Mirando al futuro

Algún día, cuando el mismo que la trajo se la lleve, Yolanda Barcina sólo será el recuerdo de un viejo chascarrillo, bueno para que se pueda ilustrar a los hijos sobre un tiempo maldito que nunca ha de volver.

-Mira chaval… Me contó tu abuelo que hubo una vez en Iruña un alcalde tan descerebrado que por no dejar ni dejó el nombre. Sólo se le recuerda por su apodo y por cierto etílico despendole que le sobreviniera al “Diez por Ciento”, estando de vacaciones en Galicia. (No confundir con Urralburu… Tres por Ciento)

Nadie creyó nunca que encontraría la muy ilustre ciudad de Pamplona otro alcalde más zafio, más patán, aún más por ciento, a quien entregar el municipio, pero como “Navarra siempre p ´alante”, NASIPA S.A. le llamaba el “Diez por Ciento”, pronto nos llegó el desmentido. Se llamaba Barcina y,  antes de darnos cuenta, pulverizó todas las marcas registradas en el museo de la estulticia navarra, incluyendo las del mentado por ciento.

La última deposición de la Barcina fue también la más sonada. La que era entonces presidenta de Navarra, sorprendida con las manos en la masa y sin turbarse ni disgusto, argumentó en su defensa: “Hay que olvidar el pasado y hay que mirar al futuro”.

En la cómplice compañía de otros prominentes cargos, era la Barcina parte de la “Comisión Ejecutiva de la Junta de Entidades Fundadoras”, pomposo nombre que usaban de coartada para llenar la bolsa a costa del erario público. “Siempre ha sido así” corroboró otro miembro de la junta.

Y razón tenían los dos. De hecho, siempre había sido así. Llevaban apandillados en comisión toda su vida y ejecutando patrimonios ajenos toda la nuestra.

Pero hasta aquellos ciudadanos que disculparan a la Barcina sus incontables desbarres, incluyendo el apropiarse de lo ajeno para hacer de su casa una mansión so pretexto de que ignoraba la ley,  decidieron por fin hacerle caso y, como bien proponía la presunta, mirar al futuro.

Craso error que cometiera quien siempre saliera impune. No hay que mentar la soga en casa del ahorcado, tampoco invitar al futuro a quien se niega el presente, porque puede acabar pasando que se acepte y de tanto escrutar el horizonte asome ese futuro que se invoca.

Y mira chaval… el futuro al que apelara la Barcina acabó por llevarlos a todos a la cárcel y al olvido, aunque no recuerdo el orden.  De la Barcina, al final, sólo quedó este chascarrillo.