Se ha dicho, y es una repulsiva mentira más, que “los medios de comunicación han sido responsables en buena medida por el acoso (cacería y linchamiento) a que han sometido a una persona no juzgada y de la que cabe suponer la presunción de inocencia”.
Los medios, los grandes medios, si por algo se han caracterizado siempre ha sido por tapar la corrupción, por evitarla o reducirla a su mínima expresión, y de ello en todas las redacciones hay ejemplos suficientes como para abundar en ellos. El caso de los GAL solo fue conocido, aunque en el País Vasco nadie lo ignorase, cuando los egos enfrentados de dos jueces estelares ventilaron públicamente los asesinatos urdidos y ejecutados desde las cloacas del Estado; Baninter solo fue noticia cuando terminó por estallar un incontenible y millonario escándalo a pesar de todos los avisos y advertencias previas, incluidas algunas que tenían su origen en el Banco Central; la corrupción en el Partido Popular, su financiamiento ilegal, sus pagos en negro, su doble contabilidad, se extendió por décadas sin que los medios se dieran por enterados. Y así fue hasta que la mierda desbordó todos los límites y aparecieron cuentas en Suiza y otros paraísos fiscales que comprometían la gestión de todos los tesoreros habidos en el Partido Popular y en consecuencia de sus administraciones y secretarías.
Si ha habido cacerías y linchamientos a los que los medios han contribuido, lo siguen haciendo, ha sido en casos relacionados con la izquierda abertzale como el de los jóvenes de Alsasua en que, en cuestión de minutos, todos los medios coincidieron en calificar de linchamiento una gresca a las puertas de un bar, que hoy se va a juzgar como terrorismo sin que valgan para los medios las presunciones de inocencia que ahora se argumentan en el caso de la alcaldesa valenciana.
Se ha dicho, y es otra canalla mentira, que “hay que separar lo humano de lo político” y que “resulta inconcebible que no todos los grupos se sumaran a un minuto de silencio en el Congreso”.
Resulta inseparable lo humano y lo político pero si, a pesar de ello, se insiste en ello, el presidente Rajoy y los dirigentes del Partido Popular debieran haber subrayado, y no en el Congreso, lo afable de su carácter, sus maravillosas dotes como cocinera, su buen humor, el amor que tenía por sus nietos… y no aprovechar su muerte para tratar de lavar su conciencia por haberse distanciado, repudiado en algún caso, de quien había sido su guía espiritual durante casi 30 años y cuando cada vez más hundida comenzaban los casos de corrupción en que se hallaba envuelta a salpicar los intereses de sus viejos y leales amigos, a los que había que llamar por su mote (“Maguis”) para que accedieran a saludarla por la calle sin avergonzarse. Y al mismo tiempo lavar también la trayectoria de Barberá como alcaldesa que dio la vida por esa ciudad, que la tmodernizó y colocó en el mundo, en un Congreso de la que no era diputada y cuando ese mismo Congreso nunca guardó minutos de silencio por Labordeta o por Josu Muguruza, diputado vasco asesinado en Madrid por pistoleros a sueldo de las cloacas españolas y por quien un día más tarde no tuvo ese Congreso gesto alguno.
Se ha dicho ,y asquea tanta mentira, que “Rita fue la alcaldesa de España”, que “transformó Valencia y la hizo conocida internacionalmente”.
La verdad es que si Valencia ha sido reconocida, como toda la región, ha sido como referente de la corrupción llevada a su punto más álgido. Han sido muy escasos los alcaldes, gobernadores y diputados de esa comunidad que han podido evitar verse envueltos en toda clase de delitos, incluyendo el financiamiento ilegal que le permitió al PP competir en ventaja contra los demás partidos y que en buena medida contribuyó a su éxito electoral por contar con más recursos y en consecuencia con más anuncios, más vallas, más carteles, más dádivas, más sobornos. La verdad es también que buena parte de sus supuestos y faraónicos logros solo han servido para llevar a esa ciudad y comunidad a una deuda insoportable además de fomentar la corrupción fuese con premios de Fórmula-1 o con visitas papales.
Cierto es que Barberá, con independencia de los métodos de los que se valiera para granjearse afectos, fue amada por la inmensa mayoría de los valencianos. También han suscitado parecidas adhesiones otros alcaldes como Jesús Gil en Marbella cuya comparación, supongo, algunos verán como ofensiva (para Rita Barberá) pero ambos populistas alcaldes gobernaron sus alcaldías con mayorías absolutas y enorme fervor popular, derrochando gracias a diestro y exabruptos a siniestro (incluidas las víctimas del accidente de metro de las que se burlara Barberá). Cuando se manipula el hambre y la ignorancia de la gente como Gil y Barberá hicieron con notable éxito el resultado suelen ser esas colas para rendir tributo a su cadáver como las que hoy se ven en Valencia.
Que cada quien celebre sus vivos y llore sus muertos. Yo, De Rita Barberá ni tengo vida que celebrarle ni le tengo muerte que llorar.
(Euskal presoak-euskal herrira)