Debí ser publicista

 

En el mundo de la publicidad, a veces pasa, el creativo a cargo de la cuenta concibe una idea genial y ni siquiera el director de su departamento es capaz de advertir que se trata de una estupidez. Tampoco el gerente de la publicitaria. Opiniones más tarde la estupidez sigue su curso y, al final del pasillo a la derecha, aquella genial idea termina mostrando sus vergüenzas en la sala de juntas para que el cliente complacido rubrique la estupidez. Anuncio aprobado y emitido. ¿Nadie reparó en que no era una buena idea?

La vida no es poner estanterías” oí decir al televisor y me sobresalté. Era el anuncio de un coche al que no le tomé la matrícula. ¿Cuál era el problema con las estanterías? ¿Las condena alguna religión? ¿Por qué? ¿Les han hecho algo las estanterías a los coches? Las estanterías son útiles, cumplen con su función, son habituales en todas las casas aunque no siempre hagamos buen uso de ellas, pero eso no las hace responsables de las pendejadas con que las cargamos y tampoco conozco a nadie que se pase el día poniendo estanterías por placer.

El anuncio no se quedó en las estanterías y, ya desde la calle, agregó más axiomas: “la vida no es perder el tiempo en un atasco… la vida está fuera”.

¿De qué atascos hablaba? ¿De los de la fregadera? Para evitar los atascos es que me quedo en casa y, si salgo, camino o tomo el bus. ¿Cómo voy a decidirme a comprar un coche con los argumentos de ese anuncio? Hasta ganas me dan de promover una campaña de solidaridad con las estanterías y los atascos.

Sí, lo sé, debí dedicarme a la publicidad en lugar de escribir esta columna pero tenía que elegir entre esta estupidez o la Esporrín y estoy haciendo yoga y estudiando magia negra.

(Preso politikoak aske)

La naturaleza tiene la culpa

La naturaleza no da tregua y persiste en su inhumana campaña por contradecir nuestro progreso.

Las vacas decidieron contagiarnos su locura, las aves nos infectaron su gripe y, como parte del contubernio animal que censura nuestro progreso, nos amenaza también la fiebre aftosa de ovinos que se han sumado a la agresión, de pollos provistos de hormonas y de fiebres porcinas a cargo de cerdos, todos confabulados en el único propósito de desautorizar nuestro modélico estilo de vida. Hasta animales marinos se han sumado a esta provocación consumiendo ingentes cantidades de plástico que podría provocar a corto plazo la extinción de las bolsas en los supermercados.

Los animales cuentan también con aliados naturales para que suba la temperatura, se envenene la tierra y se contamine el aire. Ríos desaprensivos que deciden un mal día retomar su curso natural y se llevan por delante vidas y recursos; montes desvergonzados que optan, de repente, por derrumbarse, so pretexto de haber sido horadados, sepultando personas y bienes; glaciares irresponsables que por su cuenta y riesgo resuelven derretirse sin pararse a pensar en las consecuencias de sus actos y, además, terremotos, tsunamis, inundaciones, tornados… a los que habría que añadir ciertos socios, supuestos racionales, que en su cruenta guerra contra nuestro desarrollo sostenido y sustentable, se niegan a condenar a las medusas por asesinas, a los mejillones por emigrantes y a las avispas por asiáticas, y que insisten en señalar a nuestro estilo de vida como único origen de todas las desgracias.

(Preso politikoak aske)