Las encuestas

Las encuestas, su mayoría, o sirven para que te enteres de lo que ya sabes o para que sepas lo que no te importa, pero sirven, sobre todo, para que los beneficios que dejan sus ventas multipliquen el patrimonio de sus dueños.

Seguimos pecando de ingenuos. Si antes dábamos por cierto cualquier disparate porque “lo he visto en la televisión o lo han dicho en la radio o viene en el diario” ahora lo confirmamos porque “ha salido en una encuesta”.

En el negocio de las encuestas la credibilidad no es un valor en alza, y ganarse el respeto por la pulcritud de su gestión suele ser la principal causa de que se desplomen sus ventas. Una empresa encuestadora seria, como negocio, es tan ruinosa como un periódico que ejerza la profesión con dignidad. Las encuestas son productos que están en el mercado a la espera de un cliente que las compre. Las venden empresas que se manejan con los mismos principios que las demás en este mercado al uso y que, con independencia de que vendan encuestas, lavadoras o chorizos, deben hacer caja.

Esa podría ser, precisamente, la explicación de porqué no suele haber contradicciones entre los resultados de una encuesta y la firma que la pagó. Ningún partido político, por ejemplo, que acostumbre a encargar encuestas va a pagar un resultado que lo ponga en evidencia. El origen de las encuestas, en contra de lo que algunos piensan, no es divino, y se hacen a la medida, se sirven a la carta, se llevan a domicilio, se facturan en negro y se pagan en diferido.

(Euskal presoak-euskal herrira)