A veces hay noticias que desde que se ven se dan la mano, porque son inseparables, porque juntas se explican aún con más hondura y contundencia.
Días atrás era asesinado y descuartizado el periodista saudí Yamal Khashogui en el interior del consulado que la monarquía saudí tiene en Estambul. El cónsul saudí huyó a su país al igual que los sicarios que asesinaron al periodista. Khashogui se había refugiado en Estados Unidos donde residía desde que un año antes tuviera que exiliarse. Había acudido al consulado a un simple trámite relacionado con su documentación. La policía turca cuenta con pruebas contundentes del atroz crimen, incluyendo una grabación de audio. Estados Unidos y Europa se dan por satisfechos con la promesa del rey Salmán de llevar a cabo una investigación completa y transparente. La monarquía saudí, sí, esa misma que bombardea Yemen con las armas que les vendemos y sin la prudencia que le sugerimos, la misma que vulnera todos los derechos humanos, va a investigar si el Estado saudí tuvo algo que ver en el asesinato, en su crimen. El gran jefe blanco, visto para sentencia el caso, pone en boca del acusado su derecho a elegir la sentencia que más sea de su gusto… con la venia del tribunal que aplaude, de Su Santidad que calla y de los grandes medios que miran para otro lado. Hasta es posible que dentro de unos días, en cuanto los saudíes terminen de investigarse, sean identificados seis oportunos autores y decapitados con más velocidad de lo que yo invierto en escribirlo y ellos en negarlo o enterarse.
Esa era la primera noticia de ese circunstancial encuentro en el mismo día y en el mismo informativo de dos noticias complementarias, hechas para encontrarse, inseparables.
También días atrás, y esta es la segunda noticia, el gobierno de los Estados Unidos utilizaba la sede de las Naciones para dar inicio a su campaña “Jailed for what” (¿Por qué encarcelados?) Estados Unidos acusa a Cuba de vulnerar los derechos humanos. La función tuvo que suspenderse porque la dignidad mostrada por la delegación cubana, que acusó a la ONU por prestarse a semejantes canalladas, terminó echando el telón a la farsa. Casi sesenta años lleva Estados Unidos bloqueando Cuba, una bendita isla cercada económica, financiera y comercialmente, permanentemente difamada y agredida y que, en las peores circunstancias, sin ayuda de nadie, en una tan convulsa América, sigue alentando y construyendo una sociedad con los mejores índices, en muchos aspectos, de vivienda, educación y sanidad del continente, de calidad de vida. Todos los años, el Consejo General de las Naciones Unidas falla a favor de Cuba en la exigencia de que Estados Unidos levante ya el bloqueo. Todos los años Estados Unidos pierde la resolución por goleada. El pasado año solo Estados Unidos e Israel votaron a favor del bloqueo contra 191 países que volvieron a condenarlo. Las resoluciones solo han servido para poner en evidencia a Estados Unidos, a Israel y a la propia ONU.
¿Y por qué no dejar que el gobierno cubano investigue si vulnera o no los derechos humanos y, ya de paso, bloqueamos a la monarquía saudí? Aquí es donde las noticias se dan la mano y uno apaga el televisor.
(Euskal presoak-euskal herrira/Llibertat presos politics/Altsasukoak aske)