Mientras sigamos pensando que la Justicia precisa de estudiosos magistrados versados en jurisprudencia y que apliquen la ley con arreglo a la razón y a la equidad, la Justicia va a seguir siendo una mierda.
Las modernas tendencias en la administración de la Justicia exigen más, mucho más que estudiar una carrera, cursar una especialidad y contar con un padrino que nos avale el cargo. Demandan jueces capaces de calibrar las intuiciones y evacuar sentencias sensoriales; que puedan servirse, no de códigos al alcance de cualquiera, sino de impresiones, de presentimientos. Jueces que se nieguen a cursar órdenes de detención si presagian que el delincuente desea ser detenido. Jueces capaces de oír a los oráculos cuando estos auguren la ocurrencia de hechos violentos, así no haya más indicios paranormales que los que propinan sus fuerzas del orden; o que apelen a místicos trances para desentenderse de la seguridad de sus presos preventivos…
Y donde esté una buena corazonada que se quite una experticia porque mejor que una prueba pericial es una feliz premonición.
Solo falta que cambien sus honorables togas, birretes y puñetas, por atuendos acordes a sus fallos, como cucuruchos y capirotes. Y que en lugar de testigos y ciencias se ayuden de videntes, de chamanes, de médiums, de bolas de cristal, de cartas del Tarot, de magia en blanco y en negro… para “afinar” los casos.
(Euskal presoak-euskal herrira)