En mis tiempos de estudiante el “pero” era una conjunción adversativa, la más habitual de todas. Con el paso del tiempo no parece que su uso haya decaído en absoluto. De hecho, cada vez es más frecuente encontrarla en la crónica política nacional aunque no tanto como conjunción adversativa sino como conjunción excusativa, categoría que muy pronto, dado su uso, no dudo de que sea incorporada a la gramática del castellano. El PSOE es uno de los partidos que más se esmera en el uso de la misma. Felipe González, el mejor intérprete de esta socorrida conjunción, lo dejó claro en aquel famoso lema: “OTAN de entrada no…” donde sutilmente dejaba el pero sin invocarlo, colgando, suspendido en diferido. Poco más tarde del no a la OTAN de entrada, a la salida, la acabaron, incluso, dirigiendo.
Años después, Rubalcaba, secretario general, volvía a recurrir a la dichosa conjunción resolviendo el problema suscitado en el partido sobre el modelo de Estado: “el PSOE es un partido de hondas raíces republicanas pero…”. Y el pero de Rubalcaba coronó a Felipe. En estos días se ha desatado una auténtica epidemia de peros en lo que queda de partido. La sultana andaluza lo tiene claro: “no queremos un gobierno de Rajoy pero… “. Y es que primero es España y aquí sí que no hay pero que valga. También Fernández, presidente de la gestora socialista, volvía a apelar a la conjunción de marras al concluir: “el no a un gobierno del PP está en la médula de los militantes del partido socialista por tanta corrupción y por los recortes pero…”.
Queda claro. Un pero más un pero más un pero… es un pepero.
(euskal presoak-euskal herrira)