Cambio de muebles

En el comedor de la residencia han cambiado los muebles de sitio y ya no comparto mesa con Nicolás. Los muebles no tenemos la costumbre de opinar y tampoco a nadie se le ocurrió que pudiéramos oír. Los muebles somos… eso, muebles, y de los muebles se dispone y no hay porqué estar dando explicaciones: “El armario aquí, la alfombra para el fondo, el jarrón va a ser mejor sacarlo fuera… ¡No, mejor la alfombra encima del armario y el jarrón que vaya al fondo!”

Resulta doloroso, hasta humillante, para esos muebles que aún sufren delirios de persona, sentirse muebles, y lo digo consciente de que a ningún mueble le gusta que se lo digan, aunque no todos los muebles lo llevamos bien. Además, a saber qué podría ocurrir si los muebles nos pusiéramos a hablar y a decir con quién nos gustaría compartir mesa. Podría ocurrir que acabáramos pensando que no somos muebles o, peor aún, que acabáramos pensando cómo entre los tantos criterios que puedan alegarse para conformar mesas a las que sentar las sillas, se explica que no haya uno que considere la afinidad que puedan tener los muebles, sus deseos.

Claro que se explica. La afinidad entre los muebles no la deciden los muebles. Hasta un mueble lo puede entender. ¡Manolo y Nicolás… leña al mono!

(Preso politikoak aske)