Si es cierto, y lo es, que la mejor manera de medir el desarrollo de un país es ver cómo trata a sus presos, contar con el mayor número de fosas comunes tal vez no sea la única coincidencia entre Camboya y el Estado español.
Izar no ha cometido ningún delito. Nadie la ha acusado. No ha sido detenida por infringir la ley, por alterar el orden. No ha sido sometida a la Justicia. Tampoco la ha condenado ningún tribunal… Izar tiene ¡tres años! ¿Entenderán sus honorables y sus señorías lo que significan tres años?
Izar está presa por expresa decisión de un Estado inhumano, cruel hasta el aborrecimiento, hasta el odio que la retórica de ese mismo Estado asegura latente en el País Vasco y que, más que acompañar su olvido, parece empeñado en avivarlo.
La libertad de Izar y Sara Majarenas que, prácticamente, ya ha cumplido íntegramente su condena y que si el Estado aplicara sus propias leyes debió ser liberada hace años, es un clamor en la sociedad vasca. Sobreviviente de la violencia machista, Izar precisa recuperar esa infancia que se le ha negado de tan violenta manera, necesita a su madre, a su familia, a su entorno. Necesita comenzar a desandar los miedos, los espantos, esos profundos dolores que a esa edad pueden hacer estragos, y lo necesita ya.
(euskal presoak-euskal herrira)
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