¡Lo nunca visto!

La primera vez que oí esa frase yo era un niño y fue a las puertas de un circo. La seguí oyendo como socorrido eslogan de muchos anuncios. ¡Lo nunca visto! También fue el titular que dejó en los medios Donald Runsfeld cuando la víspera de que invadieran Iraq y en rueda de prensa, apeló eufórico a la frase: “¡Van a ver lo nunca visto!”

Tal vez porque el siniestro secretario de Defensa estadounidense siempre tuvo algo de payaso y publicista, además de estafador y criminal, convocó a los medios de comunicación a otra función de circo.

¡Solo por unos años, no se la pierdan…! ¡Lo nunca visto! ¡Pasen, pasen y vean a la niña sin rostro, al niño sin piernas! ¡Funciones matinales y vespertinas! ¡Sesión continua! ¡Mujeres y militares gratis! ¡Pasen y vean… la bomba de racimo, con su secuela de explosiones en serie! ¡Fósforo blanco para recién nacidos! ¡Pasen y vean… la casa que se tira y se levanta! ¡El hombre sin cabeza! ¡El país que se destruye y reconstruye! ¡La mujer sin vientre! ¡Pasen y vean al Super-Tornado inglés rompiendo la barrera del sonido! ¡Y si usted cree que lo ha visto todo y no conoce el blindado Challenger, usted no ha visto nada! ¡Y no se pierda el famoso helicóptero Apache, el único, el genuino, acompañado de tres helicópteros Black Hawk por primera vez juntos en el cielo!

El mismo circo se sigue representando en otros ensangrentados escenarios en los que el capital cuida sus intereses y genera miseria y muerte.

Ahora que los leones insisten en devorar al domador, que los equilibristas se parten el espinazo contra el suelo, que a los magos no les salen los trucos y que a los payasos nadie les ríe las gracias, “lo nunca visto” empieza a estar al alcance de todos. Y sí, algunos tienen derecho a indignarse pero no a sorprenderse.

 

 

 

Mis hijas y los Beatles

Hoy al mediodía, mientras oíamos a los Beatles sentados a la mesa, entre el puré de verdura y la tortilla de patatas,  me he visto en la obligación de confesarles a mis hijas Itxaso y Haizea, catorce años entre las dos, que en “Give peace a chance” su tía Mey y yo fuimos parte del coro que acompañó a John y a Yoko Ono alrededor de la cama en que invitaron al mundo a darle una oportunidad a la paz, y que si no salimos en las portadas de “Abbey Road” y “Sgt. Pepper´s Lonely Hears Club Band” solo fue porque ese día llegamos tarde a la foto entretenidos, como estábamos, en conseguir pasaje para la travesía de un submarino amarillo a punto de zarpar y ponernos a salvo de los hombres azules que odian la música y la gente. Les he contado que en “Love me do” yo me encargué de la armónica y que Mey tocaba el piano en el “Imagine” de John Lennon. También les he reconocido que no fuimos a aquella primera salida a Hamburgo ni tampoco frecuentamos el Cavern Club de Liverpool donde empezamos a ser reconocidos porque tanto la tía Mey como yo todavía teníamos que ir a la escuela, y que si no participamos en la gira por los Estados Unidos con el resto del grupo se debió a que la embajada estadounidense no quiso darnos la visa. Les he contado que el “Here come the sun” de George Harrison casi lo compusimos a medias, que la tía Mey también se ocupaba de hacer las fotos del grupo, que los Beatles fueron John, George, Paul, Ringo y su padre, y que yo todavía lo sigo siendo. Las dos se lo han creído todo y algún día, lo sé, van a acabar sabiendo que era verdad.

A propósito de atentados

Todos los medios de comunicación se hacían eco en estos días del juicio que se sigue en Estados Unidos a los supuestos autores del atentado ocurrido en Boston hace dos años durante la maratón que se celebraba en esa ciudad y que costó la vida a tres personas.

Dudo que haya alguien que no recuerde el atentado porque durante una semana todos los periódicos tuvieron en primera página la noticia y no hubo canal de televisión que no abriera sus informativos con las imágenes de la barbarie resaltando la determinación de llegar a los confines de la tierra para dar con los culpables, insistiendo en la necesidad de reforzar la seguridad, poniendo en alerta el calendario internacional y, no podía faltar, repitiendo las imágenes del atentado contra las torres gemelas de Nueva York…

“Sociedad conmocionada… Grupos terroristas usan ollas para hacer bombas… Las ollas eran españolas… Estados Unidos en el punto de mira… Boston atrapada en una cinta amarilla… NBA guarda silencio por atentado en Boston… Ningún español herido en atentado en Boston… Se revisarán los controles de seguridad en los maratones… La policía toma Boston a la caza del segundo sospechoso…” fueron algunos de los innumerables titulares con los que nos despertábamos todos los días y a los que acompañaban las habituales secciones de los medios como: “Todas las imágenes de los atentados en Boston”, “Reconstrucción del atentado en Boston” o “La tragedia en directo”.

En cualquier caso, para los desmemoriados, a tres meses de cumplirse el segundo aniversario y con motivo del juicio al único de los dos presuntos autores que sigue con vida, los medios han vuelto a recordarnos aquel atentado.

Lo que me llama la atención es el absoluto silencio con que los mismos medios han enterrado otro atentado, aún más sangriento, que costó la vida a decenas de estadounidenses el mismo año, el mismo mes de abril y casi el mismo día. Ocurrió en Waco, Texas. Una fábrica de fertilizantes que carecía de medidas de seguridad, que ya había sufrido accidentes en el pasado, que había sido multada por negligencia (por cierto, con dos mil dólares) y de cuyo funcionamiento venían quejándose los vecinos por el olor a amoníaco que desprendía desde hacía meses, volaba por los aires arrasando más de 50 edificios, matando a decenas de personas, entre trabajadores, bomberos y residentes, y provocaba la evacuación de medio pueblo. Horas antes, la empresa había denunciado un “leve accidente”, un simple incendio, y había dado la seguridad de que era impensable una explosión. Si acaso, en el peor de los casos, alguna emisión de gas que, se apresuraron a aclarar, no representaría peligro alguno para la población. Horas más tarde volaba por los aires.

En el periódico El País, luego de varias páginas informando sobre el caso Faisán, los sobres de Aznar y la imputación de la infanta, aparecía finalmente la noticia que cifraba en 12 el número de estadounidenses muertos en la explosión. Para el periódico Público los muertos ascendían a 35, aunque para llegar a ellos también hubiera que sortear al candidato de Grillo en Italia, a Matt Damon y a Mikel Erentxun. En el periódico El Mundo ni siquiera se recogía la noticia. La única catástrofe a la que se refería ese medio era la “posible descapitalización del Real Madrid y Barcelona”.

A ningún medio le importó entonces si había muertos o heridos españoles entra las víctimas de Waco, si la policía tomaría esa ciudad a la caza de los dueños de la empresa, si se revisarían los controles de seguridad de las empresas de fertilizantes o si serían llevados a juicio todos los responsables de una anunciada tragedia para lo que no iba a ser necesario buscarlos en los confines del mundo. Waco nunca estuvo atrapada en una cinta amarilla.

 

Para nadie es un secreto que la muerte, como la vida, también cotiza en Bolsa, que ni siquiera la muerte nos iguala, y que nadie, como los grandes medios de comunicación, para hacérnoslo saber. No es ahora que los muertos han comenzado a cotizar en bolsa. Siempre ha sido así. Hay muertos de primera que en la Bolsa de Muertos y Medios cotizan al alza, cuyo historial nos va a ser servido hasta en sus más nimios detalles y cuyos aniversarios estaremos honrando durante el resto de nuestras vidas;  hay muertos de segunda que apenas sí aportan el nombre; y los hay, los más numerosos, que simplemente se registran en cifras que ni siquiera tienen que ser precisas y que se olvidan antes de que se nombren.

La razón por la que pesaron más en la Bolsa de las Víctimas de los grandes medios de comunicación los 3 estadounidenses muertos en Boston que las decenas de estadounidenses muertos en Texas, tenía que ver con las causas de su muerte. En Boston se hablaba de atentado, en Texas de “accidente”. Los viejos rencores generan terrorismo y el nuevo progreso provoca contratiempos.

Para enfrentar los odios, se nos dice, ya contamos con la eficacia de las cada vez más armadas policías, cámaras de vigilancia, controles, medidas de seguridad, y la necesidad de que todavía aumenten y se multipliquen esos medios.

Para sobrevenir a las desgracias que el impune afán de lucro ocasiona, nos queda el consuelo de haber tenido empleo en medio de estas crisis, así fuera en una fábrica de fertilizantes, en una plataforma petrolera o en una central nuclear; o la satisfacción, en la era de los desahucios, de haber disfrutado una vivienda, así fuese al lado de un gaseoducto, de una empresa química, de una fundición, vertedero o minería.

Por ello no es conveniente para los medios de comunicación que son parte del negocio, ir demasiado lejos en los recuentos de víctimas que el “desarrollo” deja y en las consecuencias ambientales que genera el “progreso”.

Por ello hoy vuelve Boston a ser noticia con motivo del juicio al único responsable de aquel atentado y nada se ha vuelto a saber de Waco.

 

Cambios por Año Nuevo

 

Si la productividad y el ahorro pueden mejorarse con los adelantos y retrasos que hacemos de la hora durante el año ¿por qué no hacer algo parecido con las semanas y los meses? ¿Por qué no cambiar también las estaciones?

Al fin y al cabo nos la pasamos criticando al veleidoso clima y repitiendo “que aún no ha hecho invierno y ya estamos en diciembre, que el verano vino a empezar en Marzo, que ha llovido como nunca, que no llueve…”

Por otra parte, las divisiones del año en días, meses y estaciones, así como sus nombres, se han mantenido durante siglos y ya va siendo hora de que también se sometan al cambio que demanda la globalización. Cada país podría contar con un calendario adaptado a sus necesidades y del que, incluso, obtener ingresos publicitarios.

En Estados Unidos, por ejemplo, los meses pasarían a llamarse: January Kings, Fordbruary, Marchkodak, Mc Aprilds, Play May, Pepsi June, July Coca, Westingaugust, Huttember, Shelltober, Sonyvenber y Chevroclaus.

Y las estaciones se convertirían en: Primavera Libre, Verano Infinito, Otoño Verdadero e Invierno Duradero.

En el Estado español los días de la semana se llamarían: Lunesgas, Marfre, Teliércoles, Mercaeves, Vodafiernes, Saprabo y Repmingo.

Los meses se denominarían: Enero de Restablecimiento, Febrero de Alivio, Marzo de Arranque, Abril de Mejoría, Mayo de Aceleración, Junio de Brotes Verdes, Julio de Superación, Agosto de Pujanza, Septiembre de luces al final del túnel, Octubre de Despegue, Noviembre de Resurrección y Diciembre de Elecciones. Y las estaciones, no por los consabidos ajustes y recortes sino por la necesidad de optimizar recursos nominales, quedarían reducidas a tres: Primaverano en Diferido, Otoño en Blanco e Invierno en Negro.

En relación a las estaciones Galicia dispondría de: Chapapote, Siniestro, Incendio y Diluvio. Andalucía, por su parte, contaría con siete estaciones: Estío, Hastío, Hostia, Veranillo, Verano, Bochorno y Canícula.

Navarra sólo contaría con tres estaciones (la cuarta ya se la han robado) y se llamarían: Prima, Comisión y Diez por Ciento.

El Vaticano, es otro ejemplo, podría contar con estaciones a su medida como: Primaverun Tentarum, Verannius Pecatoribus, Otoñum Pederastium e Inviernus Pro Nobis.

La República Dominicana contaría, de momento, con 13 estaciones: Primavera Norte, Primavera Sur, Primavera Sureste, Primavera Central, Verano Oeste, Verano Parte Atrás, Vaina de Otoño, Lo que diga Balaguer, Distrito Otoñal, Liga de Otoño, Invierno Uno, Invierno Tres y Diáspora Invernal.

En México las estaciones pasarían a ser; Fosa Primaveral, Fosa Veraniega, Fosa Otoñal y Fosa Invernal. Los días de la semana se llamarían: Lunes sin 43, Martes sin 43, Miércoles sin 43, Jueves sin 43, Viernes sin 43, Sábado sin 43 y Domingo de Impunidad.

Las aristocráticas y nobles familias que se asientan en Europa, prácticamente no precisarían cambios. En todo caso, algún breve apunte que especifique las características de la estación: Primavera Mediterránea, Verano de Safari, Otoño Palaciego e Invierno en Beberly Hills.

Dar pasos

La izquierda abertzale debe mirar la realidad, dicen los ciegos; la izquierda abertzale debe dar explicaciones, declaran los mudos; la izquierda abertzale debe oír nuestras exigencias, afirman los sordos. Y así ha de ser hasta que la izquierda abertzale se decida a dar pasos, insisten los cojos.

No voy a seguir con esta apología de las surtidas discapacidades que acumula el Estado español pero hasta soy generoso cuando presumo que, sea cojeando o sea de reojo,  haya asumido alguna tímida iniciativa,  alguna discreta medida que contribuya a la  normalización de la vida en el País Vasco. Ni siquiera el cumplimiento de sus propias leyes penitenciarias.

Muy al contrario, ante la debacle electoral que se les avecina a quienes se niegan a permitirse un único gesto por la paz, todo lo que proponen es exacerbar la represión; ante el clamor popular que demanda respuestas que hagan posible la resolución del conflicto vasco, todo lo que proponen es el silencio en la vana pretensión de que su inmovilismo siga consumiendo el tiempo y cierre las puertas a un proceso de paz.

Alguien dijo una vez que la sabiduría consiste en saber cuál es el siguiente paso y la virtud en llevarlo a cabo. Y ningún paso más oportuno y necesario que el que traiga a casa a los cientos de presas y presos vascos.

Por ello hay citas a las que no les cabe el absentismo ni ausencias que podamos permitirnos; por ello hay días en que mirar para otro lado, más que una opción es un delito; y por ello, también,  el próximo sábado todos los caminos, todas las miradas, todos los pasos, convergen en Bilbao.