¡Sí… me saqué la lotería! ¡No lo podía creer pero es verdad! ¡Me ha tocado a mi! ¡A mi! ¡El Gordo de la lotería! ¡Aleluya! ¡Me he sacado la lotería! Estoy demasiado emocionado y ni siquiera sé si voy a poder contarlo pero… ¡me ha tocado el Gordo! Ocurrió esta mañana, sí, cuando desperté en la habitación de la residencia de ancianos San José Egoitza de Azkoitia en la que vivo. Yo estaba sentado en la cama poniéndome los calcetines cuando advertí que la noche anterior me había dejado la televisión encendida y me incorporé con intención de apagarla… ¡y sucedió! ¡Mi número había salido en la pantalla! ¡Había ganado la lotería! Inmediatamente me puse las gafas y comencé a llamar a todo el mundo y a contarle la buena nueva y aquí estoy desde entonces, en el balcón de la habitación, esperando ver subir por la cuesta que conduce a la residencia a mi gente, a todo mi pueblo precedido de 2 ertzainas en moto y el urbano con Imanol al volante y las luces encendidas, seguido de la banda de txistularis del ayuntamiento y de la orquesta municipal mientras por el Urola sube la gabarra del Athletic. Y también espero al alcalde, a los concejales, a mis hijas, a mi familia, a la directora de la residencia, al cura, a mi siquiatra, a Jon el panadero, a Pablo, a Aitor, a Alberto… y, sobre todo, al publicista del anuncio de la lotería navideña para compartir el Gordo con él y que confirme que, además de imbéciles, los ancianos también somos generosos
(euskal presoak-euskal herrira)