Cuando se desata una epidemia nada es más importante que encontrar su origen. Solo si damos con la causa que la origina podremos enfrentar la epidemia y reducir el número de casos, de personas infectadas.
Y hablo de la epidemia del “vale”, una contagiosa enfermedad que afecta a miles de personas en el Estado español y que amenaza expandirse también al lenguaje latinoamericano.
La buena noticia al respecto es que, tras arduas investigaciones en las que he llegado a examinar alrededor de 300 películas (la mayoría infames), creo haber dado con el origen de esta insoportable epidemia que provoca que miles de infectados tengan que intercalar cuando hablan un “¿vale?” cada cinco palabras. Y el origen reside en las compañías y empresas españolas de doblaje en las que no hay expresión más socorrida que “¿vale?”, una infame muletilla breve, concisa y multiuso que la gente absorbe sin darse cuenta cuando ve una película doblada al castellano y que termina incorporando a su habla. Así se va propagando la epidemia.
Antes de que oigamos a H. Bogart decirle a Ingrid Bergman: “Siempre nos quedará París… ¿vale?” o a Hamlet preguntarse: “¿Ser o no ser… vale? Antes de tener que padecer a Escarlata O´Hara clamando al cielo ante las ruinas de su casa: “¡A Dios pongo por testigo… ¿vale? que jamás volveré a pasar hambre!” o que la epidemia llegue a las galaxias y todos los extraterrestres nos repitan: “Que la fuerza te acompañe… ¿vale?”, antes de que esta dolorosa epidemia se convierta en pandemia renunciemos a ver películas dobladas… ¿vale?
(euskal presoak-euskal herrira)