Las memorias de Aznar

He leído en algunos medios de comunicación un fragmento de “Las memorias de José María Aznar“ que me parece oportuno compartir, así como las dudas que me ha suscitado su lectura.

Dice Aznar: “La primera vez que supe que no era un ser humano corriente, lo recuerdo bien, fue cuando ETA voló mi coche conmigo dentro. Salí de allí, envuelto en llamas, y pensé: ¿cómo es posible que haya sobrevivido? Nadie se lo explicaba. Los médicos no encontraban una respuesta, tampoco mi personal de seguridad. A todo el mundo le pareció… milagroso. Esa noche soñé con Dios. Era una luz, no tenía rostro, pero sí voz. Me iluminó con su haz y me dijo: Jose Mari, si te he salvado es porque te necesito vivo para que lideres a la humanidad. Me dijo un par de cosas más, pero son personales. Aquella experiencia me cambió, por supuesto. Desde entonces soy mucho más humilde… Muchas veces me han preguntado cómo sé que soy especial. Es difícil de decir; digamos que siempre lo he sabido. Ya desde el colegio, sabía que ninguno de los que me rodeaban estaba a mi altura. Como delegado de mi clase, en 3ºB, tomé la decisión de ocupar 3ºD y librar a aquellos pobres chicos del pésimo delegado que habían elegido. No fue una decisión sencilla; tuve que mandar a varios muchachos a combatir al patio pero, al final, obtuvimos la victoria. Ese día supe que estaba destinado a algo más grande que yo mismo…”.

La verdad es que he quedado atónito, perplejo, que no sé qué pensar. Y es que siempre he creído que Aznar es un pedante insoportable, un pobre estúpido, un bobo acomplejado, un necio recalcitrante, un absoluto imbécil, un idiota perfecto, un tonto del culo, un triste mequetrefe, un patético cretino, un impune chorizo, un macho perturbado, un puto chuloputa, un mamarracho ibérico, un facha de mierda, un criminal de guerra, un hijo de la gran puta… pero me resisto a creer que haya sido capaz de escribir esto…no lo puedo creer, sencillamente, tiene que ser falso, no puede ser… ¿también es el elegido?

 

Cuando es mejor callar

A estas alturas del cuento lo mas sensato habiera sido dejar las cosas como están: que había un buey y una mula, que el niño era blanco y de rubios rizos, que llegaron unos reyes que también eran magos, que cargaban oro, incienso y mirra, y todo gracias a una estrella que desde el cielo les marcaba la ruta como un GPS celestial.

Pero el problema no es el cuento de la Navidad, especialmente, en estas entrañables fechas que se avecinan y en las que ni el esfuerzo conjunto de olentxeros, reyes magos y demás dadivosas figuras va a poder complacer los intereses del comercio y del mercado. El problema es que se nos siga contando cuentos, esos que León Felipe advertía cuando escribía: “Yo no sé muchas cosas, es verdad, digo tan sólo lo que he visto. Y he visto: que la cuna del hombre la mecen con cuentos, que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos, que el llanto del hombre lo taponan con cuentos, que los huesos del hombre los entierran con cuentos, y que el miedo del hombre ha inventado todos los cuentos. Yo no sé muchas cosas, es verdad, pero me han dormido con todos los cuentos y sé todos los cuentos.”

Buena parte de ellos los edita y los publica el Vaticano. En un mundo que cruje por todas sus costuras entre guerras, pestes y general hambruna; en un mundo crispado y violento, en medio de una crisis… ya el silencio habría sido elocuente.

El Vaticano pudo haber seguido meditando algunos desahucios más, algunos genocidios nuevos, o rezando en privado por la salvación del mundo, que es también una virtuosa manera de meditar silencios. De hecho, que yo sepa, en ninguna de las encuestas que suelen hacerse sobre las preocupaciones de la ciudadanía se ha revelado la posible inquietud al respecto de un buey y una mula de más en el portal de Belén.

Y ahí es donde hasta la elocuencia del silencio hubiera sido preferible porque, puestos a decir algo… ¿no pudo el Vaticano haber improvisado otra necedad que no resultara tan insultante, tan atea?