«No podemos volver a las cavernas»

Koldo Campos Sagaseta

Cada vez que la ambición y el lucro especula algún nuevo y fantástico proyecto construyendo trenes de alta velocidad o metros sumergibles e innecesarios; cada vez que tras millonarias comisiones se aprueban inocuas prospecciones en el mar o se otorgan licencias para el seguro almacenamiento de residuos nucleares, siempre hay un coro de políticos y contertulios que, por si acaso no se entiende el costo que el progreso y el desarrollo exigen, insiste: “No podemos volver a las cavernas”.

¡Por supuesto que no! ¿A quién se le va a ocurrir volver a las cavernas?

Es mucho más reconfortante vivir debajo de un puente, dormir en el cajero de un banco, en el banco de un parque o en los portales de las cuevas. ¿Para qué una piel de oso con la que arroparse en las noches de invierno cuando disponemos en la calle de toda clase de cartones con los que protegernos de las inclemencias del tiempo? ¿Para qué salir de caza por el bosque o la selva, lejos de la cueva, cuando podemos en la misma calle rebuscar alimentos en los contenedores de los supermercados? No podemos volver a las cuevas. Nos pasaríamos el día pintando bisontes en las paredes, en lugar de estar en las esquinas pintando retratos a los turistas.

Millones de personas en todo el mundo han salido de las cuevas para no volver y disfrutan la vida entre los escombros de Alepo y las ruinas de Aden, en las minas de Katanga, en las cárceles de Jartum, en los cementerios de Ciudad Juarez, en los basureros de Cap Haïtien, en el fondo del Mediterráneo, en la Cañada Real de Madrid.

No, a las cavernas no vamos a volver porque hasta las cavernas son un destino y nosotros no vamos a ninguna parte.

(Preso politikoak aske)