Afirmaba en estos días una contertulia de EITB que populismo es ofrecer respuestas simples a problemas complejos, soplar a favor del viento, prometer imposibles a sabiendas de que lo son. En tan precisa definición la sesuda analista encontró consenso entre la mayoría de los integrantes de la mesa y en algunos artistas invitados (Albert Rivera nunca falta a la cita) que desde Madrid aún han ido más lejos aportando ejemplos. Trump es un populista, como lo fue Berlusconi, o lo son PODEMOS o la izquierda abertzale.
Al margen de las dudas que me quedan y que no logro disipar sobre cómo llamar al arte de ofrecer respuestas complejas a problemas simples o, como cantara Dylan, por qué la respuesta no va a estar en el viento, o por qué no la utopía mejor que resignarnos, hay unas cuantas preguntas, si doy por buena la definición de los medios y sus analistas, para las que no encuentro respuestas, por cierto, ni simples ni complejas: ¿Es populismo acaso prometer que vas a crear empleo días antes de que vuelvas a despedir a más trabajadores? ¿Será también populismo afirmar la importancia del diálogo a quien acabas de prohibirle la palabra? ¿Es populismo ponderar la educación y la cultura mientras reduces sus presupuestos? ¿Es populismo celebrar la sanidad como derecho universal al mismo tiempo que privatizas servicios y hospitales? ¿Es populismo asegurarles a los pobres el reino de los cielos cuando sabes que no existe?
(Euskal presoak-euskal herrira)