Gracias

Debe ser la nostalgia o que la soledad espanta que uno siempre anda haciendo alegaciones o instruyendo amables coartadas que nos pongan a salvo de la vida y, sobre todo, a resguardo de timbres y relojes, para no repetirnos esas tontas mentiras que contarnos y que, al menos, ayudan a que uno se soporte.

Debe ser la costumbre de parecer el mismo, de no saber rodar a cuatro manos, cuando pararse en dos preguntas sigue siendo un riesgo prescindible por lo que mejor te suicidas a su lado, lentamente, respirando nostalgias y acunando costumbres, como si ya fueras inmune a los abrazos o no fueran contigo.

O tal vez la memoria que sabe lo que guarda e ignora lo que olvida, esas cuantas luces de combustión interna que dan brillo a las almas, y esas otras cruces de inspiración divina que ensombrecen la vida y que aún nos bailan en la sangre. O quizás el silencio, aquellos locos gritos que perseguimos juntos, insoportable estruendo de cacharros que nos ha ensordecido hasta el recuerdo. O podría ser el tiempo, que no acepta prórrogas ni se aviene a consensos y te cobra en ausencias las sonrisas perdidas, pero así el tiempo nuble la memoria y desvanezca tu nombre y mis palabras, por si acaso mañana no nos vemos… gracias.

(Preso politikoak aske)

voces a la espalda

Voces a la espalda

Koldo Campos

(De Gara)

Hace ya muchos años que estudios científicos demostraron que un bebé sonríe alrededor de 400 veces al día, a diferencia de un adulto que no pasa de 30 sonrisas diarias.

Hacerse adulto no contribuye a hacernos más felices si la sonrisa, la más genuina expresión de la felicidad, es el costo que debemos pagar por «madurar».

El bebé que agradece haber comido y descansado, que sonríe cuando nos reconoce junto a él, capaz de encontrar 400 razones para sonreír, desde que se pone los pensamientos largos convierte sus mejores sonrisas en muecas desechables de poner y quitar que, cualquier día, aparecerán a la venta en las farmacias, pero aún estamos a tiempo de recuperar esas sonrisas perdidas.

Bastaría hacer memoria, recordar en qué extraviados sueños se nos fueron quedando, en qué presentes miedos se asoman de puntillas las sonrisas que faltan, para volver entonces sobre nuestros pasos y ser, una vida más tarde, el mismo niño que sonríe y se reconoce en ese otro, tan cerca y tan distante, con quien compartir una común y fraterna sonrisa.

Bastaría que nos atreviéramos a vernos en esos que llevamos de la mano y para quienes, a veces, no disponemos de tiempo, tampoco de sonrisas, en esos cuyas voces, con frecuencia, cargamos a la espalda.

(Preso politikoak aske)

Los muertos no tienen precio

Cada vez que los gobiernos que promueven las guerras o tienen por costumbre involucrarse en todas, hacen cuentas de los desorbitantes gastos que las guerras suponen y ponen cifras al coste de los letales explosivos que se lanzan y que, inmediatamente, habrá que reponer; al precio de las armas y municiones que se emplean, a toda clase de vehículos militares, a los despliegues de tropas… la factura de la guerra aumenta.

En los gastos que supone la guerra, sin embargo, no suelen incluirse las vidas humanas. En todo caso, se cuentan, o se estiman a ojo de buen cubero. Las vidas que, sin embargo, se invocan para hacer la guerra no forman parte de los presupuestos, ni aparecen en los cuadros contables. La guerra, la maldita guerra, se limita a un inventario de máquinas infernales, dinero sucio y unos cuantos canallas al frente del negocio.

Las vidas apenas son el señuelo emocional que justifique la feria militar de muestras y el interés de los inversionistas. Como cualquier materia prima barata, las vidas son reemplazables fácilmente y su ínfimo costo ni siquiera merece consignarse en los estados financieros de esta globalizada desvergüenza.

Los muertos podrán tener valor para los vivos, pero no tienen precio para el mercado.

(Preso politikoak aske)

Para vomitar

Días atrás, el presidente Joe Biden, que podría poner fin al genocidio en Gaza si no fuera porque usa su veto en la ONU para que no termine, le advertía al ministro israelí Netanyahu del riesgo de perder apoyos “porque la gente esta viendo lo que está pasando”. Aunque Biden no fuera tan explícito, lo que pasaba sigue ocupando los informativos y son bombas que derrumban edificios, revientan hospitales, destruyen colegios, mezquitas, mercados, centros de la ONU, campos de refugiados… Bombas sobre la nuca de una población cautiva y desarmada, bombas que matan niños, decenas de miles de muertos arriba y debajo de los escombros, muriendo de hambre, de sed, de fuego, muriendo todos los días ante los ojos del mundo… que celebra la Navidad.

A Biden no le preocupa lo que pasa en Gaza, a Netanyahu tampoco. Lo que les preocupa es que se vea, que el mundo sea testigo de la insoportable crueldad de este holocausto.

Para que no se vea es que casi un centenar de periodistas han sido asesinados por el ejército israelí; para que no se sepa es que los oficiales israelíes al mando del terror, transformados en reporteros, se instalan en nuestros canales favoritos para explicarnos el alcance de la operación y los objetivos conseguidos. Para vomitar.

(Preso politikoak aske)