Nosotras, y cuando digo nosotras hablo de las personas que insistimos en soñar un mejor mundo posible que se caracterice por la defensa de la dignidad humana, cometemos errores. Y erramos porque lo que nos explica, lo que da sentido a nuestras vidas e inquietudes, es la búsqueda de la razón, de la verdad. El camino hacia esa sociedad de iguales en la que ninguna persona sea discriminada por su sexo, su color, su condición social… no es una tarea fácil, tampoco simple. No lo es, entre otros motivos, porque quienes en ello andamos lo hacemos, en muchos casos, con viejos zapatos que aunque no nos representen siguen siendo los nuestros, y porque cuesta despojarse de todos los cuentos con que hemos ido creciendo, tanto como es duro amueblar el solar de un pensamiento propio que seguimos limpiando de escombros.
El enemigo, sin embargo, que no suele tener más diferencias que las que, a veces, provoca el reparto del botín, no se equivoca nunca. Y no yerra porque le importa un carajo la dignidad humana, así se persigne antes y después de cada delito; porque se la suda la razón y el derecho, por más que invoque su gracia entre canallada y canallada; y porque le trae al pairo la verdad, esa gran extraña que prostituye cuanto más la miente.
Moraleja: Cuando el enemigo te elogie, hay que revisarse.
(Euskal presoak-euskal herrira)