entre los que íbamos por la calle se dé por satisfecha. No va a ocurrir. Cuando te interrumpe no es para darte las gracias por colaborar en el reportaje sino para seguir hurgando en la herida: -¿Cuál es el último libro que ha leído?

Tú ni te inmutas. Y volverse de piedra, congelada la sonrisa y la respuesta, no es una técnica de evasión de la que seas experto sino la tonta consecuencia de no saber qué carajo hacer. Piensas en echar a correr pero hasta para la huida se requiere valor; piensas en buscar en el reloj la excusa… solo toser sería más grotesco, así que descartas todo lo que no sea sonreír mientras ella se ajusta el pinganillo de la oreja y, generosa, amplia el perímetro de busca y te acerca el micrófono a la boca:

– ¿Alguno del que se acuerde?

(Preso politikoak aske)

Un gesto de lucidez

Sigo sin entender porque esos ilustres canallas, cuando ya los años no les auguran más camino por delante ni fortuna que prorrogue el viaje, cada vez más cerca de su última palabra, no coronan sus mendaces biografías con un apunte de gloria, de virtud o vergüenza.

Bastaría con empelotarse delante del asombro y que cuando el verbo se haga carne y habite en su palabra, esa verdad amarga que se negaran a ver y a conjugar, puedan por fin deletrearla y compartirla.

Ya sus caudales, saben, que no se irán con ellos, ¿por qué insistir entonces en cargar esos pesados fardos de vilezas y atropellos? ¿Por qué no hablar ahora?

Después de haberse asoleado en su mundano hartazgo en todos los infiernos, de envilecer sin culpa y envejecer sin cargos ¿por qué no una brizna de gloria? Después de haber pecado impunemente en todas las escalas, cuando ya no hay delito que les sea indiferente ¿por qué no la flor de una virtud? Después de una vida consagrada al lucro, sin importar la sangre derramada ¿por qué no un soplo de vergüenza?

Y si no es por la gloria, la virtud o la vergüenza… yo qué sé, que sea por variar, por esnobismo, por equivocación, por ósmosis, por imperativo fecal, por dejadez, por joder a la familia, por si acaso hay Dios, por irse de la vida dándose el gusto de haber tenido siquiera un gesto de lucidez.

(Preso politikoak aske)

Dos citas

No hay y no habrá límites en esta guerra”, pero no se alarmen porque esta guerra que se proclama infinita no es la guerra de Ucrania sino la de Palestina, y tampoco ha sido Putin el autor de esta primera cita sino el primer ministro israelí Baftali Bennett que, augurios al margen, dio “total libertad” a todo el aparato militar del régimen “para derrotar al terror”. Y el terror es una aterrorizada, invadida y ocupada Palestina, desde hace tantos años que ya uno ni se acuerda. Tampoco los medios.

Crimen de lesa humanidad”. Segunda cita. Y no, no hablo de Ucrania sino de Palestina, saqueada y reprimida ante los ojos de todos y durante tantos años que cualquiera se olvida. Ni siquiera es noticia. Hablo del concluyente informe que presentara Amnistía Internacional acusando a Israel de “cometer crimen de apartheid contra la población palestina: cruel sistema de dominación y crimen de lesa humanidad”.

¿Alguien ha sugerido imponer sanciones? Y sí, lo sé, el delincuente es nuestro socio, un grande en el sucio negocio en el que andamos y más europeo que Rusia (que diría Fede de los Rios) Por fortuna, no es un requisito indispensable llegar a viejo para extraviar la memoria o volverse loco para perder la vergüenza, que basta con acanallarse lo que el mercado disponga, cambiar de tema y escribir de otra cosa… pongamos que de Ucrania.

(Preso politikoak aske)

Todas las noches amanece

La vida es un fogonazo de osadía mejor o peor pensada que te lleva y te trae por la calle. Doblando esquinas vas a encontrarte con los otros, esos que también son tu memoria, la historia de una vida compartida. Y sales de tu refugio, te cruzas con ellos, dejas atrás miedos y suspicacias, esperas a que el otro se baje del columpio, te paras, los nombras, los abrazas, te quitas el sombrero, desmontas los prejuicios, te sientas a desandar el tiempo como si fuera suyo, como si fuera nuestro, descorchas un saludo, compartes una mesa, remiendas las distancias, te pierdes, te descubres, celebras los encuentros.

En tránsito por nubes y tejados aprendes a exorcizar iglesias y a disolver absurdos a racionales dosis de argumentos sensatamente locos, así que apagas todo lo que no sea música y vuelves a la calle llevando de la mano a ese niño que sabe que no mientes. La vida es un fulgor alegre y atrevido, un sensual aldabonazo que solemos oír muy tarde, cuando ya ningún día nos es indiferente. Y hay días para nacer, para abrazarse al mundo y dejar, al cabo de la noche, una sonata de amor en la ventana y una sonrisa colgada del espejo, como hay días para cerrar los ojos y que la tarde desenrede nostalgias y desnudos hasta llorar la noche a sorbos y en silencio, pero todas las noches amanece.

(Preso politikoak aske)