España se los envía a domicilio

 

Jorge Fernández Díaz, ministro del Interior del Estado español, se comprometía en estos días a enviarnos a los emigrantes a domicilio, como respuesta a quienes desde el propio estado, la comunidad europea o la misma Iglesia de la que el ministro es devoto numerario, se oponen a las llamadas “devoluciones en caliente”, devoluciones que consisten en detener en “caliente” a quienes salten las vallas de sus colonias africanas y entregárselos, para que los acaben de calentar, a la policía y al ejército marroquí.

“Si me dan la dirección a donde podamos trasladar a esa pobre gente y garantizan su manutención y les dan trabajo, les aseguro que se los enviamos”.

Me gusta el argumento. Hasta podría, por aquello de observar la coherencia, aplicarse al problema del aborto. “Si me dan la dirección a donde podamos trasladar a los recién nacidos y garantizan su manutención y les dan escuela, salud y el oportuno amor, les aseguro que se los enviamos”.

Y también serviría el argumento para, después de tantos años, reparar a tantas víctimas del franquismo que ni siquiera han podido dar sepultura a sus familiares, todavía tirados  en fosas y cunetas.

“Si me dan la dirección a donde podamos trasladar sus restos mortales les aseguro que se los enviamos”.

Y de la misma forma hasta es posible que nos envíen trabajo,  servicios, prestaciones…

En definitiva, que acabamos de confirmar lo que ya nos suponíamos, que el Estado español no es un estado sino una empresa de transporte.

Quedamos a la espera de que, cuando terminen de enviarnos a casa todos los derechos conculcados, se empaqueten a sí mismos y, debidamente certificados, en un último acto de servicio, se reenvíen… pongamos que a Laponia.

¡Mundo insólito!

A primeras horas de la mañana, aunque todavía no se ha confirmado el día, un hombre, visiblemente perturbado, fue sorprendido en el interior de un banco cuando intentaba perpetrar un crédito, sin que hasta el momento haya trascendido con qué intención. Lo que sí se puede confirmar es que el hombre estaba fuera de sí, absolutamente enajenado.

Una brigada de Salud Mental de la Policía, que había sido alertada sobre las intenciones del individuo, consiguió reducirlo dentro de la entidad bancaria cuando ya el perturbado había logrado acceder al interior del despacho del gerente a quien amenazaba con presentar dos avales y firmar un pagaré.

Según ha trascendido, el sujeto lo había anunciado horas antes en Internet a través de una red social: “¡Estoy desesperado, ya no puedo más! ¡Quiero que me recapitalicen! ¿Por qué no me rescatan a mí? ¡Me basta con un rescate… y que se olvidan de mí!”

El portavoz de la Policía ha declarado que fue, precisamente, la colaboración ciudadana la que les ha permitido evitar el pretendido hipocacidio ya que otro usuario de la red, alarmado por los reiterados mensajes del individuo, todos en el mismo intimidatorio tono, les había llamado poniéndolos al corriente de sus febriles propósitos.

La ciudad, de la que no se ha facilitado la identidad por estar el caso bajo secreto de sumario, ha amanecido consternada por el trágico suceso. Algunos vecinos del desequilibrado sujeto se han manifestado sorprendidos por la noticia ya que nunca habían advertido en el mismo ninguna conducta extraña y, además, lo consideraban una persona normal, algo reservada en todo caso, pero en absoluto capaz de tanta perturbada violencia.

Un empleado del banco ha declarado que el individuo pretendía avalar el crédito con un salario que, presuntamente, había adquirido trabajando.

Es el primer caso en lo que va de año en el que una persona es detenida intentando gestionar un préstamo.

El detenido podría ser confinado hasta por veinte años en un centro de salud mental de valorar la justicia el caso como un atentado a la salud pública.

 

 

Haizea y la lógica

Nunca debí inmiscuirme entre Haizea y el Olentzero, pero esto es algo que vengo sabiendo ahora, demasiado tarde.

-¡Querido Olentzero… quiero un perro!

Cuando expresé mis dudas sobre la posibilidad de que el Olentzero regalara perros por Navidad fui inmediatamente desmentido y hasta con dos ejemplos, así que opté por trasladar el problema a los posibles errores de procedimiento que se estaban cometiendo en el trámite de la solicitud, como no acreditar por parte de la demandante el compromiso de un uso responsable en relación al bien que se pretendía adquirir. No voy a entrar en detalles pero el recurso de la vía legal tampoco sirvió de nada. Antes de que yo tuviera tiempo de improvisar otra salida ya mi hija Haizea escribía en la pizarra los nombres de sus amigas, todas absolutamente irresponsables pero dotadas de sus correspondientes perros.

-¡Querido Olentzero… quiero un perro!

Era mi último recurso,  pero también el único infalible: apelar a su emotividad. Aunque a veces se empeñe en desmentirme me consta lo sensible que es Haizea, así que aproveché mi turno en el debate para llamar la atención sobre las necesidades del perro.

-Un apartamento no es buen sitio para un animal –argumenté- Un perro necesita espacio en el que moverse, precisa libertad e independencia, dos valores que los perros aprecian y que no los pueden hallar en un piso. Tenemos que ser generosos y hacer lo que mejor sea para el perro, lo que más le convenga… ¿Comprendes Haizea?

Nunca debí inmiscuirme entre Haizea y la lógica de la razón.

-¡Querido Olentzero… quiero un baserri!