Un minuto de gloria

En Iruña, a la salida de algún agasajo real, una joven interpeló al príncipe Felipe. Quería saber cuándo iba ella a poder elegir entre seguir siendo una súbdita o empezar a ser una ciudadana. Peteneras aparte aguantando el tipo, finalmente, al príncipe le venció su condición y, antes de darse la vuelta, tuvo tiempo para un arrogante exabrupto: “Ya has conseguido tu minuto de gloria”.
Yo no sé si la pamplonesa hubiera deseado que su glorioso nacimiento fuera “razón de Estado”, si hubiera querido que los medios recogieran en grandes titulares sus primeros y gloriosos pasos, si le habría encantado ser filmada en sus gloriosas regatas y que sus gloriosas vacaciones abrieran las noticias de todos los canales. Ignoro si esa joven ha ambicionado alguna vez la gloria que el magnánimo príncipe le regalaba pero, en cualquier caso, es preferible defender un derecho en un minuto de gloria a la gloria de un espermatozoide.