Asombros de ida y vuelta

 

Suele ocurrir, cada vez que en alguna tertulia de EITB se habla de las presas y presos vascos, que se reacciona con el “asombro” cuando alguien reivindica la necesidad de la amnistía. Como si se hablara de algo insólito, nunca visto antes, los hay quienes, incluso, superado el inicial asombro por la exigencia, se atreven a destacar que vivimos en un “estado de derecho” que haría inviable semejante pretensión y que, además, no hay nadie detrás de esa demanda, que nadie secunda la amnistía.

Y el asombro pasa a ser el mío cuando los oigo porque,  aunque así fuera, que no lo es, nadie ha demandado tampoco la impunidad para el terrorismo del Estado español y, sin embargo, a la impunidad se han remitido los asesinatos perpetrados desde ese Estado.

Apenas unos pocos crímenes y actos de terrorismo cometidos por el Estado español han sido sometidos a la justicia. Menos aún han sido los casos, entre esos pocos asesinos enjuiciados, que fueron condenados, y de más está decir que, entre los apenas condenados a una confortable cárcel cerca de su entorno familiar (como debiera ser para todos los presos) nadie guarda prisión. El general Galindo, que cumplió 4 años de los 80 a que fue sentenciado es un ejemplo. La impunidad del Señor X es otro. A algunos contertulios, además del mentado estado de derecho, les sobra el asombro.

(Euskal presoak-Euskal herrira)

 

Vivo en la luna

Lo admito, sí, es verdad, vivo en la luna, que la tierra me pesa y me reduce hasta anularme o, peor aún, hasta negarme esas cuantas palabras que vine trajinando y que, llegué a creer, algún día acabaría aprendiendo. Y es que mis palabras se me pierden y por más que uno invoque su nostalgia o recurra el dictamen de la amnesia, así sea transitoria, o apele la revisión del caso demandando un vestigio de luz en la memoria, hay palabras que siempre se me pierden sin que consiga conjugar sus letras. Palabras movedizas de sílabas fugaces que se cierran y abren, que se van y se vienen, palabras como… Hay palabras que siempre se me pierden.

Lo admito, sí, es verdad, vivo en la luna, y a falta de palabras no conservo en este escueto inventario de mudanza otra cosa que mis puntos suspensivos.

Cualquier cosa que piense, antes de que pueda expresarla, comienza a segregar infinitos puntos suspensivos para que, enredado en ellos, termine por rendirme a la evidencia y me niegue a articular siquiera una tímida voz, un discreto sonido, una simple palabra. Cada vez que estoy a punto de arribar a alguna inobjetable conjetura los puntos suspensivos la dejan en el aire y, ante el cuestionamiento general que impaciente espera que concluya, me voy de punto en punto, muy despacio, camino de la luna, sin nada que alegar en mi defensa que no sean los puntos suspensivos.

Viene entonces la queja y el reproche de un universo crédulo y resuelto que se niega a aceptar por descreído el secular cortejo de mis siempre suspensivos titubeos, y yo alego mis credos suspensivos para dejar a Dios a la intemperie y ponerme la duda por sombrero.

Si al menos en la luna me quedara un sin embargo, un acaso, un simple pero, sé que podría reconducir mis pasos por certezas comunes, cotidianas, por esos abismos que se nos mienten cuerdos, como los que nos sirven de descargo para no reiterar viejos insomnios.

Debe ser bueno levantarse y descubrir que somos un por ciento, y aún más grato incorporarse al día si el porcentaje resulta abrumador, pero no son más dulces los besos suspensivos ni hay memoria que pueda sostener tanto recelo.

La noche iguala el sueño de los mansos aunque no haya una estrella que lo ilustre o un ramalazo de fe que lo haga humano, que los demás debemos conformarnos con acunar los puntos suspensivos hasta que se sometan las pupilas y no lata la hiel más que el costado.

Lo admito, sí, es verdad, vivo en la luna, aunque no he terminado de mudarme. Me falta  recoger una sonrisa que haga más dulces las noches en menguante y una lágrima grave que compense la desmedida holganza del creciente para contar estrellas a tu lado como gatos esquivos arriba de un tejado.

(Euskal presoak-Euskal herrira)