«Solo un chin chin!

Cuando mi hija Irene tenía 2 años, un día, sorprendió en el suelo de la cocina a una solitaria hormiga. Fascinada la fue acompañando, a cuatro patas, a lo largo de algunas baldosas hasta que me preguntó:

-¡Papá mira, una hormiguita! ¿La mato?

Solidario con la hormiga intercedí por ella pero Irene, que no aceptaba mis alegaciones, me propuso a cambio:

-Sólo un “chin-chin”.

Un “chin-chin” en buen dominicano viene a ser un poco. Irene sólo pretendía matarla un poquito, un algo, un diez por ciento quizás.

Irene estaba entonces muy lejos de saber que las decisiones que se adoptan en la vida no suelen admitir paliativos.

Y lo cuento porque me asquea oír a ciertos periodistas y políticos lamentar la falta de proporción en la salvaje represión desatada por las policías españolas contra un pueblo pacífico y desarmado. ¿Hubiera sido más proporcionado solo 200 heridos? ¿Quizás 50 patadas menos? ¿Sólo 10 cabezas rotas?

Irene ha crecido. Ya no persigue hormigas por la casa a las que aplastar moderadamente para que el pisotón resulte proporcionado y termine cuanto antes. Ahora ya sabe que para el Estado español todo principio jurídico, ético, constitucional, derecho humano… cabe en un chín-chín.

(Euskal presoak-euskal herrira)