Entre irresposables, canallas, necios e ignorantes.

Casi estoy por declararme negacionista y coincidir con quienes afirman que el cambio climático no existe, que es un invento y que, en consecuencia, el desarrollo y el progreso del mundo no tiene responsabilidad alguna en el clima y sus veleidosos cambios. Lo estoy empezando a creer porque si fuese cierto, hace ya tiempo que quienes gobiernan el mundo estarían tomando medidas profundas, de calado, y creando comisiones, foros internacionales, inaugurando cumbres… y nosotros no seguiríamos viviendo como si no pasara nada al ritmo de “no pares, sigue, sigue” “más madera, más madera”. Habría que ser muy irresponsable para no detenerse.

Si fuera verdad lo del cambio climático, la paz y no la guerra sería la primera preocupación de gobiernos y mercados, como paso previo a una imprescindible refundación del mundo y de la vida que haga de otros valores el pan común de cada día. Habría que ser muy canalla para no quererlo.

Si fuera cierto que nuestro depredador consumo está poniendo en riesgo al planeta que nos soporta, los países que administran el negocio no estarían arrojando al mar millones de toneladas de agua radioactiva, ni estimulando la industria militar, ni celebrando las nuevas rutas comerciales que genera el deshielo que provocamos, ni fomentando el derroche y la estupidez a través de sus grandes medios, ni convirtiendo en verde a la energía nuclear para complacer a unos cuantos lobies… Habría que ser muy necio para mantenerlo.

Si hubiera que creer que las olas de calor, sequías, inundaciones, que están batiendo registros en todo el planeta y que ya nos participan el futuro que aguarda a la humanidad son manifestaciones del cambio climático, nuestras autoridades no estarían socavando ciudades para construir metros innecesarios e imposibles o talando árboles para inaugurar aparcamientos. Habría que ser muy ignorante para no serlo.

(Preso politikoak aske)