Que no quiero que venga



Cuando
llaman a tu puerta lo cortés sería levantarse, dejar en lo que
estabas encima de la mesa, rendir sin aspavientos los cerrojos,
echarse a un lado y franquearle el paso a la dama de negro que, a fin
de cuentas, casi estoy por decir que se la espera y que ella y yo
sabemos, demora que agradezco, que viene con retraso.



Lo cortés sería darle la bienvenida, invitarla a entrar, convidarla a
una taza, sólo son unos minutos… ¿Café? Y ella, que ha perdido
la cuenta de las otras veces en que aceptó el retardo, que ahora
también se sienta y elogia mi pequeña cafetera roja mientras
aguardamos a que el agua hierva y yo le cuento que fue un regalo de
mi hija Irene, que vive en Barcelona… ¿Azúcar?


La verdad es que, dadas las circunstancias, ni sé ni me importa un carajo lo
que pueda ser la cortesía, ni tampoco porqué yo
tendría
que
ser más cortés de lo que ya lo soy, así que no, mejor no me
levanto cuando llamen a la puerta,
ni dejo lo que andaba encima de la mesa, ni
descorro el pestillo, ni le franqueo el paso a la dama de mierda
que, probablemente, también es un caballero, en fin, que me declaro
en huelga, que no quiero saberla, que se vaya de largo, que de largo
se pierda, que si la muerte viene, que no quiero que venga.



(Preso
politikoak aske)