Aunque me duele reconocerlo creo que todavía existe un espacio social en el que la discriminación de género resulta indispensable: el váter
Hasta ahora, así se tratara de públicos o privados, existían baños para hombres y baños para mujeres. Ambos se limpiaban a primera hora de la mañana por lo que su estado, a lo largo del día, dependía del uso que se hiciera de los mismos. Al margen del letrero colocado en la puerta indicando el género, también se diferenciaban en que los baños para los hombres eran una guarrada y los de las mujeres siempre estaban limpios o casi limpios (a veces se colaban hombres).
Cada vez más, algunos restaurantes de los que aplaudo su intención de poner fin a la discriminación de género en los baños tanto como censuro su precipitación, ya no diferencian el género en los aseos por lo que los hombres están autorizados a ensuciar los dos baños. Y me parece saludable el intento pero también lo lamento porque condena a las mujeres a tener que hacer sus necesidades en recintos asquerosos. Mientras los hombres sigan siendo tan guarros y no aprendan a mear sentados que, dicho sea de paso, es muy saludable hasta para la próstata, los baños deben seguir disponiendo de espacios para las mujeres y espacios para los marranos.
(euskal presoak-euskal herrira)