La pasión por la verdad

Benjamín Bradle fue una de las figuras más sobresalientes del periodismo estadounidense. Director del Washington Post de 1968 a 1991, condujo a ese medio a doblar su tirada y también la credibilidad de sus lectores tras destapar el caso Watergate que acabaría sacando a Richard Nixon de la presidencia, así fuera por el más insignificante de sus muchos delitos.

En 1914, un año antes de su muerte, Bradle recibió de manos del presidente Obama la Medalla de la Libertad, el premio más prestigioso de ese país por su “pasión por la verdad y su incansable búsqueda de la verdad”.

La misma pasión por la verdad que le ha supuesto una condena de 35 años de cárcel a Chelsea Manning, ex analista de inteligencia de Estados Unidos, por no aceptar que la verdad tenga que ser secreta; la misma pasión por la verdad que tiene preso en Londres a Julian Assange por no creer que la verdad deba ser proscrita; la misma pasión por la verdad que mantiene en la clandestinidad al ex agente de la CIA Edward Snowdem por no creer que la verdad deba seguir oculta.

Manning, Snowdem y Assange creen que la verdad pertenece a la gente, que es propiedad pública, que ningún pueblo es menor de edad como para vivir en el engaño permanente y que ningún gobierno tiene derecho a mentir a sus ciudadanos. Ninguno de los tres recibirá nunca la Medalla de la Libertad.

También decía Bradle que “el fundamento del periodismo es encontrar la verdad y contarla”. Sí, es verdad, pero… ¿en qué cárcel?

(Preso politikoak aske)