Titulares ambiguos

Y calificarlos de ambiguos es hacerles un favor. Si ayer me refería a la virtuosa elocuencia de un titular del periódico El País, en el que Estados Unidos desmentía su injerencia en las elecciones mexicanas, hoy tengo que persistir en mi injerencia con ese medio por la “ambigüedad” de otro titular como palpable demostración de su experiencia en todas las artes de la comunicación: “Cuernos de elefante en casa de Dorribo y más de 230 coches”

El titular de su edición digital, ignoro si aparecía también en la de papel, me dejó perplejo. Tuve que releerlo varias veces para seguir sin entenderlo. Pensé que, tal vez, ya habían llegado los recortes a la selva africana y lo que fueran esmaltados colmillos de marfil hoy sólo eran simples y comunes cuernos, pero también era posible que, efectivamente, fueran cuernos, aunque no de elefante sino de cabra. A falta de un perito contratado, un desempleado voluntario pudo haber equivocado la pesquisa. O quizás, es otra posibilidad, yo no sé nada de elefantes ni de cuernos.

Y no es eso lo peor, además de ignorarlo todo sobre paquidermos y ornamentas,  tampoco soy capaz de imaginar el tamaño de una casa en la que albergar 230 coches. Sólo por asegurarme de que no era posible he tratado de averiguar cuántos vehículos era capaz de almacenar el baño de mi casa,  la cocina, el pasillo… y sigo sin poder imaginar la casa. Pensé que, tal vez, ya había llegado la recuperación económica a la selva española y lo que fueran baldosas residenciales de 40 metros cuadrados hoy se habían convertido en fincas, pero también era posible que, efectivamente, fueran coches, pero no de lujo sino de juguete. La tierna pasión de un niño que no recoge sus juegos y, a falta de un perito contratado, un desempleado voluntario equivocó el tamaño. O quizás, es otra posibilidad, yo no sé nada de casas y de coches.

Titulares elocuentes

Hay titulares que uno agradece por su elocuencia. De hecho, gracias a ella evitas el tener que adentrarte en la crónica. Y esa elocuencia, además, es creíble cuando te consta que el periódico no está siendo consciente de su desliz. Lo digo por el periódico El País y un titular reciente: “Estados Unidos ratifica su neutralidad en las elecciones mexicanas”.

Por si no fuera suficiente con el titular, un subtítulo igualmente expresivo: “El vicepresidente Joe Biden se entrevista con los tres aspirantes a suceder al presidente Felipe Calderón.”

Para El País, y que me perdone la injerencia, mejor hubiera sido ignorar esta vieja noticia y, aprovechando el espacio libre, seguir especulando con la salud de Chávez o la huelga de hambre de un disidente cubano o las últimas provocaciones del presidente iraní Ahmadineyad. Tampoco sería la primera vez. El que Estados Unidos “ratifique su neutralidad” quiere decir que ya antes de confirmarla la había firmado, noticia ésta de la que no se hizo eco El País. Y si tuvo Estados Unidos que afirmar su neutralidad sólo pudo deberse a que México dudaba de ella, noticia que tampoco leí en El País. Acudí a Google por si acaso sí se había publicado y yo no la había leído. Escribí el texto: “México acusa a Estados Unidos de injerencia”, y no encontré nada al respecto. Leí sí, en la primera página de Google, las cito por orden, todas las noticias que aparecen: “Los Hermanos Musulmanes acusan de injerencia a Estados Unidos en Egipto”, “Siria acusa a Estados Unidos de injerencia”, “Senegal acusa a Estados Unidos de injerencia”, “China acusa a Estados Unidos de injerencia”, “Nicaragua acusa a Estados Unidos de injerencia”…  En la segunda página son India y Bolivia las que acusan de injerencia a Estados Unidos, además de Cuba que acusa de injerencia a España. No seguí leyendo más injerencias. Ninguna noticia en relación a México y su acuse de injerencia. En consecuencia, ¿no hubiera sido más oportuno no publicar el desmentido estadounidense? Al fin y al cabo, sólo existe lo que se publica y ese medio, experto en eclipses informativos y otras prestidigitadoras artes, bien lo sabe y practica.

No es que uno albergue duda alguna sobre quien designa al presidente mexicano y quien, también, se encarga de cesarlo, sino que el titular de El País respaldando el desmentido de la injerencia, lo que venía a hacer era confirmarla. Bastaba con darle la vuelta al titular para entenderlo: “México ratifica su neutralidad en las elecciones estadounidenses… El presidente mexicano Felipe Calderón se entrevista con los aspirantes a suceder al presidente Obama”.

¿Verdad que parece una ficción?

 

 

Huelga General

“No se rían, no se rían, que si no…” aconsejaba entre risas el presidente de los empresarios españoles a sus conmilitones de jolgorio, antes de expresar su parecer sobre la última reforma laboral.

Días después, los mismos empresarios han dejado claro, ante el anuncio de una huelga nacional, que “las huelgas no resuelven nada” y que “ahora no es el momento”. Y la ministra de Trabajo, perspicaz como siempre, también se ha sumado a la campaña desmovilizadora apuntando que “las huelgas no crean empleo”

Decir que la huelga no resuelve nada, no es verdad. De momento, a más de un mes de la huelga, su anuncio ya ha conseguido que, al menos, los empresarios y su gobierno dejen de reírse. Y no es que uno censure la carcajada como expresión de ánimo y humor, sino que celebro, sobre todo, la alegría general, ese regocijo que hará inoportuna cualquier huelga el día en que los empresarios y banqueros delincuentes, aunque sea llorando, se hospeden en la cárcel; ese día en que la gente recupere sus viviendas y ahorros, el derecho al trabajo siga siendo constitucional, y derechos humanos la salud y la educación, para no entrar en detalles. Ese sí que, en absoluto, será un buen momento para una huelga. El problema es que ese día no tiene fecha en el calendario, es más, ni siquiera tiene calendario.

Y aún aceptando que una huelga, al margen de interrumpir el alborozo empresarial y convertir en general el desahogo, no va a traducir a la justicia todas las demandas sociales pendientes, la verdad es que tampoco trabajar “resuelve nada”. Y si la huelga no crea empleo, tampoco crea empleo el gobierno que, por cierto, lo que sí ha venido a demostrar es su enorme capacidad y eficacia para aumentar el paro. De hecho, pronto los empresarios van a descubrir que las huelgas, además de inoportunas e ineficaces, también son innecesarias, porque ya nadie va a tener trabajo que declarar en huelga, ni siquiera los empresarios. Claro que, siempre les quedará Laponia.