«Soy Olimpia»

Después de unos cuantos meses en Santo Domingo, allá por 1981, yo todavía estaba muy lejos de saber cómo se pierde al dominó, como se convierte un cocido en asopao, cómo de una tormenta se hace una jarina y de un arduo dilema una maldita vaina. Trabajaba como corrector en El Nacional y también disfrutaba de un espacio de opinión en el periódico que entonces dirigía Mario Álvarez Dugan y del que era jefe de redacción Radhamés Gómez Pepín. Por lógica precaución, ya que mi condición de residente no era firme, mis artículos los firmaba como “Irene Pichardo” y se los entregaba en mano al director. Además de nosotros solo Hamlet Herman sabía de esa relación entre la Irene Pichardo que opinaba y el “españolito” nuevo que corregía. Apenas eran 5 ó 6 columnas de opinión al mes (por supuesto incluidas en mi modesto salario como corrector) pero me llenaban de satisfacción y estímulo.

Un día le entregué a Don Mario un artículo titulado “Soy Olimpia”, que así es que se llamaba la joven mulata del anuncio que con un pañuelo anudado en la cabeza fregaba el suelo o lavaba la ropa mientras nos saludaba todos los días cantando, exultante de alegría: “Mucho gusto, soy Olimpia, la que lava, friega y limpia”. No voy a decir el nombre del jabón porque no voy a hacer un anuncio de un anuncio pero cuando Olimpia cerraba su actuación en la pantalla a mi me seguía cantando, ya no tan feliz, más y más oficios y, un día, decidí agregarlos a su jornada laboral.

Como unas semanas después el artículo seguía sin publicarse me pareció oportuno preguntarle al director por su destino.

Muy buen artículo -me respondió Don Mario- pero va a ser mejor que pase la Navidad antes de publicarlo”.

¡Ah, la Navidad! Todo el mundo se anuncia y los periódicos viven de la publicidad. Mi artículo rechinaba cierto malestar con ella y de ahí la conveniencia de esperar.

Yo seguí trajinando artículos que casi nunca resultaban ilesos una vez pasaban por manos del director. Podía ser una palabra, una frase, un párrafo… siempre había algo que se quedaba en el camino pero yo seguía escribiendo, feliz y agradecido de contar con un espacio que, años más tarde volvería a disfrutar durante casi veinte años.

Un día, recordé que el artículo sobre Olimpia se mantenía en cuarentena y le volví a preguntar al director por el mismo.

Muy buen artículo -me sonrió Don Mario mientras rebuscaba sin éxito por entre algunos papeles- creo que lo tengo por aquí… pero va a ser mejor que pasen los carnavales”.

Semanas más tarde lo conveniente era que pasara El Casandra, la Semana Santa, la Feria del Libro… y algo después el verano, la tormenta, los Juegos Panamericanos, la convención del PRD…

Olimpia acabó viendo la luz unas semanas después en el periódico “Hablan los comunistas” y fue el primero de los que durante algunos años firmé como Nepomuceno Concepción.

Soy Olimpia

Nepomuceno Concepción

Mucho gusto, soy Olimpia, la que lava, friega y limpia y quita el polvo y barre y encera y guisa y hace la compra y plancha y trapea y arregla las camas y bota la basura y enjabona y baldea y restriega y emparrilla y estofa y alisa y bruñe y arregla y sacude y recoge y merca y regatea y cría y alimenta y educa y amamanta y ceba y pare y pinta y decora y borda y engalana y tiñe y retoca y acomoda y agrada y atiende y halaga y compone y confecciona y se harta y se fastidia y se hastía y se fatiga y se enoja y se agota y se disgusta y es forzada y es atropellada y es embaucada y es ofendida y es agraviada y es difamada y es marginada y es discriminada y es violada y se aguanta y soporta y tolera y resiste y padece y disimula y se resigna y se rebela y transige y se conforma y es engañada y es sermoneada y es bendecida y es condenada y es amonestada y se calla y grita y se aburre… Mucho gusto, soy Olimpia, la que lava, friega y limpia.

(Nota: Si ha sido usted capaz de llegar hasta el final espero que me lo perdone. Olimpia, sin embargo, me censuró la brevedad.)

(Euskal presoak-euskal herrira/Llibertat presos politics)

Justicia y jueces

 

Se necesitan leyes que encaren con rigor y contundencia la discriminación de la mujer y la violencia machista, pero también jueces que no desestimen denuncias porque llamar “zorra” a una mujer no sea un insulto, porque la víctima no cerró lo debido las piernas o no fue convincente cuando dijo no.

Rafaela Rueda Contreras acusaba a su marido de insultos, agresiones y amenazas. Ignoro si Rafaela también había sido adiestrada en el silencio, si ya había aprendido a tolerar abusos, si aquellos hematomas habían sido los primeros, pero el juez Carlos Manzano, titular del Juzgado de lo penal 6 de Granada, absolvió al acusado porque los hematomas de la mujer “no estaban suficientemente esclarecidos” y porque no le pareció creíble la “excesiva parquedad de la denunciante y su escasísima pasión y grado de convicción.”

Días más tarde Rafaela Rueda era asesinada a golpes de azada por su marido, otra vez detenido y acusado pero ya no por amenazas contra una mujer parca y poco apasionada y convincente sino por el asesinato de un cadáver elocuente.

Este caso ocurrió hace 8 años en Pinos Puente, Granada, pero sigue teniendo impune y dolorosa vigencia.

“Esta justicia es una mierda” coreaban en Iruña… los jueces también.

(Euskal presoak-euskal herrira/ Llibertat presos politics)