¿Dónde está Aurora Wiwonska?

El 7 de diciembre del 2001 la dominicana Aurora Wiwonska Marmolejos, de 22 años y madre de una niña de año y medio, en un arranque inesperado y a las puertas de un club de la capital dominicana en el que la empresa para la que trabajaba ofrecía una fiesta navideña a sus empleados, se quitó los zapatos y echó a correr por las proximidades de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Momentos antes había sostenido una discusión con su marido que, aunque no trabajaba en esa empresa, había sido invitado por ella. A la salida del local, él se dispuso a llamar por su celular a un taxi para regresar a casa, eran más de las diez de la noche, cuando Aurora Wiwonska, según declaró el esposo, se quitó los zapatos y echó a correr. Desde entonces, y ya han pasado 18 años, nadie ha vuelto a ver a Aurora Wiwonska Marmolejos. Tal vez porque, discreta, corría descalza para no hacer ruido. Una carrera urdida de improviso, como si fuera a detenerse a los tres pasos y no tuviera intención de prolongarla todos estos años. Nada se llevó en su frenética carrera, ni un pasaporte, ni dinero, ni una maleta con ropa, ni una fotografía de su hija, nada. Tampoco se despidió de nadie, ni siquiera de su marido. Simplemente, se quitó los zapatos y echó a correr cuesta abajo, por una calle a oscuras y vistiendo una elegante falda tubo, una de esas faldas que apenas sí te permiten mover los pies. Y corriendo ha cruzado, desde entonces, su menuda figura frente a todas las comisarías de policía de la ciudad que no la vieron nunca, que nunca la han sabido; corriendo ha ido dejando atrás pesquisas inconclusas y reportes a doble espacio; siempre corriendo, Aurora Wiwonska atravesó un original y tres copias, dio la vuelta a un formulario verde, recorrió sin detenerse cuatro informes anexos, dos sellos gomígrafos y algunas presunciones, incansable al desaliento, sin que la detuvieran los indicios, ni las legítimas sospechas. Corriendo le ha pasado por el lado a tres pruebas periciales, ha dejado atrás los esperticios, ha cruzado indagatorias y testigos que sirvieron, al menos, para saber que aún corre, que Aurora Wiwonska tiene 18 años corriendo. No la ha visto la jueza que dictaminó su olímpica odisea por calles y avenidas de Santo Domingo, como si desaparecer en la República Dominicana fuera un ejercicio común e impune que no requiere más averiguaciones. No la ha visto la Policía, nadie la ha vuelto a ver, ni siquiera su hija, 18 años después. Súbitamente, sin tiempo ni para despedirse, Aurora Wiwonska decidió emprender esa carrera en la que todavía persiste y de la que nadie es responsable, como si fuera una fatal ocurrencia de medianoche, como si súbitamente le asaltaran las ganas de correr el resto de sus días y se lanzara a tumba abierta por las calles de la ciudad, hasta ella misma olvidarse de sus pasos. Y me pregunto si esa impune carrera no altera, también, la paz ciudadana, si no pone en peligro la convivencia de la familia dominicana o si es que, en esta sociedad, ser mujer no vale absolutamente nada cuando, además, se carece de recursos y apellidos.

(Preso politikoak aske)

San Andrés en Azkoitia

En Azkoitia, por San Andrés, entre otras actividades hay una que concita el interés de todos los niños y niñas del pueblo: la pintura. Se trata de distribuirse por el pueblo desde primeras horas de la mañana para, a partir de unas pautas que casi siempre son las mismas, pintar o dibujar la torre de San Martín, la Casa Negra, la plaza, el Ayuntamiento, las fuentes, el mercado, la iglesia… Casi imposible encontrar un edificio en el pueblo que no tenga delante a algunos escolares tratando de que sus pinturas sean fieles al modelo escogido. Y si digo casi es porque hay un edificio que no concursa: San Jose Egoitza. Frente a la residencia de ancianos de Azkoitia nunca vamos a encontrar a niños y niñas pintando por San Andrés. La razón es que la residencia, situada sobre un pequeño cerro a las afueras, aunque esté matriculada en Azkoitia, no está en el pueblo. Lo saben los más de tres mil vecinos que han firmado una petición entregada al ayuntamiento para que la residencia vuelva a ser parte del pueblo y que a la alcaldía un poco se la pela y un poco se la suda.

Curiosamente, la empresa a cargo de la residencia, sí la está pintando. El bueno de Eneko se ocupa de ello cuando no anda transportando residentes. Los pasillos, las barandillas… Lo que Biharko sigue sin pintar es el personal que falta.

(Preso politikoak aske)