Se cumplen 178 días desde que fuera secuestrado en Polonia el periodista Pablo González. Parecido tiempo al que llevan secuestrados medios como Sputnik o RTV en defensa, eso sí, de la libertad de expresión. A pesar de ser la europea, como afirman los medios, la ciudadanía más y mejor informada del mundo es en el fondo tan idiota que, en defensa de sus derechos, sus gobiernos se los recortan o suprimen para que no se hagan daño con ellos y hasta que dejen de ser idiotas. De que la idiotez se haga carne y habite entre nosotros, además de la iglesia, se ocupan los medios.
No va a ser fácil pasar de curso. A eso se debe que se discuta el hasta cuándo pero no el porqué de los secretos oficiales. A pesar de los valores y principios que nos adornan, si conociéramos los secretos que esconde nuestro progreso, dicen que, además de idiotas viviríamos deprimidos. Y secretos hay en todas las familias, recovecos de humo y tinta entre los que se pierden historias que nadie cuenta porque a algunos les importa que el silencio calle. La justicia no oculta secretos, encubre crímenes cuando en lugar de secretos oficiales hay preguntas sin respuestas. Y se encubre el crimen y a quienes perpetraron el delito hasta que el tiempo arrope su impunidad y la memoria que sobreviva no haga ruido.
Cualquier día callarán para siempre a Julian Assange, fundador de WikiLeaks y preso, por difundir la verdad, por negarse a ser cómplice de crímenes de guerra y hacerlos públicos. Por ello lo quiere el gobierno estadounidense. Cuando Obama entregó en el 2014 la “Medalla de la Libertad” al prestigioso periodista Benjamín Bradle, lo hizo por “su pasión por la verdad y su incansable búsqueda de la verdad”. La misma pasión y búsqueda por la verdad que tiene a Assange preso desde hace más de diez años por creer que la verdad no puede ser proscrita.
Benjamín Bradle decía que el fundamento del periodismo es contar la verdad. Sí, es verdad, pero… ¿en qué cárcel?
(Preso politikoak aske)