La naturaleza no da tregua y persiste en su inhumana campaña por contradecir nuestro progreso.
Las vacas decidieron contagiarnos su locura, las aves nos infectaron su gripe y, como parte del contubernio animal que censura nuestro progreso, nos amenaza también la fiebre aftosa de ovinos que se han sumado a la agresión, de pollos provistos de hormonas y de fiebres porcinas a cargo de cerdos, todos confabulados en el único propósito de desautorizar nuestro modélico estilo de vida. Hasta animales marinos se han sumado a esta provocación consumiendo ingentes cantidades de plástico que podría provocar a corto plazo la extinción de las bolsas en los supermercados.
Los animales cuentan también con aliados naturales para que suba la temperatura, se envenene la tierra y se contamine el aire. Ríos desaprensivos que deciden un mal día retomar su curso natural y se llevan por delante vidas y recursos; montes desvergonzados que optan, de repente, por derrumbarse, so pretexto de haber sido horadados, sepultando personas y bienes; glaciares irresponsables que por su cuenta y riesgo resuelven derretirse sin pararse a pensar en las consecuencias de sus actos y, además, terremotos, tsunamis, inundaciones, tornados… a los que habría que añadir ciertos socios, supuestos racionales, que en su cruenta guerra contra nuestro desarrollo sostenido y sustentable, se niegan a condenar a las medusas por asesinas, a los mejillones por emigrantes y a las avispas por asiáticas, y que insisten en señalar a nuestro estilo de vida como único origen de todas las desgracias.
(Preso politikoak aske)