Decía Patricia Ansola, feminista colombiana, que las noticias no tienen sexo, su tratamiento sí, y no pasa un día sin que un periódico confirme la aseveración.
Desde seguir calificando de pasionales los crímenes machistas, como si el amor fuera una enfermedad y el asesinato de una mujer disculpable por dejarse llevar el feminicida por algo tan común y comprensible como la pasión, hasta crónicas en las que el periodista llama la atención sobre cómo vestía la mujer asesinada o el tipo de vida que llevaba.
Días atrás, un militar mataba a su esposa «accidentalmente» en San Francisco de Macorís (República Dominicana) al disparársele la escopeta que portaba.
Según la crónica del corresponsal, el militar, que andaba de patrulla con otro compañero, entró un momento en el local de la empresa en el que trabajaba su esposa para conversar con ella, tras lo cual, al despedirse y recoger su escopeta, luego de haber sostenido ambos una «amena conversación en la que acordaron salir a bailar por la noche», se le escapó un único tiro que impactó en el pecho de la mujer acabando con su vida. Acto seguido, sigue diciendo la crónica, el militar sacó un revólver y se suicidó.
Añadía el periodista que vecinos de la pareja definían al militar y a su esposa como «dos personas tranquilas, que siempre estaban sonrientes y nunca habían tenido problemas», lo que agregaba más pesar al caso por lo insólito de encontrar una pareja que no sabía lo que era una discusión, un mal gesto o una mala palabra.
Cuando leí la crónica me llamó la atención la insistencia del periodista en decorar la relación de la pareja y el accidente, para nada supuesto, con tantos apuntes y testimonios.
¿Cómo dedujo el periodista que había sido «amena» la privada conversación que sostuvieran dos personas que resultaron muertas y en la que, obviamente, él no estuvo presente? Y si aventurado es considerar “amena” la supuesta conversación, aún más lo es resolver en accidente, sin comillas que lo amparen, lo que el mismo periodista informaba «esta investigando una comisión formada por dos coroneles».
Me llamó la atención también, sin pretender presentarme como un estudioso de la conducta humana, la inmediata decisión del militar, tras el «accidente» que costó la vida a su esposa, de dispararse en la cabeza, porque tal parece que una reacción más lógica y común hubiera sido, en medio del estupor por la repentina desgracia de una bala que se pierde y un pecho que la encuentra, el tratar de reanimar a la mujer, pedir ayuda, taponarle la herida o pensar en trasladarla a un centro médico, en medio de la absoluta desolación por lo ocurrido. Generalmente, el suicidio, como respuesta inmediata, sólo ocurre si ya estaba previsto de antemano y en cuyo caso no podría verse como accidental la muerte de la mujer porque estaríamos hablando de un crimen machista y de la habitual cobertura de los medios que, así sea por inconsciencia, son cómplices del crimen.
(Esta columna y este asesinato ocurrió en el 2002. Se publicó en El Nacional, periódico en el que yo trabajaba entonces como columnista diario y corrector de estilo. El corresponsal, a quien no quise citar por su nombre, me llamó indignado. Le remití a la lectura de su propia crónica que solo porque no cayó en mis manos acabó impresa. Ni era el único ni era la primera vez que desde la ignorancia o la inconsciencia se redactaban como accidentes asesinatos machistas. Desde seguir calificando de pasionales los crímenes machistas, como si el amor fuera una enfermedad y el asesinato de una mujer disculpable por dejarse llevar el feminicida por algo tan común y comprensible como la pasión, hasta crónicas en las que el periodista llama la atención sobre cómo vestía la mujer asesinada o el tipo de vida que llevaba, era habitual entonces en los medios lo que, lamentablemente, sigue siendo costumbre. Ha habido algunos avances en el tratamiento de la violencia machista pero resultaría desolador cuantificarlos. Lo prueba el hecho de que, probablemente, la mayoría de quienes han leído esta columna tampoco ha reparado en que la escribí hace 16 años).
(Euskal presoak-euskal herrira/Llibertat presos politics/Altsasukoak aske)