¡Enhorabuena!

Después de veinte siglos

de abrir y cerrar puertas,

de haber perdido todas las victorias,

cuando ya no hay altar

ante el que arrepentirse

ni Dios que nos absuelva,

cada día más cerca del infierno.

Después de tantos besos

sepultados

entre la conveniencia y lo posible,

de haber honrado culpas y culpados,

de no saber de quién

es el entierro.

Después de cien esquinas

deambulando

sin distinguir qué sombra es la que anda,

sin entender qué propios son los pasos,

mientras tejen su hiel las circunstancias

que hemos ido prohijando con esmero,

con piadosa bondad

de desalmado,

con gozosa virtud

de carnicero.

Después de tantos versos

cancelados,

de haber rendido sueños y zapatos,

cuando ya la memoria es un señuelo

contra el que van a ahogarse

las nostalgias,

ancladas en los pliegues de unos labios,

cada noche más lejos del encuentro.

Después de haber urdido

excusas y ademanes

engolada la rúbrica y la pose

para no contrariar a los espejos,

cuando vivir pasa a ser un oficio

y hacen turno los muertos

en el cielo.

Después de tantos gritos

clausurados

por reformas al credo

originario

mientras pierden enteros

las vergüenzas

y se cotiza el alma en los mercados

¡Enhorabuena!

lo hemos conseguido…

ya no tenemos nada que aprender.