Seguimos confinados en las residencias de mayores. Hasta el 8 de junio no habrá visitas. Así lo han decidido Gobierno Vasco, Diputaciones y las empresas que gestionan el negocio de las residencias.
Y las visitas serán de una hora y de un solo pariente que deberá ser el mismo y en medio de unas ridículas medidas más propias de una cárcel. De salir nada. Si acaso en julio y a votar ¿verdad Urkullu?
¿Cómo explicarles que no pretendemos ir a la playa a coger sol y bañarnos, que tampoco estamos pensando en hacer un botellón, ni en ocupar las terrazas y acaparar sillas y rabas? ¿Es tan difícil entender que, tal vez, lo único a lo que aspiren los residentes es a que vengan sus familias para llevarlos a comer, a pasear, a compartir unas horas en casa de las hijas, a eso simplemente?
¿No están apelando a la responsabilidad ciudadana para rehabilitar los espacios sociales, las actividades? ¿Por qué no las residencias? ¿No son ciudadanos los residentes? ¿No podría apelarse a la responsabilidad de la familia para que puedan rescatar a sus parientes de la residencia así sea por unas horas?
Somos los residentes eso que llaman “población de riesgo”, por supuesto, con todo y lo relativo que es el riesgo, pero lo somos siempre, antes y después de cualquier pandemia, gripe, derrame… Y entre adoptar y extremar todas las precauciones posibles y que te tiren dentro de un armario como ropa vieja a esperar que todo pase, hay una dolorosa diferencia que los residentes apreciamos. Comparto la necesidad del confinamiento pero no como un recurso que manejar alegremente y extenderlo en el tiempo sin valorar las consecuencias. Y me parece oportuno recordar que la libertad de movimiento ya se ha restablecido a toda la ciudadanía, a todas las personas, incluyendo las ancianas que no están encerradas en las residencias.
¡Estamos vivos!
¿Cómo es eso que tanto les encanta repetir… eh, cómo es? ¡Ah si… “que nadie se quede atrás”.
¡Váyanse a la mierda!