Después de veinte siglos de abrir y cerrar puertas, de haber perdido todas las victorias,
cuando ya no hay altar ante el que arrepentirse ni Dios que nos absuelva cada día más
cerca del infierno.
Después de tantos besos sepultados entre la conveniencia y lo posible, de haber honrado
culpas y culpados, de no saber de quién es el entierro.
Después de cien esquinas deambulando sin distinguir qué sombra es la que anda, sin
entender qué propios son los pasos, mientras tejen su hiel las circunstancias que hemos
ido prohijando con esmero, con piadosa bondad de desalmado, con gozosa virtud de
carnicero.
Después de tantos versos cancelados, de haber rendido sueños y zapatos para que la
memoria sea un señuelo contra el que van a ahogarse las nostalgias ancladas en los
pliegues de unos labios cada noche más lejos del encuentro.
Después de haber urdido excusas y ademanes, engolada la rúbrica y la pose para no
contrariar a los espejos, cuando vivir es un oficio y guardan turno los muertos
en el cielo.
Después de tantos gritos clausurados por reformas al credo originario, de que uno
advierta perdido y desolado que la vergüenza ya no cotiza en bolsa y que el alma se
derrumba en los mercados…
¡Enhorabuena! ¡Lo hemos conseguido…ya no tenemos nada que aprender!
(Euskal presoak-Euskal herrira)